Estos días se me vuelven una locura, entre todos los preparativos de las fiestas familiares y es que somos tantos, que ya casi no cabemos en ninguna parte.
De pronto, recibo un mensaje y veo que es de Melike, me doy una palmada en la frente porque no la he llamado, hace cinco días que nos conocimos y se supone que sería yo quién la llamaría, así que lo hago. Ella responde en el primer repique.
—Lo sé, soy un idiota, pero te juro que he estado tan ocupado que olvidé llamarte y… —las palabras me salen una tras otra, pero Melike me interrumpe.
—Oye, tranquilo… mi teléfono se dañó y recién hoy pude reponerlo, pero me alegra que seas sincero.
—¿Podemos vernos mañana? —le pregunto con una sonrisa y sé que ella sonríe igual.
—¿Y no puede ser hoy? —por una razón extraña salto y Piero me ve raro.
—Sí, claro que sí, déjame delegar algunas cosas, es que mi madre nos dio ciertas tareas a cada uno y no podemos dejar de hacerlas.
—Avísame si lo consigues, en verdad quiero verte.
Cuelgo y me voy a la casa dando saltitos, me encuentro a Helen en el camino y le doy un beso en cada mejilla.
—¡Ay niño, estás loco! —me dice muerta de la risa y yo asiento.
—Me veré con la chica más linda de la ciudad, solo me queda que mamá me deje salir.
Corro a la sala, en donde mi madre tiene a mis hermanas pegando motivos navideños en una cuerda que luego adornará la terraza. Me acerco a ella, le doy un beso y le digo con mi cara de niño bueno.
—Mamita linda…
—No —me dice antes de que le diga cualquier cosa y mis hermanas se ríen.
—Pero no te he dicho nada.
—Quieres salir, es eso, ¿verdad? Pues no, todos están haciendo algo, incluso los que ni siquiera viven en esta casa.
—Pero soy tu favorito, tu consentido —le digo con un puchero y mis hermanas se carcajean más.
—Eres tan menso, Lorenzo Castelli —dice Francesca—. Puedes ser el favorito de mamá, pero eso no te salvará de que te quedes a ayudar como todos.
—Tú hermana tiene razón, no saldrás.
—Mamá, es para ir con la mujer de mi vida, la chica más linda de la ciudad… después de ustedes claro, déjame ir, por favor.
—Yo haré lo que le corresponde —dice mi padre entrando a la sala y me guiña un ojo—. Ve con ella.
Le doy un abrazo que lo sorprende por completo, salgo corriendo a cambiarme y me voy de la casa antes de que mi madre me detenga con un tirón de orejas, el mismo que seguro le llegó a mi papá.
Una vez fuera de la casa, me detengo y la llamo, me responde de inmediato.
—¿Podrás?
—Dime dónde nos vemos y allí estaré.
—Parque Araucano, estaré allí en unos veinte minutos.
—Y yo en quince, nos vemos.
Tomo el rumbo al parque sin dejar de sonreír, no puedo creer que vaya a verla otra vez, tengo el corazón alborotado y sé que estoy loco, pero esta vez sí que es amor de verdad.
Me estaciono, me bajo y me quedo cerca del estacionamiento, para esperarla. Cuando la veo bajar de su auto y caminar hacia mí, no puedo evitar caminar hacia ella, pero lo que no me espero es que se lance a mi cuello y me dé un beso.
Yo la rodeo por la cintura, giro con ella sin despegar mis labios de los suyos y le mundo entero desaparece. Finalmente nos separamos un poco para respirar y ella no deja de sonreír feliz.
—Al menos me extrañaste.
—Como no te imaginas, aunque olvidé llamarte, no he dejado de pensar en ti.
—¿Y qué es eso que te mandó a hacer tu madre?
—En realidad, a todos los hijos… la decoración de navidad.
—Que entretenido, me encantaría verla cuando terminen.
—Claro, si me defiendes de ella, porque me escapé con ayuda de mi padre —ella se ríe y caminamos de la mano.
—¿Eres de esos hijitos de mami?
—No, pero esta decoración no la perdona. Ni siquiera mis hermanos que están casados y viven fuera de casa se escaparon.
