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Raúl abrió la puerta de la cápsula de Angélica. Pablo le había advertido de que se encontraría confundida.

—La primera vez es así, luego se van acostumbrando —Pablo miró hacia arriba tratando de controlar las imágenes que acudían a su mente—. Es asombroso cómo llegamos a acostumbrarnos a todo, incluso al mayor de los dolores.

Angélica se abrazó al muchacho.

Estaban abrazados cuando Daniel bordeó su cápsula y los observó.

—¿Te has transformado?

Pablo había abierto la puerta de su cápsula y el muchacho había salido disparado sin más.

Angélica asintió lentamente.

—¿Tú también?

El muchacho movió la cabeza afirmativamente y se balanceó atrás y adelante sobre la suela de sus zapatillas de lona. Ella se ha

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