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Pablo vio llegar a los seis guardias que custodiaban la puerta principal a La Colonia, caminando delante del grupo de transformados hermanos de Ezequiel. Las tres mujeres que habían salido por la puerta trasera venían con ellos.

El mundo se cayó a los pies del doctor. No acababa de asumir que el hombre sin dedos estaba muriendo en los brazos de Daniel cuando le escuchó al muchacho pronunciar aquella frase “….igual que siempre ha sido una mentira que yo sea tu hijo.”

Vio cómo se abrían los ojos gastados de Ezequiel, para luego dejar salir un sonido gutural, como un estertor, y dejar caer la cabeza inerte hacia atrás.

Los transformados habían ido rodeando al hombre sin dedos y a Daniel. Las mujeres se habían ido hacia el doctor, Angélica y Milita.

Pablo entendió que los transformados no venían a atacarles.

Jandro, Raúl y Efrén llegaban

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