—Entonces, tu madre es de temer.
—Es un amor, una mujer grandiosa, pero tiene autoridad y eso no se le discute, ni mi padre se atreve.
Dejamos de hablar de mi familia y caminamos por el lugar, hay mucha gente porque hay una exposición de artesanías. Ella se va a uno de los stands y le llama la atención un poncho hecho a mano con motivos mapuches y la joyería propia del pueblo originario del país.
—¿Crees que estos aros se me ven bien? —me pregunta ella mostrándome un par de aros de plata de elaboración delicada.
—No, pero estos sí —le digo tomando otros y ella los mira entusiasmada.
Una señora vestida con el traje típico se nos acerca y comienza a decir los nombres de cada elemento. Al final, Melike se queda con un trarilongko, que es un cintillo de plata que usan las mujeres; un tupu, que es un alfiler para prender la ropa; y trapelakucha, que es un adorno pectoral.
—Veo que te gusta la joyería.
—Sí, pero no cualquiera, si te fijas no llevo aros ni anillos, porque no me gusta usarlos, pero eso… solo imagina usar esto en una ocasión especial y representar un poco de nuestro país.
—Yo me enamoraría de inmediato —ella se detiene y me mira con esos ojos hechiceros, la atraigo a mí y la beso con suavidad.
Ella no se tarda en rodearme el cuello con sus brazos, otra vez nos quedamos sin aire y debemos separarnos.
—Me gustas, Lorenzo, me gustas mucho y temo que eso me va a traer problemas.
—¿Por qué?
—Porque en unos meses debo irme a Turquía por un tiempo, pero creo que retrasaré ese viaje lo más que pueda… ahora, quiero ir a casa de tus padres, quiero conocerlos.
—¿Segura? Porque corres el riesgo de que mi madre te siente con ella a hacer guirnaldas de papel.
—Lo que sea… en verdad quiero conocerlos.
Me siento raro, en especial porque nunca llevé a una chica a casa, pero solo le tomo la mano y caminamos al estacionamiento. Cada uno se sube a su auto y veo por el retrovisor que ella me sigue de cerca para no perderse.
Llego a casa y veo a Fabio tratando de colocar un enorme pesebre que mi madre tiene para el lugar.
—¿Ya llegaste tan rápido? Estás perdiendo condiciones, hermanito…
—¡Cállate, que no vengo solo! —observa el auto de Melike estacionarse, abre los ojos y corre adentro gritando que he llevado novia a la casa.
—Lo siento, pero mi hermano menor es un poco infantil… ahora todos creerán que eres mi novia —ella me mira y sonríe, mientras me acaricia el rostro.
—¿Y no lo soy? —me quedo con la boca abierta, porque se supone que nos estamos conociendo.
—¿Tú quieres? ¿No crees que vamos rápido?
—Solo somos novios, ya nos conoceremos en el camino, pero si tú no quieres…
—No, claro que no es eso… espera —le tomo las manos, la miro a sus bellos ojos y le digo con seriedad—. Melike, ¿quieres ser mi novia?
—Claro que sí, por algo estoy aquí… y me trajiste, ¿o no? —parezco un crío de trece años, es que hasta Fabio habría hecho algo más atrevido, pero solo la beso y le doy la mano.
Caminamos a la entrada, en donde aparece mi madre con las manos en la cintura, pero su rostro no es el de una madre enojada, sino de una emocionada.
—Siempre creí que nunca vería una mujer de tu mano —abre los brazos y camina hacia Melike para darle un abrazo—. Bienvenida, querida… y lo lamento, pero ella se viene a terminar las guirnaldas y tú a lo que dejaste tirado.
—¿Y papá?
—Lo mandé a comprar algo para contentarme, por alcahuete.
Me río, entro con mi novia y la presento a todos, porque Fabio se encargó de gritarles a todos que llevé a mi novia. Veo a Alex con una enorme sonrisa y Melike se queda sorprendida del enorme parecido que tenemos.
—Si no fuera por la barba que carga tu hermano, de verdad que serían muy fáciles de confundir.
