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Capítulo 5: Una escapada a la playa

Con Melike dejamos pasar las fiestas para vernos, porque estas siempre suelen pasarse en familia y ninguno de los dos quiere incomodar a nadie.

Estoy sentado frente a la piscina leyendo un libro sobre historia del arte, uno que me gusta muchísimo. A mi lado llega Isabella con un libro de cálculo y me río al verla tan concentrada.

—¿Entiendes algo de lo que allí dice?

—No, pero para eso lo estoy leyendo y te digo que voy bastante bien.

—¿Tú crees? Podemos llamar a Piero para que te ponga a prueba…

—No es necesario, esta cosa tiene ejercicios para resolver y no me he equivocado en ninguno, solo es cuestión de práctica.

—Isabella, estás muy pequeña para eso, ¿por qué quieres saber de cálculo?

—Quiero estudiar finanzas o contabilidad, si aprendo ahora será más sencillo. Una vez que termine con este, iré con leyes fiscales, ya verás que seré la mejor —veo el orgullo con lo que dice aquellas palabras y me encanta, para ser tan pequeña, sabe lo que quiere.

—Muy bien por ti, pero ahora deberías dejar eso de lado un rato y disfrutar de la piscina.

—Mi madre me dijo que no puedo, a menos que me inviten.

—¡Yo te estoy invitando! —le digo riéndome y ella niega.

—No, tú me estás mandando a meterme allí.

—Ok, niña lista… —dejo el libro de lado y me pongo de pie, le extiendo la mano y ella me la da—. ¿Quieres ir a la piscina conmigo?

—Claro que sí.

Yo solo ruedo los ojos, ella se quita el vestido y la veo con su traje de baño, no puedo evitar reírme porque la condenada ha venido preparada. Yo me quito la playera y nos vamos a la piscina, allí nos reímos, nos tiramos un poco de agua y luego comenzamos a jugar con uno de los balones inflables.

Al poco rato llegan Francesca y Piero, quienes se nos unen felices. Isabella se ríe por la manera en que Francesca se ríe de Piero, es tan blanco que parece papel. Luego se nos une Fabio y pronto se inicia la algarabía en la piscina.

Nos lo estamos pasando super bien, veo que Isabella se relaja un poco cuando estamos así, sin su madre cerca. Helen es adorable, pero con su hija es demasiado estricta, eso creo.

De pronto, Isabella se queja de dolor en el vientre, me acerco a ella para sostenerla, la saco de la piscina antes de que ocurra algo más grave y Francesca la envuelve en una toalla para luego llevarla adentro.

—¿Será que comió algo antes de meterse? —pregunta Fabio y yo niego.

—Aquí llegó leyendo un libro… —Francesca sale de allí preocupada y yo me salgo de un salto—. ¿Le pasa algo grave?

—Ven —me dice alejándome de la piscina y me dice bajito—. A la pobre le llegó su periodo por primera vez.

—Carajo, ¿y Helen?

—No está, salió con mamá a comprar algunas cosas, yo no tengo nada para ella, ¿crees que puedas ir por, ya sabes, toallas femeninas?

—Claro, voy enseguida.

—¿No te vas a cambiar? Vas a mojar tu preciado auto —se burla ella entrando conmigo a la casa.

—Eso no importa ahora, Francesca —la veo con el teléfono en la mano y luego me muestra una imagen.

—Pueden ser de estas o estas, además tráele chocolates, un calentador de semillas y ve tú qué otra cosa, la pobre está asustada.

—Bien…

Salgo de la casa colocándome la playera que no sé en qué momento tomé. Me subo al auto y salgo rápido de la casa, me meto a la primera farmacia que encuentro, la que afortunadamente está a menos de diez minutos de la casa.

Comienzo a buscar lo que Francesca me dijo que podía llevarle y tomo los dos tipos que me mostró, aunque en realidad son decenas los que encuentro. Luego voy por lo demás que pidió, pago en la caja y salgo de allí mirando qué otra cosa podría llevarle. Veo una tienda en donde venden peluches, sé que a Isabella le encantan, así que entro sin dudarlo.

Observo con detenimiento cada uno, hasta que doy con un perro con cara de pena, es tierno, así que seguro le gustará.

Me voy a la casa rápido, llego allí y corro hasta el baño de invitados, donde Francesca está con Isabella.

—¿Cómo está?

—Bien, dentro de lo que se puede, esa cosa duele mucho, pero al menos se ha aguantado las lágrimas.

