Los meses se van pasando, mientras trato de seguir con mi vida de la manera más tranquila posible, evadiendo las fiestas, periodo en el que me he dado cuenta de que aquellos «amigos» que tenía, nunca lo fueron en verdad.
Pero no es algo que me preocupe ahora, porque la relación con mi familia ha mejorado bastante. Ahora los veo de una manera muy diferente, ellos se preocupan de mí y yo de ellos, estamos todo lo que podemos juntos, aun cuando uno de ellos nos falta y al parecer otra más se irá, ya que Pía quiere su propio espacio para estar con Ángello y sus bebés.
Hoy se han suspendido las clases en la facultad, por un corte en el suministro de agua que no estaba programado. Me subo al auto pensando en que no quiero ir a casa aún, así que tomo la ruta a uno de mis lugares favoritos, el mirador en el cerro Santa Lucía.
Mi madre me dice que allí descubrió dos cosas el mismo día: que mi padre tiene los ojos como el cielo de Florencia en un día de sol, y que él era el hombre de su vida.
Al bajar del auto, me voy directo a la cima, en donde me quedo observando la ciudad unos minutos y decido que por la noche iré a algún lugar que sea tranquilo, seguro Pía o Agustín saben de alguno, ellos han visitado varios y sé que no tendré problemas para pasar desapercibido.
Necesito despejarme, pero no de la misma manera en que lo hacía antes.
Cuando siento que ya he tenido suficiente de aire puro y de planes para mi futuro, tomo el rumbo de regreso al auto, le envío un mensaje a mi madre y me pierdo en la ciudad de regreso a mi hogar. Al llegar, le escribo a mi hermana para que me recomiende un lugar y, tras decirme a dónde puedo ir, me ruega que me cuide.
Sí, ahora todos me ven de una manera diferente, ya no soy la oveja negra de la familia, sino el más sentimental, porque en realidad todo me afecta de una manera diferente.
Me voy directo a mi cuarto, busco la ropa que me pondré por la noche y me doy cuenta de que mi camisa favorita no está, hasta que recuerdo la usé hace un par de días, así que me voy a buscar a Helen para preguntarle por ella y si es que consiguió lavarla o de una vez elegir algo más.
Al llegar a la cocina, la escucho regañar a Isabella, trato de no meterme, pero cuando oigo el motivo, no puedo quedarme ajeno.
—¡No puedo creer que te suspendieran por golpear a ese chico! ¡¿Acaso te gusta?!
—Y yo no puedo creer que mi madre me haga esa pregunta, te he dicho cientos de veces que ese chico me molesta y hoy en verdad me colmó la paciencia, porque me insultó con lo que más me importa.
—No me digas que se metió con tu cabello, porque en verdad que te ganas el par de nalgadas que no te di de pequeña.
—¿Mi cabello? ¿Crees que eso es lo que más me importa? No, mamá, eres tú… ese mocoso idiota se metió contigo, me dijo que eras nadie y que por eso los profesores no te hacían caso cuando les reclamas porque ellos me molestan.
Puedo ver el dolor en la cara de Helen, pero más en el rostro de Isabella.
Ahora mismo soy un pacifista, pero estoy de acuerdo con que el chico se merecía el golpe que le haya dado Isabella.
—Isabella —le digo con tranquilidad, mientras me preparo un sándwich—. Quiero que me des el nombre de ese chico.
—Joven Lorenzo, no se preocupe, yo misma arreglaré esto, aunque sé que no le levantarán la suspensión.
—No, no lo harán, porque lo que haremos será cambiarla de ese colegio clasista, hablaré con el director de la escuela en donde está Fabio.
—Yo no puedo pagar ese colegio.
—¿Acaso he dicho que deberás pagarlo? Ni tú ni Isabella se merecen ese trato tan odioso, mi niña se irá de allí, no se hable más… pero primero me oirán, ya verás.
—Tú no eres su apoderado suplente.
—¿Y quién es?
—Nadie, solo yo…
—Bueno, ahora mismo me vas a dejar como apoderado suplente, así mañana yo me voy con todo —le doy una mordida a mi pan, saco mi teléfono y llamo a mi padre para que me ayude a hacerle un espacio a Isabella.
Me dice que sí de inmediato y en veinte minutos tenemos solucionado el colegio para Isabella. Ella llora bajito, Helen ha sido dura y no se ha molestado en conocer las verdaderas razones. Me mira con dureza, porque no le gusta que se metan en la crianza de su hija, la abrazo para aplacar ese enojo y le digo con cariño.