—No te lo recomiendo, Aurora es un ángel, pero muy celosa con su esposo, ¿verdad hermanito?
—Así como yo con ella —se encoge de hombros y mi madre nos corre de allí. Seguramente se encargará de interrogar a Melike, solo espero que no comience con sus historias de cuando era pequeño.
En le patio todos los hombres me miran y sonríen, creí que se burlarían de mí, pero solo veo que están contentos conmigo. La noche va cayendo y me preocupa que Melike se tenga que ir así, entro a la casa para preguntarle si prefiere que la lleve, pero lo que veo solo me convence de que ella es la mujer de mi vida.
Está cantando con mi madre y mis hermanas, mientras pega más decoraciones en la guirnalda, se ve libre, desenfadada y que en verdad lo está pasando bien.
Nuestros ojos se cruzan, ella me sonríe y no deja de cantar, su voz es melodiosa, realmente hermosa.
—Melike, cántanos alguna canción que te guste, pero de tu país —le pide Francesca y Melike se ríe.
—Mis padres son turcos, pero yo nací aquí.
—Pero debes saberte alguna…
—De hecho, sí —Melike me mira y comienza a cantar una canción que se me hace sensual. Cuando termina, Francesca aplaude y le pregunta cómo se llama—. Hu, la cantante se llama Simge.
—¿Y de qué habla?
—De un amor intenso, de algo que nació solo con una mirada y que ya no se puede contener —y ahora entiendo por qué la cantó sin dejar de mirarme ni un solo momento.
Todas sonríen, me miran y me siento el más afortunado de todos.
Isabella llega a avisarnos que la cena está lista, esta vez no me dice nada como suele hacerlo, se va corriendo a la cocina, seguramente Helen la tiene haciendo alguna cosa importante con ella. Todos nos vamos al comedor, mi madre mira a todos lados y se da cuenta que mi padre no ha llegado.
—Seguramente no tiene idea de qué comprar para contentarme —se ríe—. Se lo merece por desautorizarme.
Nos sentamos a comer sin esperar a mi padre, Melike a mi lado me susurra feliz.
—Mi familia no es así, te juro que amé cómo son.
—Sí, eso dices porque no has compartido con los hombres.
—Melike, ¿qué le viste a mi hermano? —pregunta Fabio muerto de la risa—. Seguro te dijo que estudia arte y eso te enamoró.
—No sé si me enamoró… pero me encantó que fuera caballero y que me explicara la diferencia entre el barroco y la ilustración, el arte en realidad es muy diferente en ambas épocas, pero yo solo veía lo más aburrido, la política, la sociedad, las costumbres.
Fabio abre los ojos, esa es la expresión que pone cuando no entiende nada y todos nos reímos. Ángello le pregunta dónde estudió, porque se le hace conocida, mientras que Piero se dedica a preguntarle por Turquía.
Cuando estamos terminando, mi padre llega y nos mira con el ceño fruncido.
—No me esperaron… ¡Y tenemos invitada!
—Mucho gusto, señor Castelli, la novia de Lorenzo.
—No te pases… Digo, que buena noticia, en verdad… eres la primera novia que trae a casa.
—Sí —dice mi madre haciéndole espacio en la mesa para que se siente a comer—, ya se lo dijo Pía, Francesca, Piero, Fabio y sé que Alex se lo aguantó.
—Pero con su cara lo dijo —se ríe Melike y Ale asiente.
—Papá, ¿y el regalo para mamá?
—Eh… creo que mejor se lo muestro luego.
—¡Ay no, que horror! ¡¡Papá, que tremendo eres!! —reclama Fabio, quien se pone de pie y todos hacemos lo mismo.
Eso quiere decir que todos tienen que escapar esta noche o taparse los oídos, porque esos dos se van a dar gusto. Cuando voy saliendo, escucho que somos unos cínicos y que de otra manera no habríamos llegado al mundo, pero me pierdo de lo demás, porque la risa de Melike me lleva a otro lugar, uno lejos de aquí, un lugar donde solo estamos los dos.
