Estamos con Isabella en el estudio de trabajo que usamos para nuestras cosas de artes mi padre, mi madre y yo. Es una excelente alumna, aprende rápido y además tiene iniciativa propia. Yo estoy terminando una pintura, que es precisamente de ella trabajando en el busto, se me hace de lo más adorable verla con el ceño fruncido, la trompa estirada y muy concentrada.
Llaman a la puerta, se asoma Hellen y sonríe al ver a su hija haciendo su tarea.
—Joven, disculpe que lo interrumpa, pero una muchacha lo busca en la sala.
—¿Muchacha? ¿Quién?
—Me dijo que se llama Mariela y que necesita hablar con usted lo antes posible.
—¡¿Mariela?! —digo saltando de la silla, sin poder evitar que caiga con un estruendo sordo.
Salgo de allí hecho una furia, porque le dejé claro que no quería nada con ella, ni siquiera en la universidad le he dirigido la mirada, nada. Llego a la sala, con las manos en los bolsillos, mi expresión de odio sin reservas y la voz gélida.
—¿Qué haces aquí? ¿Acaso no dejé claro que no quería verte?
—Lorenzo, llevo tiempo tratando de hablar contigo, pero no me has dejado explicarte…
—¿Qué quieres explicarme? ¿Por qué me drogaste? Mejor vete, porque no te quiero aquí.
—Hijo, ¿ya terminaste con Isabella? Necesito que me ayudes con… —mi madre se detiene en seco cuando me ve, seguro que sabe no estoy contento, mira a Mariela y enseguida se para mi lado—. ¿Y ella?
—Una mujer que se irá ahora si no quiere verme enojado —siseo.
—No, soy la mujer que te dará un hijo —esas palabras son como una bofetada, doy dos pasos a ella y no puedo acercarme más porque mi madre me detiene, pero ella toma mi lugar. No puedo verla, pero me la imagino mirándola como si quisiera conocerle la vida entera.
—¿Dices que estás embarazada de mi hijo?
—Sí, estoy esperando un hijo de Lorenzo y él no ha querido escucharme para decírselo, por eso yo…
—¿Cuánto tiempo tienes? —la interrumpe mi madre y ella se pone nerviosa.
—On-once semanas.
—Guau… es mucho, casi tres meses —mi madre la mira de pies a cabeza y sé que en su mente hay algo dando vueltas, pero yo le disipo las dudas.
—No es mío —mi madre me mira, no muestro ni una pizca de duda en mi respuesta. Yo sé que no es mío, si es que está embarazada.
—¡Claro que es tuyo! ¡¿Quieres insinuar que soy una cualquiera?! —dice llorando y cubriéndose el rostro.
—No es mío, es imposible.
—Tuviste sexo, ¿verdad? —me dice mi madre y yo asiento—. Supongo que con protección —vuelvo a asentir y ella suspira—. Pero sabes que falla, tu hermano es la muestra de ello.
—Sí, pero dime, yo dejé de tener intimidad con ella desde que conocí a Aurora, saca tus cuentas.
Mi madre entrecierra los ojos, sé que está sacando sus cuentas y luego mira a Mariela, pero el tono que usa nunca se lo oí antes.
—Mira, Mariela, soy una mujer muy cariñosa, amorosa y que atiende bien a los extraños en mi casa, solo por eso, te daré la oportunidad de salir de aquí por tus medios o el medio seré yo… —y su voz se vuelve más temible—. Y créeme, no quieres que lo haga yo.
—¡Pero…!
—¡¡Pero nada!! —retumba la voz grave de mi madre, como su estuviera poseída por una bruja malévola y es mejor que nunca sepa la comparación que acabo de hacer en mi mente—. Sal de aquí ahora, o te haré conocer el infierno, muchachita… si estás embarazada, que lo dudo, ve a buscar a los otros con los que te revolcaste.
—¡Por supuesto que estoy embarazada!
—Aquí donde me ves toda estupenda, tuve cinco embarazos… y tú no estás embarazada ni del espíritu santo.
Mariela abre mucho los ojos y comienza a caminar a la salida, se voltea a verme, me mira con odio y me dice.
—Te juro que te arrepentirás de haberme rechazado —mi madre se acerca a ella y le dice con el mismo tono.
—Y yo te juro que te arrepentirás de haber amenazado a mi hijo, perra.
La toma por el cabello, haciendo que Mariela chille, yo trato de acercarme para separarla de ella, pero mi padre llega y niega con la cabeza, se queda viendo la escena divertido y con los brazos cruzados.
—¡¿No harás nada?! ¡Podría estar embarazada!
—Y ni siquiera eso detuvo a tu madre… debió hacer algo muy mal.
—Quiso decir que tendría un hijo mío y me amenazó.
—Si no fuera un caballero, también le estaría dando su merecido —lo miro con la boca abierta y él sonríe nada más—. Nadie se mete con la familia, eso lo sabes.
Se va, mientras yo quiero pensar que mi madre sigue siendo aquella mujer delicada, amable y que se podría romper si alguien le grita. Cuando la veo entrar, lleva la sonrisa más llena de satisfacción que le he visto en mucho tiempo, se acerca a mí y me mira con el ceño fruncido.
—Espero que desde ahora mantengas esa cosa en tus pantalones, porque a la próxima no tendrás tanta suerte y aunque no sea tuyo, te obligaré a casarte, ¿entendido?
—Sí, mami —le doy un beso como cuando era pequeño y hacía travesuras, para luego irme al estudio.