—Que conste que venía a preguntar por mi camisa favorita, pero no me gustó que la regañaras sin saber realmente lo que pasó. Isabella no es una niña mentirosa, ni tampoco problemática, no actúes sin saber sus razones antes.
—Y tú no vuelvas a decidir por ella, porque su madre soy yo. No la cambiaré de escuela.
—¿Y dejarás que siga con esos compañeros tan odiosos? ¿Tienes idea de que un día tu niña puede explotar y tomar una decisión drástica? Eso está afectando su autoestima, es inteligente y se merece que en el futuro su seguridad sea la de una mujer genial, no la de una mujer asustadiza.
Me hace una mueca con la boca, pero asiente. Pero con el uslero me advierte que sea la última vez que me meta en sus cosas con Isabella. Cuando estoy saliendo de la cocina, Isabella me tira de la playera y me entrega la camisa limpia.
—Espero que no sea para ir a hacer de las tuyas —me advierte Helen nuevamente.
—Me portaré bien, iré a un lugar muy tranquilo que me recomendó Pía, y ella sabe de esas cosas, recuerda que a Ángello no le gustaba ir a sitios muy escandalosos.
Le revuelvo el cabello a Isabella y me voy a la habitación un rato.
Ya por la tarde noche, me despido de mis padres, quienes me piden que si bebo no conduzca, que llame un taxi o a ellos para ir por mí, pero en verdad estoy en plan de no beber, solo quiero ver gente, aunque la gente no me vea a mí.
Se ve deprimente, pero eso es lo que pasó luego que se esparciera la noticia del embarazo de esa loca y de que yo ya no fuera más a las fiestas.
Las mismas chicas que antes me miraban con deseo, ahora lo hacían con desprecio, según Francesca por eso de la solidaridad femenina, pero que no las tomara en cuenta, porque estaban todas igual de locas.
Me subo a mi auto, conduzco con cautela y llego al lugar, que afortunadamente está muy cerca de la casa. Busco dónde estacionarme y camino hasta el local, al entrar la música no es muy alta, busco dónde ubicarme y elijo un espacio alejado de todo.
Uno de los chicos que trabaja allí se acerca para pedir mi orden y agradezco que también sirvan comida, así que pido una tabla con distintas cosas para comer y una limonada con menta y hielo. Lo primero en llegar es la limonada, comienza a revisar mi teléfono, donde los mensajes de una de mis primas en el grupo familiar me hacen reír.
Y esa risa provoca que una voz angelical llame por completo mi atención.
—¡Que lindo sonido! Bendita sea la persona que te provocó aquella risa tan linda —me giro para ver a la mujer más linda que he conocido.
Sus ojos se ven de un marrón claro, sus labios como un corazoncito que quisiera besar y su sonrisa que podría dejármela pegada en el techo para dormir cada noche.
—Solo es una risa, nada del otro mundo —le digo poniéndome de pie y noto que ella debe verme hacia arriba—. Pero esa sonrisa… podría detener el mundo si quisiera.
La veo sonrojarse y así se ve más hermosa todavía. Nos quedamos así unos segundos, hasta que ella rompe el silencio.
—Mi nombre es Melike, mucho gusto.
—El mío es Lorenzo —le digo ofreciéndole mi mano y en cuanto la toco, siento algo más—. ¿Te vas?
—Sí, la persona que estaba esperando no llegará.
—Que lástima, ¿no te gustaría quedarte a compartir algo de comida y risas?
Ella se me queda viendo con intensidad, no sé si esa persona es una amiga o su novio o alguien que iba a conocer, pero deseo que en verdad se quede conmigo. Vuelve a sonreír y se sienta, hago lo mismo y ella comienza una conversación muy interesante.
La hora se nos pasa volando, sin que podamos darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. Nuestros teléfonos suenan al mismo tiempo y nos reímos, a ella le escribe su madre y a mí, mi padre. Le respondo que en unos minutos me iré a casa, la miro y veo que ella también tiene que irse.
—Supongo que no podíamos quedarnos a hablar por el resto de la noche —le digo haciéndole el gesto al chico para que traiga la cuenta.
—Pero espero que un día sí pueda ser así —le dice ella, mordiéndose el labio y puedo ver que no quiere irse.
—Si me das tu teléfono y yo el mío… creo que podríamos hacerlo, ¿no te parece?
Ella asiente, me quita mi teléfono, lo desbloqueo y anota su número, llama para guardar el mío y me manda un emoji de la luna.
—Es un hecho, Lorenzo —se gira para irse, pero se detiene, la veo dudar, pero se regresa y sé lo que viene a hacer, por eso la tomo de la cintura y la atrapo cuando me besa.