Con Melike dejamos pasar las fiestas para vernos, porque estas siempre suelen pasarse en familia y ninguno de los dos quiere incomodar a nadie. Estoy sentado frente a la piscina leyendo un libro sobre historia del arte, uno que me gusta muchísimo. A mi lado llega Isabella con un libro de cálculo y me río al verla tan concentrada. —¿Entiendes algo de lo que allí dice? —No, pero para eso lo estoy leyendo y te digo que voy bastante bien. —¿Tú crees? Podemos llamar a Piero para que te ponga a prueba… —No es necesario, esta cosa tiene ejercicios para resolver y no me he equivocado en ninguno, solo es cuestión de práctica. —Isabella, estás muy pequeña para eso, ¿por qué quieres saber de cálculo? —Quiero estudiar finanzas o contabilidad, si aprendo ahora será más sencillo. Una vez que termine con este, iré con leyes fiscales, ya verás que seré la mejor —veo el orgullo con lo que dice aquellas palabras y me encanta, para ser tan pequeña, sabe lo que quiere. —Muy bien por ti, pero ahora
Luego de comer unos deliciosos platos marinos a la luz del atardecer, con la brisa moviendo el cabello de mi bella novia, salimos del restaurante para seguir paseando por la ciudad. Vemos que la gente camina de un lado para otro riendo, algunas parejas se toman fotografías felices, mientras que yo solo puedo abrazar a mi chica para decirle cuánto amo estar así con ella. Lo que me sorprende de esta relación es que en verdad es sana, es la primera que tengo así y me gusta. No se trata de sexo ni nada superficial, en verdad me proyecto con ella en el futuro y siento que puedo formar una familia tan sólida como la que tienen mis padres, mis tíos y mi hermano. Nunca creí que llegaría a pensar o a querer algo estable, pero ahora que lo tengo, en verdad lo aprecio mucho. —¿Qué piensas tanto, mi amor? —la voz dulce de Melike me saca de mis pensamientos y le sonrío. —Solo pensaba en lo afortunado que soy, eres la mujer más bella del mundo, inteligente… quiero estar contigo todo el tiempo.
La despedida con Melike es bastante triste, pero esa última sonrisa que me dedica antes de tomar un taxi para irse a su casa me sirve para soportar lo que se viene esta semana. Piero me dice que tal vez debería prestar más atención a la seriedad y compromiso que ella muestra con nuestra relación, a veces mi hermano es profundo, siento que por la experiencia que hemos tenido en la familia acerca de los amores. —Hazme caso, si ella aún no te ha presentado a su familia, es por algo en especial, en las relaciones serias normalmente son las mujeres las que dan ese primer paso. —Piero, ya deja a Lorenzo tranquilo —lo regaña Francesca, que está revolviendo huevos para preparar un omelette—. ¿No has pensado que tal vez la chica se avergüenza un poco de sus padres y por eso no ha llevado a Lorenzo para que los conozca? ¿O tal vez no es de una familia tan adinerada como la nuestra y siente vergüenza por eso? No puedes juzgar a las personas sin saber qué trasfondo hay. —Me temo que todo eso
Me encuentro acostado en la tumbona en el jardín mirando a la nada que me ofrece la sombrilla, pensando en cuándo Melike al final va a regresar. Primero me dijo que se iba por una semana, pero luego me envió un mensaje rápido diciendo que tendría que quedarse cinco días más… Y eso fue hace diez días. No puedo evitar dejar salir un bufido absoluto de frustración, me siento la tumbona y veo que frente a mí está mi hermano Piero. —¿Pensando en tu chica que no ha regresado? —me dice ofreciéndome un jugo de naranja frío que me sienta de maravilla. —Sí —le digo mirando el vaso fijamente—, este viaje no me ha gustado para nada, se está tardando en regresar y yo ya estoy desesperado. —Cálmate, seguramente le surgieron algunos contratiempos y es por eso por lo que no ha podido viajar aún. —Como sea, la extraño demasiado ya quiero que regrese y que al fin podamos hacer algo juntos —suspiro con las ganas de que mi teléfono suene ahora mismo, pero por más que lo miro no lo hace—. Muy pronto
