A Pablo le acudieron un montón de imágenes a su cabeza. Ninguna buena y todas de la misma noche, la del asalto a La Colonia. Las cabañas desbaratadas, algunas ardiendo, los gritos, los llantos…
Miraba el intercomunicador sin terminar de decidirse a contestar. Todos esperaban en silencio. Al fin contestó.
—Retenedlo ahí, no abráis la puerta hasta que yo dé la orden.
Luego se dirigió a los presentes que le miraban expectantes.
—Nuria, Raquel, Yarina, voy a daros la llave de las cadenas de la puerta trasera. Tenéis que salir de aquí.
Nuria, consternada, negaba con la cabeza. Para ella era como si toda la historia se repitiera. Volver a ir por la puerta de atrás de La Colonia, sin saber si volvería a ver a los suyos nunca más.
—Tenéis que hacerlo, Nuria, sois mortales.
—También tú —dijo enton
Raúl se soltó de Angélica inmediatamente.—Quédate con el doctor.Angélica quiso replicar, decirle que ella quería ir con él, que ya no quería separarse nunca más de él, pero bajó los hombros y aceptó que no podía ser tan egoísta, no podían dejar solo al doctor.Los tres cachorros salieron corriendo hacia la puerta en el muro. Jandro no podía soportar la tensión que inundaba su pecho, pensaba que acababa de enviar a la muerte a su madre y a su novia.Las mujeres ya hacía unos minutos que habían atravesado aquella puerta.La primera en verlos fue Raquel, pero no la dio tiempo a gritar. Ibrahim la sujetó desde atrás y le tapó la boca.Inmediatamente otros dos de los transformados hicieron lo mismo con Nuria y Yarina.Ibrahim se colocó frente a ellas y le giró un poc
Jandro se detuvo muy cerca de la puerta de entrada a La Colonia, totalmente desconcertado. El olor le devolvía al punto de partida.Raúl y Efrén llegaron tras él y se detuvieron igualmente confundidos, pero sin querer cuestionar a su amigo.Jandro se volvió hacia ellos.—Me dirige de vuelta.Volvió a mirar hacia la puerta y entonces vio la torre de vigilancia vacía y estuvo seguro de que no se había equivocado.Ezequiel sintió el metal entrando en su cuerpo. Notó cómo se rasgaba la piel, como si acabaran de hacer fuerza en una tela de lona hasta atravesarla, incluso le pareció escuchar el sonido que hacía. Y supo que algo no iba bien.Cuando se había despertado y había escuchado ruido en la cavidad que usaba como habitación en la cueva había tardado unos segundos en localizar dónde se encontraba. Era algo que ja
Pablo vio llegar a los seis guardias que custodiaban la puerta principal a La Colonia, caminando delante del grupo de transformados hermanos de Ezequiel. Las tres mujeres que habían salido por la puerta trasera venían con ellos.El mundo se cayó a los pies del doctor. No acababa de asumir que el hombre sin dedos estaba muriendo en los brazos de Daniel cuando le escuchó al muchacho pronunciar aquella frase “….igual que siempre ha sido una mentira que yo sea tu hijo.”Vio cómo se abrían los ojos gastados de Ezequiel, para luego dejar salir un sonido gutural, como un estertor, y dejar caer la cabeza inerte hacia atrás.Los transformados habían ido rodeando al hombre sin dedos y a Daniel. Las mujeres se habían ido hacia el doctor, Angélica y Milita.Pablo entendió que los transformados no venían a atacarles.Jandro, Raúl y Efrén llegaban
La organización no fue fácil. Las emociones estaban a flor de piel y todos tenían razones para sentirse excitados y nerviosos.Pablo trataba de contenerse, pero le temblaba la voz cuando le pidió a Nuria que fueran organizándose para partir hacia la mansión de Ezquiel, en busca del resto de transformados, mientras él y Raúl se acercaban al pueblo para avisar al alcalde y pedirle que se habilitara una zona en el hospital para recibir a los transformados. Martín junto a Ibrahim volvía a la cueva en busca de su padre, juntos le trasladarían hasta el hospital.Fredo García, el alcalde de Puenteviejo, escuchaba impactado la historia que Pablo le relataba. A cada una de sus peticiones asentía con la cabeza. Finalmente avisó al equipo médico de la capital que se puso a disposición del doctor.Diez unidades móviles de urgencias saliero
Daniel le localizó apenas atravesó la puerta.Aquel hombre era el que le había asegurado que tenía una hermana melliza y que él estaba seguro de ello porque era su padre.Entonces él se había ido, no le había creído. Se había sentido incómodo, confundido, un poco raro. Le había despreciado, había sentido hasta asco ante aquel hombre hecho un despojo.Los médicos revoloteaban a su alrededor.Daniel apretó la mano de Angélica y ella posó la mirada sobre el hombre acuclillado con el gesto asombrado ante aquel despliegue de personas a su alrededor.Angélica tiró de Daniel. El corazón golpeaba contra su pecho como las noches que había sufrido pesadillas ignorando el porqué de aquellos sueños.El hombre la localizó entre los giros de sus ojos asustados y los dejó quietos sobr
Pablo le colocaba a Erika un mechón de pelo tras la oreja. Sus ojos estaban enrojecidos por el llanto y eso la hacía parecer completamente humana, ni rastro del aquel fondo vacío que identificaba a los transformados.Aquello le hizo recordar a Pablo que tenían que volver a la realidad, bajar de la nube en la que se encontraban ahora que habían vuelto a encontrar a sus familiares y ponerlos en tratamiento, dejar que se recuperaran y poder inyectarles para que, en parte, pudieran recuperar su vida normal.—Vais directos al hospital, cariño —le decía Pablo a su mujer—, al menos os llevará una semana recuperaros, estáis desnutridos y deshidratados, sería muy peligroso procuraros la mortalidad en este estado. Tenéis que poneros fuertes.Erika asentía. Las ambulancias y autobuses de la unidad médica habían ido fletándose hacia la capital con los t
El ambiente era festivo.Tres semanas después de la muerte de todos los hermanos de Ezequiel, Pablo, por fin, podía cerrar el ciclo.Aquella mañana se había levantado temprano. Erika dormía a su lado. Hacía una semana que sucedía así y tres días que todos los transformados habían salido del hospital. El último de ellos había sido el padre de los mellizos.Pablo acarició el rostro de su esposa sin apenas tocarla, sin querer despertarla, pero, aun así, ella abrió los ojos. Ya eran totalmente humanos.Solo dos días antes, Pablo había preparado las dosis y todos los transformados habían pasado por su laboratorio. Nuria sostenía el censo que habían elaborado y en el cual estaban registrados todos los transformados de La Colonia, incluidos los cachorros y el bebé aún non nato de Milita.Pablo les hab&ia
Estaba seguro de haber escuchado un pequeño grito. Pasaba por la entrada de una calle que sabía que no tenía salida y no había ni una sola de aquellas herrumbrosas farolas de luz pobre que alumbrara para poder ver lo que sucedía al final de la misma.Martín tiró el cigarrillo que estaba fumando y se detuvo mientras metía las manos en los bolsillos. “No se te ha perdido nada ahí” pensó.Se mantuvo quieto y alerta a la entrada de aquella calle. Su oído era bueno, muy bueno. Se había dado cuenta desde que a los doce años abandonara a su familia adoptiva y se uniera a una de las bandas callejeras de la ciudad. Años de golpes por parte de su padre adoptivo le habían vuelto un chico duro y espabilado y no le llevó mucho tiempo adaptarse.Todos se dieron cuenta, en seguida, de su habilidad a la hora de intuir la presencia de otras personas y su ca