Con Melike dejamos pasar las fiestas para vernos, porque estas siempre suelen pasarse en familia y ninguno de los dos quiere incomodar a nadie.
Estoy sentado frente a la piscina leyendo un libro sobre historia del arte, uno que me gusta muchísimo. A mi lado llega Isabella con un libro de cálculo y me río al verla tan concentrada.
—¿Entiendes algo de lo que allí dice?
—No, pero para eso lo estoy leyendo y te digo que voy bastante bien.
—¿Tú crees? Podemos llamar a Piero para que te ponga a prueba…
—No es necesario, esta cosa tiene ejercicios para resolver y no me he equivocado en ninguno, solo es cuestión de práctica.
—Isabella, estás muy pequeña para eso, ¿por qué quieres saber de cálculo?
—Quiero estudiar finanzas o contabilidad, si aprendo ahora será más sencillo. Una vez que termine con este, iré con leyes fiscales, ya verás que seré la mejor —veo el orgullo con lo que dice aquellas palabras y me encanta, para ser tan pequeña, sabe lo que quiere.
—Muy bien por ti, pero ahora deberías dejar eso de lado un rato y disfrutar de la piscina.
—Mi madre me dijo que no puedo, a menos que me inviten.
—¡Yo te estoy invitando! —le digo riéndome y ella niega.
—No, tú me estás mandando a meterme allí.
—Ok, niña lista… —dejo el libro de lado y me pongo de pie, le extiendo la mano y ella me la da—. ¿Quieres ir a la piscina conmigo?
—Claro que sí.
Yo solo ruedo los ojos, ella se quita el vestido y la veo con su traje de baño, no puedo evitar reírme porque la condenada ha venido preparada. Yo me quito la playera y nos vamos a la piscina, allí nos reímos, nos tiramos un poco de agua y luego comenzamos a jugar con uno de los balones inflables.
Al poco rato llegan Francesca y Piero, quienes se nos unen felices. Isabella se ríe por la manera en que Francesca se ríe de Piero, es tan blanco que parece papel. Luego se nos une Fabio y pronto se inicia la algarabía en la piscina.
Nos lo estamos pasando super bien, veo que Isabella se relaja un poco cuando estamos así, sin su madre cerca. Helen es adorable, pero con su hija es demasiado estricta, eso creo.
De pronto, Isabella se queja de dolor en el vientre, me acerco a ella para sostenerla, la saco de la piscina antes de que ocurra algo más grave y Francesca la envuelve en una toalla para luego llevarla adentro.
—¿Será que comió algo antes de meterse? —pregunta Fabio y yo niego.
—Aquí llegó leyendo un libro… —Francesca sale de allí preocupada y yo me salgo de un salto—. ¿Le pasa algo grave?
—Ven —me dice alejándome de la piscina y me dice bajito—. A la pobre le llegó su periodo por primera vez.
—Carajo, ¿y Helen?
—No está, salió con mamá a comprar algunas cosas, yo no tengo nada para ella, ¿crees que puedas ir por, ya sabes, toallas femeninas?
—Claro, voy enseguida.
—¿No te vas a cambiar? Vas a mojar tu preciado auto —se burla ella entrando conmigo a la casa.
—Eso no importa ahora, Francesca —la veo con el teléfono en la mano y luego me muestra una imagen.
—Pueden ser de estas o estas, además tráele chocolates, un calentador de semillas y ve tú qué otra cosa, la pobre está asustada.
—Bien…
Salgo de la casa colocándome la playera que no sé en qué momento tomé. Me subo al auto y salgo rápido de la casa, me meto a la primera farmacia que encuentro, la que afortunadamente está a menos de diez minutos de la casa.
Comienzo a buscar lo que Francesca me dijo que podía llevarle y tomo los dos tipos que me mostró, aunque en realidad son decenas los que encuentro. Luego voy por lo demás que pidió, pago en la caja y salgo de allí mirando qué otra cosa podría llevarle. Veo una tienda en donde venden peluches, sé que a Isabella le encantan, así que entro sin dudarlo.
Observo con detenimiento cada uno, hasta que doy con un perro con cara de pena, es tierno, así que seguro le gustará.
Me voy a la casa rápido, llego allí y corro hasta el baño de invitados, donde Francesca está con Isabella.