Me despierto como cada día, con esa sensación de vacío. Es algo extraño porque incluso aquellos días en que pude compartir con Melike, en donde me despertaba con ella a mi lado, aun podía sentir esa sensación. Aunque de todas maneras igual me despertaba feliz. Me levanto con cierta pereza y me voy al baño para darme una buena ducha, me coloco un short de tela y una playera un poco casual, en caso de que Melike quiera que nos veamos en algún momento del día. Bajo a la cocina y me doy cuenta de que nadie se ha despertado todavía. Me meto en la nevera para ver qué es lo que puedo prepararme para el desayuno y me decido por un sándwich sencillo de jamón y queso. Helen aparece con su linda sonrisa de cada mañana. Yo me acerco a ella para darle un beso en la frente y decirle buenos días. —Tan guapo —me dice con esa sonrisa pícara—. ¿Piensas salir temprano? —No lo sé, todo depende de Melike si me llama para que nos juntemos en algún lugar —unto mayonesa a mi pan, porque no puedo vivir
Escucho los suaves toques en la puerta y dejo que quien sea entre. Yo me mantengo acostado en la cama, mirando al techo. No sé de qué hora estoy despierto, lo que sí sé es que he estado pensando las mil y una posibilidades de lo que pudo haberle ocurrido a Melike. Mi último mensaje sigue sin llegarle y ella no me ha llamado. Como no sé dónde vive, no tengo idea de si está bien o si algo le ocurrió. No tengo motivos para pensar que pudiese haberme dejado plantado a propósito, así que asumo que fue un asunto de último momento. —Te traje el desayuno —la voz de mi madre me saca de mis cavilaciones, me siento en la cama y recibo la bandeja que me ofrece, veo que el desayuno es para tres y en pocos segundos veo que mi padre también entra. Al parecer esto es serio. —Muchas gracias, madre. No deberías molestarte. —La verdad, sí —dice mi padre—. Anoche te notamos que llegaste temprano y sin querer estar con nosotros, asumí que algo había pasado con Melike, ¿tal vez una pelea? —Nada de eso
Tras esa primera pelea, la reconciliación no se hizo esperar, nos fuimos a un hotel cerca de casa en donde dimos rienda suelta a la pasión toda la tarde, pero ella luego dijo que debía irse porque su padre estaba preguntando dónde estaba metida. Lo cierto es que ya estaba bastante cansado de estar escondido, algo que hoy no ha cambiado para nada. El verano se nos pasó entre sus viajes y las constantes citas a las cuales no llegó. Aunque no puedo negar que la reconciliación después era bastante buena, lo cierto es que nuestra relación no puede basarse sólo en intimidad. Ya tuve muchas de esas y no quiero más Estoy sentado en la cocina, bebiendo una taza de leche caliente y comiendo un sándwich de queso fundido que me ha preparado Helen. Frente a mí está sentada Isabella, quien también está perfectamente peinada y arreglada para ir a su primer día de clases. Yo estoy listo para el ingreso a la universidad y me he comprometido con Helen de llevar a Isabella al colegio. —En verdad mi
Los meses han seguido pasando con más peleas y reconciliaciones sin sentido, porque luego de terminarlas cinco minutos después estamos peleando de nuevo. Tengo una semana sin saber de Melike, no me ha llamado y yo tampoco lo haré porque sé que eso puede meterla en problemas con su padre. Estoy tirado en mi cama, pensando miles de cosas, estos últimos meses han sido complicados para mí, pero trato de no pensar mucho en lo malo, sino en lo bueno. Se me viene a la mente la boda de mi hermana Francesca, que se casó con su profesor de la universidad sin pensárselo dos veces, sin miedo a nada, mientras que yo estuve solo porque mi novia no quiso estar conmigo. De pronto, oigo que llaman a la puerta, me pongo de pie para ver quién es y veo a Helen algo preocupada. —¿Pasa algo? —Mi ’jo, la señorita Melike está allá abajo, se ve muy mal y dice que necesita hablar contigo urgente. —Pero yo no quiero, de verdad que no… —Lorenzo, es mejor que vayas, parece enferma y… ve con ella. Abro tod