Es suave, dulce, me envuelve en una nube de calidez que hace mucho no sentía… bueno, en realidad nunca la sentí con una mujer. Cuando se separa, me ve a los ojos y sonríe.
—Espero tu llamado…
—Lo recibirás.
Se va de allí, mientras me quedo flotando. Solo por eso debería llamar a mi padre para que venga por mí. Luego de pagar, salgo de allí directo a mi auto, pero sin quitarme la sonrisa de encima. Al llegar a casa, mi padre me está esperando, al verme no puede evitar sonreír también y me pregunta.
—¿Y esa cara?
—Ha sido la mejor salida que he tenido.
—Vaya, quiero que me cuentes, ¿por qué piensas eso?
—Porque creo que conocí a la mujer de mi vida, papá… y es perfecta.
Estos días se me vuelven una locura, entre todos los preparativos de las fiestas familiares y es que somos tantos, que ya casi no cabemos en ninguna parte.De pronto, recibo un mensaje y veo que es de Melike, me doy una palmada en la frente porque no la he llamado, hace cinco días que nos conocimos y se supone que sería yo quién la llamaría, así que lo hago. Ella responde en el primer repique.—Lo sé, soy un idiota, pero te juro que he estado tan ocupado que olvidé llamarte y… —las palabras me salen una tras otra, pero Melike me interrumpe.—Oye, tranquilo… mi teléfono se dañó y recién hoy pude reponerlo, pero me alegra que seas sincero.—¿Podemos vernos mañana? —le pregunto con una sonrisa y sé que ella sonríe igual.—¿Y no puede ser hoy? —por una razón extraña salto y Piero me ve raro.—Sí, claro que sí, déjame delegar algunas cosas, es que mi madre nos dio ciertas tareas a cada uno y no podemos dejar de hacerlas.—Avísame si lo consigues, en verdad quiero verte.Cuelgo y me voy a l
Con Melike dejamos pasar las fiestas para vernos, porque estas siempre suelen pasarse en familia y ninguno de los dos quiere incomodar a nadie. Estoy sentado frente a la piscina leyendo un libro sobre historia del arte, uno que me gusta muchísimo. A mi lado llega Isabella con un libro de cálculo y me río al verla tan concentrada. —¿Entiendes algo de lo que allí dice? —No, pero para eso lo estoy leyendo y te digo que voy bastante bien. —¿Tú crees? Podemos llamar a Piero para que te ponga a prueba… —No es necesario, esta cosa tiene ejercicios para resolver y no me he equivocado en ninguno, solo es cuestión de práctica. —Isabella, estás muy pequeña para eso, ¿por qué quieres saber de cálculo? —Quiero estudiar finanzas o contabilidad, si aprendo ahora será más sencillo. Una vez que termine con este, iré con leyes fiscales, ya verás que seré la mejor —veo el orgullo con lo que dice aquellas palabras y me encanta, para ser tan pequeña, sabe lo que quiere. —Muy bien por ti, pero ahora
Luego de comer unos deliciosos platos marinos a la luz del atardecer, con la brisa moviendo el cabello de mi bella novia, salimos del restaurante para seguir paseando por la ciudad. Vemos que la gente camina de un lado para otro riendo, algunas parejas se toman fotografías felices, mientras que yo solo puedo abrazar a mi chica para decirle cuánto amo estar así con ella. Lo que me sorprende de esta relación es que en verdad es sana, es la primera que tengo así y me gusta. No se trata de sexo ni nada superficial, en verdad me proyecto con ella en el futuro y siento que puedo formar una familia tan sólida como la que tienen mis padres, mis tíos y mi hermano. Nunca creí que llegaría a pensar o a querer algo estable, pero ahora que lo tengo, en verdad lo aprecio mucho. —¿Qué piensas tanto, mi amor? —la voz dulce de Melike me saca de mis pensamientos y le sonrío. —Solo pensaba en lo afortunado que soy, eres la mujer más bella del mundo, inteligente… quiero estar contigo todo el tiempo.
