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Capítulo 7: Los primero indicios que no vi

La despedida con Melike es bastante triste, pero esa última sonrisa que me dedica antes de tomar un taxi para irse a su casa me sirve para soportar lo que se viene esta semana.

Piero me dice que tal vez debería prestar más atención a la seriedad y compromiso que ella muestra con nuestra relación, a veces mi hermano es profundo, siento que por la experiencia que hemos tenido en la familia acerca de los amores.

—Hazme caso, si ella aún no te ha presentado a su familia, es por algo en especial, en las relaciones serias normalmente son las mujeres las que dan ese primer paso.

—Piero, ya deja a Lorenzo tranquilo —lo regaña Francesca, que está revolviendo huevos para preparar un omelette—. ¿No has pensado que tal vez la chica se avergüenza un poco de sus padres y por eso no ha llevado a Lorenzo para que los conozca? ¿O tal vez no es de una familia tan adinerada como la nuestra y siente vergüenza por eso? No puedes juzgar a las personas sin saber qué trasfondo hay.

—Me temo que todo eso puede ser cierto —le digo a mi hermana—. Pero dudo mucho que Melike sea de esas chicas. Además, si su familia no tuviese suficiente dinero, no se habría quedado en el Hyatt para empezar.

—Buen punto —me dice ella apuntándome con el batidor de mano—. Entonces debe ser la primera. Se avergüenza de sus padres.

—No creo que lo haga, de vez en cuando hablamos de nuestros padres y ella me dice que los suyos son empresarios bastante importantes y que son buenos en los negocios. Al parecer tienen un par de empresas rentables y que les da lo suficiente para mantenerse en el país.

—Despejadas ambas hipótesis… Creo que coincido con Piero, aquí hay algo raro con esa chica —yo solo ruedo los ojos y miro a mis hermanos sin poder creer lo que están tratando de decirme. Afortunadamente aparece mi madre y los reprende con la mirada, los dos se quedan callados y siguen en lo suyo.

Ella se acerca a mí, me da un beso en la mejilla, que es hasta donde puede alcanzarme parándose de puntillas y ayuda a Francesca a preparar ese omelette para el desayuno.

Cuando terminamos este encuentro matutino familiar, me voy a mi recamara y comienzo a pensar en ella, veo la hora y me doy cuenta de que todavía puede estar ocupada en sus cosas. Decido irme a mi estudio para comenzar un nuevo proyecto, en el camino me encuentro con Isabella, quién está bastante entretenida con un libro en italiano.

—¿Tareas del maestro? —le pregunto divertido, y ella asiente sin levantar la mirada de la lectura.

—Esta es la prueba de fuego, Piero ya lo leyó y me dijo que me hará preguntas acerca de cada capítulo, lo cual ha estado haciendo cada día en la tarde.

—Y tu inglés, ¿cómo va?

—Fatal, por supuesto, porque no estudiaron nada de eso. Pero, ya que estoy aprendiendo bien, el italiano creo que después de eso me pondré a estudiar inglés de la misma manera.

—Puedes pedirle ayuda a Francesca, a mi padre e incluso a Fabio.

—¿Fabio? No, gracias —me dice algo espantada—. Lo único que sabe de inglés es todo lo relacionado con los juegos, y no creo que eso me sirva para cuando vaya a hacer mi doctorado en finanzas a Cambridge.

—¿Wow, en serio? ¿Quieres un doctorado en finanzas en Cambridge? ¿No crees que esa es una meta bastante ambiciosa?

—¿Si no eres ambicioso en la vida, entonces para qué vivir? Aunque sea por un chocolate… Piensa que vas a tener uno que provenga de Suiza o mejor, piensa que vas a ir a Suiza a comerte el mejor chocolate del mundo… —se queda pensativa unos segundos y luego me dice con una seriedad increíble—. Aunque según un documental que vi, los chocolate belga y holandés están haciéndole bastante competencia.

Me río de las ocurrencias de esta niña, pero en realidad tienes mucha razón. Cuando no se tienen ambiciones lo suficientemente concretas, cuesta un poco encontrar el rumbo y tomar buenas decisiones, al menos ella las está tomando a los trece años y estoy seguro de que serán bastante buenas.

No me cabe ninguna duda de que ella hará ese doctorado en finanzas en Cambridge… Si es que lo tienen.

Al llegar a mi estudio, comienzo a pensar en ella otra vez y me doy cuenta de que con ella a mi lado, el pasado ha quedado atrás, ya casi no lo recuerdo y no es necesario hacerlo. Sin ser muy consciente de mis actos, frente a mí dejo un lienzo en blanco y comienzo a trazar líneas con grafito, en donde poco a poco comienza a visualizarse su rostro con el cabello movido por el viento y esa sonrisa que tanto me encanta.

Mi madre va por mí a la hora de almuerzo y se queda sorprendida con los brazos cruzados sobre el pecho y con una mirada bastante orgullosa a mi lado.