Me quita solo las toallas femeninas, se encierra en el baño y yo me quedo allí esperándolas, sin dejar de pensar que esto no lo hice jamás por mis hermanas. Aunque, a mi favor está que antes era un completo imbécil.

Varios minutos después las dos salen del baño, Isabella me ve y se sonroja, yo le doy los chocolates y el perro, pero en realidad se aferra al perro.

—¡Que lindo! Gracias…

—Es para cuando te duela, lo aprietes mucho, aunque ahora haremos algo para que pase el dolor, ¿verdad Francesca?

—Sí, tú te irás a la cama y yo te llevaré el calentador, verás que se pasará.

Sin pensarlo dos veces, la tomo entre mis brazos, ella aferrada a su peluche, y la llevo hasta su cuarto. Me quedo con ella hasta que llega Francesca y las dejo solas, eso ya es cosa de chicas.

Voy por mi teléfono, el que no he visto en todo este rato porque me lo olvidé en la piscina.

Nada más tomarlo, veo las llamadas de Melike, Piero y Fabio me preguntan por Isabella, pero les digo que no sean chismosos. Llamo a mi novia y ella me responde risueña.

—¡Al fin! Casi me voy de paseo yo sola.

—Lo siento, mi amor, es que tuve una emergencia en casa y tuve que salir, me olvidé de llevar el teléfono conmigo. ¿A dónde quieres ir?

—A la playa, ¿quieres ir conmigo?

—¡Por supuesto! Me cambiaré y me reúno contigo donde me digas que vaya.

—En el Hyatt, tuvimos un problema en casa y nos estamos hospedando aquí, por eso decidí irme a la playa. Estoy aburrida.

—Listo, allá te veré, dame treinta minutos para cambiarme y arreglar un bolso pequeño, luego de eso a donde quieras.

—Te espero, amor.

Corro a mi cuarto, llamo a mi madre para decirle que me iré a la playa y me encuentro a mi padre en el camino.

—¿Pasa algo?

—Me voy a la playa con Melike.

—¿Cuántos días?

—No tengo idea, solo sé que me voy. Cuando sepa en dónde estaré y cuánto me quedaré, te aviso de inmediato.

Asiente de mala gana, pero no me pueden negar que vaya con ella, después de todo ella me ha cambiado en muchos aspectos. Me baño muy rápido, me visto y meto lo que encuentro en un bolso pequeño. Reviso mis documentos, dinero, tarjetas y salgo de allí con rumbo a buscar a mi chica.

Me la encuentro en la entrada del hotel sonriente como siempre, hermosa y solo para mí. Se sube animada, me da un beso profundo y cuando se separa, me dice animada.

—Iremos a Viña del Mar, ¿te parece?

—Me encanta la idea —le digo igual de animado.

—Fabuloso, vámonos de una vez entonces.

Tomamos el rumbo hacia el norte y salimos de la ciudad, todo el trayecto es hablar de nuestros días, de lo que le pasó a su casa y de por qué no le respondí el teléfono.

—Eres muy dulce, Lorenzo, lo que hiciste por ella fue muy lindo.

—Mis exnovias no dirían lo mismo, te lo puedo asegurar —me río, pero al no sentir su risa, la mira un segundo y la veo molesta—. ¿Pasa algo amor?

—No me hables de tus exnovias, me dan celos.

—Ellas son pasado, ahora solo importa mi bella Melike, la niña de mis ojos.

Me sonríe como la consentida que es y seguimos hablando de otras cosas. Cuando llegamos a la ciudad, me dice que nos vayamos a cierto lugar, allí hay unas cabañas muy bellas y resulta que la señorita ya había hecho reservación.

Nada más entrar se me cuelga del cuello, tomándome por sorpresa, recibo sus labios que están cálidos y húmedos. Mis brazos la rodean por la cintura para pegarla a mi cuerpo, aparta su rostro un poco y me mira a los ojos.

—Te amo, Lorenzo, como no puedes imaginarte, por ti estoy dispuesta a lo que sea porque eres el chico más sincero y real que he conocido.

—Y yo te amo, mi Melike, la mujer de mi vida.

—Vamos a comer algo, tengo hambre. Por aquí cerca hay un restaurante.

Tira de mí y salimos de la cabaña, caminamos hasta donde quiere ir mientras yo me siento el hombre más afortunado por tenerla a mi lado, por caminar de la mano con ella.

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