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Mañana del día de la noche de luna llena.

Las manos de Raúl y Angélica se entrelazaron. Estaban en la cama que habían trasladado a otra de las habitaciones libres de la cabaña en cuanto se habían declarado pareja oficialmente.

Sus ojos se encontraron. Sus labios se unieron.

—Esta noche cualquiera de nosotros puede transformarse —dijo Angélica.

—Esta noche puede ser una de las últimas que seamos inmortales.

Angélica sonrió.

—¿Tú te sientes así?

—Yo me sentiré así siempre si tú te quedas conmigo.

Mudarse de habitación no les había liberado solo a ellos. Milita y Daniel se habían quedado con la otra. Ellos también estaban despiertos. Milita cogía la mano de Daniel y la apoyaba emocionada sobre su vientre. El muchacho sintió cómo la piel

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