La despedida con Melike es bastante triste, pero esa última sonrisa que me dedica antes de tomar un taxi para irse a su casa me sirve para soportar lo que se viene esta semana. Piero me dice que tal vez debería prestar más atención a la seriedad y compromiso que ella muestra con nuestra relación, a veces mi hermano es profundo, siento que por la experiencia que hemos tenido en la familia acerca de los amores. —Hazme caso, si ella aún no te ha presentado a su familia, es por algo en especial, en las relaciones serias normalmente son las mujeres las que dan ese primer paso. —Piero, ya deja a Lorenzo tranquilo —lo regaña Francesca, que está revolviendo huevos para preparar un omelette—. ¿No has pensado que tal vez la chica se avergüenza un poco de sus padres y por eso no ha llevado a Lorenzo para que los conozca? ¿O tal vez no es de una familia tan adinerada como la nuestra y siente vergüenza por eso? No puedes juzgar a las personas sin saber qué trasfondo hay. —Me temo que todo eso
Me encuentro acostado en la tumbona en el jardín mirando a la nada que me ofrece la sombrilla, pensando en cuándo Melike al final va a regresar. Primero me dijo que se iba por una semana, pero luego me envió un mensaje rápido diciendo que tendría que quedarse cinco días más… Y eso fue hace diez días. No puedo evitar dejar salir un bufido absoluto de frustración, me siento la tumbona y veo que frente a mí está mi hermano Piero. —¿Pensando en tu chica que no ha regresado? —me dice ofreciéndome un jugo de naranja frío que me sienta de maravilla. —Sí —le digo mirando el vaso fijamente—, este viaje no me ha gustado para nada, se está tardando en regresar y yo ya estoy desesperado. —Cálmate, seguramente le surgieron algunos contratiempos y es por eso por lo que no ha podido viajar aún. —Como sea, la extraño demasiado ya quiero que regrese y que al fin podamos hacer algo juntos —suspiro con las ganas de que mi teléfono suene ahora mismo, pero por más que lo miro no lo hace—. Muy pronto
Me despierto como cada día, con esa sensación de vacío. Es algo extraño porque incluso aquellos días en que pude compartir con Melike, en donde me despertaba con ella a mi lado, aun podía sentir esa sensación. Aunque de todas maneras igual me despertaba feliz. Me levanto con cierta pereza y me voy al baño para darme una buena ducha, me coloco un short de tela y una playera un poco casual, en caso de que Melike quiera que nos veamos en algún momento del día. Bajo a la cocina y me doy cuenta de que nadie se ha despertado todavía. Me meto en la nevera para ver qué es lo que puedo prepararme para el desayuno y me decido por un sándwich sencillo de jamón y queso. Helen aparece con su linda sonrisa de cada mañana. Yo me acerco a ella para darle un beso en la frente y decirle buenos días. —Tan guapo —me dice con esa sonrisa pícara—. ¿Piensas salir temprano? —No lo sé, todo depende de Melike si me llama para que nos juntemos en algún lugar —unto mayonesa a mi pan, porque no puedo vivir
Escucho los suaves toques en la puerta y dejo que quien sea entre. Yo me mantengo acostado en la cama, mirando al techo. No sé de qué hora estoy despierto, lo que sí sé es que he estado pensando las mil y una posibilidades de lo que pudo haberle ocurrido a Melike. Mi último mensaje sigue sin llegarle y ella no me ha llamado. Como no sé dónde vive, no tengo idea de si está bien o si algo le ocurrió. No tengo motivos para pensar que pudiese haberme dejado plantado a propósito, así que asumo que fue un asunto de último momento. —Te traje el desayuno —la voz de mi madre me saca de mis cavilaciones, me siento en la cama y recibo la bandeja que me ofrece, veo que el desayuno es para tres y en pocos segundos veo que mi padre también entra. Al parecer esto es serio. —Muchas gracias, madre. No deberías molestarte. —La verdad, sí —dice mi padre—. Anoche te notamos que llegaste temprano y sin querer estar con nosotros, asumí que algo había pasado con Melike, ¿tal vez una pelea? —Nada de eso
Tras esa primera pelea, la reconciliación no se hizo esperar, nos fuimos a un hotel cerca de casa en donde dimos rienda suelta a la pasión toda la tarde, pero ella luego dijo que debía irse porque su padre estaba preguntando dónde estaba metida. Lo cierto es que ya estaba bastante cansado de estar escondido, algo que hoy no ha cambiado para nada. El verano se nos pasó entre sus viajes y las constantes citas a las cuales no llegó. Aunque no puedo negar que la reconciliación después era bastante buena, lo cierto es que nuestra relación no puede basarse sólo en intimidad. Ya tuve muchas de esas y no quiero más Estoy sentado en la cocina, bebiendo una taza de leche caliente y comiendo un sándwich de queso fundido que me ha preparado Helen. Frente a mí está sentada Isabella, quien también está perfectamente peinada y arreglada para ir a su primer día de clases. Yo estoy listo para el ingreso a la universidad y me he comprometido con Helen de llevar a Isabella al colegio. —En verdad mi