—¿Cómo está?
—Bien, dentro de lo que se puede, esa cosa duele mucho, pero al menos se ha aguantado las lágrimas.
Me quita solo las toallas femeninas, se encierra en el baño y yo me quedo allí esperándolas, sin dejar de pensar que esto no lo hice jamás por mis hermanas. Aunque, a mi favor está que antes era un completo imbécil.
Varios minutos después las dos salen del baño, Isabella me ve y se sonroja, yo le doy los chocolates y el perro, pero en realidad se aferra al perro.
—¡Que lindo! Gracias…
—Es para cuando te duela, lo aprietes mucho, aunque ahora haremos algo para que pase el dolor, ¿verdad Francesca?
—Sí, tú te irás a la cama y yo te llevaré el calentador, verás que se pasará.
Sin pensarlo dos veces, la tomo entre mis brazos, ella aferrada a su peluche, y la llevo hasta su cuarto. Me quedo con ella hasta que llega Francesca y las dejo solas, eso ya es cosa de chicas.
Voy por mi teléfono, el que no he visto en todo este rato porque me lo olvidé en la piscina.
Nada más tomarlo, veo las llamadas de Melike, Piero y Fabio me preguntan por Isabella, pero les digo que no sean chismosos. Llamo a mi novia y ella me responde risueña.
—¡Al fin! Casi me voy de paseo yo sola.
—Lo siento, mi amor, es que tuve una emergencia en casa y tuve que salir, me olvidé de llevar el teléfono conmigo. ¿A dónde quieres ir?
—A la playa, ¿quieres ir conmigo?
—¡Por supuesto! Me cambiaré y me reúno contigo donde me digas que vaya.
—En el Hyatt, tuvimos un problema en casa y nos estamos hospedando aquí, por eso decidí irme a la playa. Estoy aburrida.
—Listo, allá te veré, dame treinta minutos para cambiarme y arreglar un bolso pequeño, luego de eso a donde quieras.
—Te espero, amor.
Corro a mi cuarto, llamo a mi madre para decirle que me iré a la playa y me encuentro a mi padre en el camino.
—¿Pasa algo?
—Me voy a la playa con Melike.
—¿Cuántos días?
—No tengo idea, solo sé que me voy. Cuando sepa en dónde estaré y cuánto me quedaré, te aviso de inmediato.
Asiente de mala gana, pero no me pueden negar que vaya con ella, después de todo ella me ha cambiado en muchos aspectos. Me baño muy rápido, me visto y meto lo que encuentro en un bolso pequeño. Reviso mis documentos, dinero, tarjetas y salgo de allí con rumbo a buscar a mi chica.
Me la encuentro en la entrada del hotel sonriente como siempre, hermosa y solo para mí. Se sube animada, me da un beso profundo y cuando se separa, me dice animada.
—Iremos a Viña del Mar, ¿te parece?
—Me encanta la idea —le digo igual de animado.
—Fabuloso, vámonos de una vez entonces.
Tomamos el rumbo hacia el norte y salimos de la ciudad, todo el trayecto es hablar de nuestros días, de lo que le pasó a su casa y de por qué no le respondí el teléfono.
—Eres muy dulce, Lorenzo, lo que hiciste por ella fue muy lindo.
—Mis exnovias no dirían lo mismo, te lo puedo asegurar —me río, pero al no sentir su risa, la mira un segundo y la veo molesta—. ¿Pasa algo amor?
—No me hables de tus exnovias, me dan celos.
—Ellas son pasado, ahora solo importa mi bella Melike, la niña de mis ojos.
Me sonríe como la consentida que es y seguimos hablando de otras cosas. Cuando llegamos a la ciudad, me dice que nos vayamos a cierto lugar, allí hay unas cabañas muy bellas y resulta que la señorita ya había hecho reservación.
Nada más entrar se me cuelga del cuello, tomándome por sorpresa, recibo sus labios que están cálidos y húmedos. Mis brazos la rodean por la cintura para pegarla a mi cuerpo, aparta su rostro un poco y me mira a los ojos.
—Te amo, Lorenzo, como no puedes imaginarte, por ti estoy dispuesta a lo que sea porque eres el chico más sincero y real que he conocido.
—Y yo te amo, mi Melike, la mujer de mi vida.