—Está quedando realmente hermoso, te felicito, hijo. Tienes un talento realmente hermoso.

—¿Crees que algún día pueda llegar a ser como mi padre?

—¿Bromeas? Si yo creo que hasta lo superaste… Pero no se lo digas —nos reímos de su chiste y ella pasa sus brazos por mi cuello, deja un beso en mi coronilla y se queda ahí admirando el dibujo—. Me encanta tanto verte así, feliz, desarrollando tu talento, sabía que tal vez te iba a costar un poco, pero nunca dudé que un día lo ibas a encontrar.

—Pero tengo miedo, madre.

—¿Miedo? No deberías tener miedo.

—Yo creo que sí… —me miro las manos y luego la veo a los ojos con algo de vergüenza—. En la familia todos necesitan que hagamos cosas, que nos hagamos cargo de las empresas y estoy viendo que tanto Agustín como Ángello se están yendo a Cavalcanti, Pero no estoy viendo a nadie que se vaya a la empresa de los Manterola.

—Bueno, por ahora tu tío Gabriel se está haciendo cargo, probablemente una de tus dos primas querrá también entrar al negocio familiar y se hará cargo. Sólo quiero pedirte una cosa, Lorenzo, sea lo que sea que pase con las empresas, no quiero que tú dejes tus sueños de lado —se para frente a mí y coloca sus manos sobre mis hombros, bastante seria.

«Yo hice exactamente eso y me arrepentí. Pensé que mi padre y todos en realidad esperaban que yo estudiara diseño para hacerme cargo de esa parte de la empresa. Tu padre tuvo que trabajar de modelo durante un tiempo, siendo que él había estudiado pedagogía, y te puedo asegurar que los dos en ese tiempo no fuimos felices con lo que hacíamos.

«El arte, de cierta manera, nos conectó y fue bastante hermoso, quiero para mis hijos la misma felicidad que he tenido yo desde que estoy con tu padre, incluso más.

—¿Tú también crees que hay cosas raras con Melike?

—Sabes que me gusta la honestidad —yo asiento y ya sé lo que me dirá—. Ella me encanta, encuentro que es una niña hermosa, de bellos sentimientos y que en verdad te valora. Me encanta la manera en que brillan tus ojos cuando la ves o cuando hablas de ella o cuando hablas con ella, la manera en que has revivido después de haberla conocido… Pero eso no quita que no sospeche que sí hay algo raro con ella.

—¿Es por lo que no he conocido a su familia?

—Por eso, y porque siento que muchas veces baja la mirada como para que no descubramos un secreto. Sé que ustedes han llegado a un punto de confianza bastante importante —levanta una ceja, yo sé a lo que se está refiriendo—. Pero dime, además de las cosas que le gustan y las que no, ¿qué más sabes de ella? ¿Alguna vez la has acompañado a su casa?

—No, siempre decide irse en taxi… O me toca dejarla en algún hotel.

—¿Y eso a ti no te parece extraño?

—Prefiero no pensar en eso, madre.

—Me parece válido, puedes no querer pensar en ello, pero eso no quiere decir que no debas hacerlo. Sea como sea, Lorenzo, puede ser muy hermosa, realmente amorosa y ser la mujer de tu vida, pero te hago la misma advertencia que le hice a tu hermano Alex y a Aurora: Si esa chica llegase a romperte el corazón no va a tener lugar en este mundo para meterse, porque soy capaz de dejarla calva. A mis niños nadie me los toca.

—¿En serio le hiciste esa amenaza a Aurora? —le pregunto divertido y ella asiente.

—¡Por supuesto que sí! ¿Qué clase de madre sería si no lo hubiese hecho? —me río con ella y no puedo evitar preguntarle.

—Y ella, ¿qué te respondió?

—Que ama tanto tu hermano que antes de hacerle daño, de causarle alguna pena, sería capaz de lanzarse desde la torre Entel… Ahora, yo quiero que pienses en esto, ¿tú crees que Melike sería capaz de tirarse desde la torre Entel si te causase daño? —me da un beso en la frente y tira de mi mano para que me ponga de pie y la siga.

Me deja frente al baño para que me lave las manos y luego nos sentamos todos a almorzar. De vez en cuando reviso mi teléfono, le he mandado varios mensajes, pero no ha respondido a ninguno.

Hay un famoso dicho que dice que cuando el río suena es porque piedras trae, pero en este preciso momento yo no quiero pensar que eso pueda ser así. Tal vez solo tienen miedo de que vuelva a meterme en problemas como antes.

Pero eso no volverá a suceder jamás.

Tras la cena me voy a mi cuarto, allí comienzo a relajarme, porque ella me advirtió que seguramente no podríamos hablar mientras estuviera en ese viaje, puesto que tenía varios compromisos que cumplir con su familia.

Sin embargo, cerca de la una de la mañana, me entra un mensaje de ella, un corazón latiendo y siento que es tal como se siente el mío ahora mismo.

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