—Vamos a comer algo, tengo hambre. Por aquí cerca hay un restaurante.
Tira de mí y salimos de la cabaña, caminamos hasta donde quiere ir mientras yo me siento el hombre más afortunado por tenerla a mi lado, por caminar de la mano con ella.
Luego de comer unos deliciosos platos marinos a la luz del atardecer, con la brisa moviendo el cabello de mi bella novia, salimos del restaurante para seguir paseando por la ciudad. Vemos que la gente camina de un lado para otro riendo, algunas parejas se toman fotografías felices, mientras que yo solo puedo abrazar a mi chica para decirle cuánto amo estar así con ella. Lo que me sorprende de esta relación es que en verdad es sana, es la primera que tengo así y me gusta. No se trata de sexo ni nada superficial, en verdad me proyecto con ella en el futuro y siento que puedo formar una familia tan sólida como la que tienen mis padres, mis tíos y mi hermano. Nunca creí que llegaría a pensar o a querer algo estable, pero ahora que lo tengo, en verdad lo aprecio mucho. —¿Qué piensas tanto, mi amor? —la voz dulce de Melike me saca de mis pensamientos y le sonrío. —Solo pensaba en lo afortunado que soy, eres la mujer más bella del mundo, inteligente… quiero estar contigo todo el tiempo.
La despedida con Melike es bastante triste, pero esa última sonrisa que me dedica antes de tomar un taxi para irse a su casa me sirve para soportar lo que se viene esta semana. Piero me dice que tal vez debería prestar más atención a la seriedad y compromiso que ella muestra con nuestra relación, a veces mi hermano es profundo, siento que por la experiencia que hemos tenido en la familia acerca de los amores. —Hazme caso, si ella aún no te ha presentado a su familia, es por algo en especial, en las relaciones serias normalmente son las mujeres las que dan ese primer paso. —Piero, ya deja a Lorenzo tranquilo —lo regaña Francesca, que está revolviendo huevos para preparar un omelette—. ¿No has pensado que tal vez la chica se avergüenza un poco de sus padres y por eso no ha llevado a Lorenzo para que los conozca? ¿O tal vez no es de una familia tan adinerada como la nuestra y siente vergüenza por eso? No puedes juzgar a las personas sin saber qué trasfondo hay. —Me temo que todo eso
Me encuentro acostado en la tumbona en el jardín mirando a la nada que me ofrece la sombrilla, pensando en cuándo Melike al final va a regresar. Primero me dijo que se iba por una semana, pero luego me envió un mensaje rápido diciendo que tendría que quedarse cinco días más… Y eso fue hace diez días. No puedo evitar dejar salir un bufido absoluto de frustración, me siento la tumbona y veo que frente a mí está mi hermano Piero. —¿Pensando en tu chica que no ha regresado? —me dice ofreciéndome un jugo de naranja frío que me sienta de maravilla. —Sí —le digo mirando el vaso fijamente—, este viaje no me ha gustado para nada, se está tardando en regresar y yo ya estoy desesperado. —Cálmate, seguramente le surgieron algunos contratiempos y es por eso por lo que no ha podido viajar aún. —Como sea, la extraño demasiado ya quiero que regrese y que al fin podamos hacer algo juntos —suspiro con las ganas de que mi teléfono suene ahora mismo, pero por más que lo miro no lo hace—. Muy pronto
Me despierto como cada día, con esa sensación de vacío. Es algo extraño porque incluso aquellos días en que pude compartir con Melike, en donde me despertaba con ella a mi lado, aun podía sentir esa sensación. Aunque de todas maneras igual me despertaba feliz. Me levanto con cierta pereza y me voy al baño para darme una buena ducha, me coloco un short de tela y una playera un poco casual, en caso de que Melike quiera que nos veamos en algún momento del día. Bajo a la cocina y me doy cuenta de que nadie se ha despertado todavía. Me meto en la nevera para ver qué es lo que puedo prepararme para el desayuno y me decido por un sándwich sencillo de jamón y queso. Helen aparece con su linda sonrisa de cada mañana. Yo me acerco a ella para darle un beso en la frente y decirle buenos días. —Tan guapo —me dice con esa sonrisa pícara—. ¿Piensas salir temprano? —No lo sé, todo depende de Melike si me llama para que nos juntemos en algún lugar —unto mayonesa a mi pan, porque no puedo vivir
Escucho los suaves toques en la puerta y dejo que quien sea entre. Yo me mantengo acostado en la cama, mirando al techo. No sé de qué hora estoy despierto, lo que sí sé es que he estado pensando las mil y una posibilidades de lo que pudo haberle ocurrido a Melike. Mi último mensaje sigue sin llegarle y ella no me ha llamado. Como no sé dónde vive, no tengo idea de si está bien o si algo le ocurrió. No tengo motivos para pensar que pudiese haberme dejado plantado a propósito, así que asumo que fue un asunto de último momento. —Te traje el desayuno —la voz de mi madre me saca de mis cavilaciones, me siento en la cama y recibo la bandeja que me ofrece, veo que el desayuno es para tres y en pocos segundos veo que mi padre también entra. Al parecer esto es serio. —Muchas gracias, madre. No deberías molestarte. —La verdad, sí —dice mi padre—. Anoche te notamos que llegaste temprano y sin querer estar con nosotros, asumí que algo había pasado con Melike, ¿tal vez una pelea? —Nada de eso
Tras esa primera pelea, la reconciliación no se hizo esperar, nos fuimos a un hotel cerca de casa en donde dimos rienda suelta a la pasión toda la tarde, pero ella luego dijo que debía irse porque su padre estaba preguntando dónde estaba metida. Lo cierto es que ya estaba bastante cansado de estar escondido, algo que hoy no ha cambiado para nada. El verano se nos pasó entre sus viajes y las constantes citas a las cuales no llegó. Aunque no puedo negar que la reconciliación después era bastante buena, lo cierto es que nuestra relación no puede basarse sólo en intimidad. Ya tuve muchas de esas y no quiero más Estoy sentado en la cocina, bebiendo una taza de leche caliente y comiendo un sándwich de queso fundido que me ha preparado Helen. Frente a mí está sentada Isabella, quien también está perfectamente peinada y arreglada para ir a su primer día de clases. Yo estoy listo para el ingreso a la universidad y me he comprometido con Helen de llevar a Isabella al colegio. —En verdad mi
Los meses han seguido pasando con más peleas y reconciliaciones sin sentido, porque luego de terminarlas cinco minutos después estamos peleando de nuevo. Tengo una semana sin saber de Melike, no me ha llamado y yo tampoco lo haré porque sé que eso puede meterla en problemas con su padre. Estoy tirado en mi cama, pensando miles de cosas, estos últimos meses han sido complicados para mí, pero trato de no pensar mucho en lo malo, sino en lo bueno. Se me viene a la mente la boda de mi hermana Francesca, que se casó con su profesor de la universidad sin pensárselo dos veces, sin miedo a nada, mientras que yo estuve solo porque mi novia no quiso estar conmigo. De pronto, oigo que llaman a la puerta, me pongo de pie para ver quién es y veo a Helen algo preocupada. —¿Pasa algo? —Mi ’jo, la señorita Melike está allá abajo, se ve muy mal y dice que necesita hablar contigo urgente. —Pero yo no quiero, de verdad que no… —Lorenzo, es mejor que vayas, parece enferma y… ve con ella. Abro tod
Ella ve a su padre con los ojos a punto de salir de sus cuencas mientras niega con vehemencia, pero su padre no se detiene y no sé por qué si a penas lo conozco de hace cinco minutos, pero le creo más a él —Sabes que ese muchacho es de honor y me confesó que ustedes estaban teniendo intimidad, además de que con él perdiste la virginidad hace meses. —¿Qué? —le pregunto a ella, que no deja de mirarme con miedo—. Se supone que yo fui tu primera vez. Eso es lo que me dijiste… ¡Yo mismo lo comprobé! —Esta chiquilla tiene mil manera de fingir toda su vida, lo aprendió de su verdadera madre —el hombre se acerca a mí sin titubear y mi padre se para a mi lado, sé que está listo para darle su merecido al hombre si llega a tocarme un pelo. «Melike salió tan descarriada como su madre, la encontré con un novio que tenía sin mi consentimiento. En aquella oportunidad la castigué y la mandé a una himenoplastia, con la esperanza de que no volvería a hacerlo hasta que lograra encontrarle un buen ho