Hellen está allí, mirando a su hija trabajar, al verme se acerca y me abraza.
—Gracias por ayudarla, esta noche te haré de cenar tu comida favorita.
—Con mucha crema, por favor —le doy otro beso a ella, como cuando me daba más postre y se va riendo.
—¿Yo también me ganaré un beso por ser buena estudiante? —me dice Isabella y me sorprendo.
—No —me ve con tristeza, me acerco a ella y le doy un beso en cada mejilla—. Uno por ser buena estudiante y el otro por ser una buena hija —le revuelvo el cabello, para después irme con lo mío—. Nunca te olvides, que las madres siempre tienen la razón.
—Eso ya lo sabía, recuerda… lo aprendí con eso del karma.
Y con esas palabras me quedo pensando en mí.
Desde los quince años he despreciado y jugado con muchas chicas, incluso algunas que estaban interesadas en Alex. Si eso es cierto, tendré mucho que pagar, que sufrir y me da miedo. Tal vez lo mejor será no volver a fijarme en nadie más, tratar de ser bueno y…
—Parezco niño esperando navidad —susurro.
—No eres un niño —me dice Isabella, sin quitar su atención a su trabajo—, pero pareces uno que espera Halloween… tienes una cara del terror.
Solo puedo reírme, porque esta niña es demasiado ocurrente.
Las horas se van pasando como si nada, para cuando casi es de noche, Isabella da un bostezo, pero se aleja de su obra y sonríe satisfecha.
—Lo terminé… creo que me quedó bien, solo tengo que esperar a que se seque.
—Podemos colocarlo en el horno, lo calentamos y lo dejamos allí para que pierda la humedad —le digo revolviéndole el cabello—, verás que para el lunes estará perfecto.
—Gracias, en verdad fue lindo lo que hiciste por mí hoy.
Isabella me abraza y sale de allí entusiasmada, yo tomo su trabajo y me doy cuenta que es en verdad muy bueno, esta niña tiene…
—¡Tiene talento para la escultura! —me quedo con la boca abierta por dos razones, una porque es realmente perfecto, con cada detalle del rostro, y la otra… es que soy yo.
Los meses se van pasando, mientras trato de seguir con mi vida de la manera más tranquila posible, evadiendo las fiestas, periodo en el que me he dado cuenta de que aquellos «amigos» que tenía, nunca lo fueron en verdad.Pero no es algo que me preocupe ahora, porque la relación con mi familia ha mejorado bastante. Ahora los veo de una manera muy diferente, ellos se preocupan de mí y yo de ellos, estamos todo lo que podemos juntos, aun cuando uno de ellos nos falta y al parecer otra más se irá, ya que Pía quiere su propio espacio para estar con Ángello y sus bebés.Hoy se han suspendido las clases en la facultad, por un corte en el suministro de agua que no estaba programado. Me subo al auto pensando en que no quiero ir a casa aún, así que tomo la ruta a uno de mis lugares favoritos, el mirador en el cerro Santa Lucía.Mi madre me dice que allí descubrió dos cosas el mismo día: que mi padre tiene los ojos como el cielo de Florencia en un día de sol, y que él era el hombre de su vida.A
Estos días se me vuelven una locura, entre todos los preparativos de las fiestas familiares y es que somos tantos, que ya casi no cabemos en ninguna parte.De pronto, recibo un mensaje y veo que es de Melike, me doy una palmada en la frente porque no la he llamado, hace cinco días que nos conocimos y se supone que sería yo quién la llamaría, así que lo hago. Ella responde en el primer repique.—Lo sé, soy un idiota, pero te juro que he estado tan ocupado que olvidé llamarte y… —las palabras me salen una tras otra, pero Melike me interrumpe.—Oye, tranquilo… mi teléfono se dañó y recién hoy pude reponerlo, pero me alegra que seas sincero.—¿Podemos vernos mañana? —le pregunto con una sonrisa y sé que ella sonríe igual.—¿Y no puede ser hoy? —por una razón extraña salto y Piero me ve raro.—Sí, claro que sí, déjame delegar algunas cosas, es que mi madre nos dio ciertas tareas a cada uno y no podemos dejar de hacerlas.—Avísame si lo consigues, en verdad quiero verte.Cuelgo y me voy a l
Con Melike dejamos pasar las fiestas para vernos, porque estas siempre suelen pasarse en familia y ninguno de los dos quiere incomodar a nadie. Estoy sentado frente a la piscina leyendo un libro sobre historia del arte, uno que me gusta muchísimo. A mi lado llega Isabella con un libro de cálculo y me río al verla tan concentrada. —¿Entiendes algo de lo que allí dice? —No, pero para eso lo estoy leyendo y te digo que voy bastante bien. —¿Tú crees? Podemos llamar a Piero para que te ponga a prueba… —No es necesario, esta cosa tiene ejercicios para resolver y no me he equivocado en ninguno, solo es cuestión de práctica. —Isabella, estás muy pequeña para eso, ¿por qué quieres saber de cálculo? —Quiero estudiar finanzas o contabilidad, si aprendo ahora será más sencillo. Una vez que termine con este, iré con leyes fiscales, ya verás que seré la mejor —veo el orgullo con lo que dice aquellas palabras y me encanta, para ser tan pequeña, sabe lo que quiere. —Muy bien por ti, pero ahora
Luego de comer unos deliciosos platos marinos a la luz del atardecer, con la brisa moviendo el cabello de mi bella novia, salimos del restaurante para seguir paseando por la ciudad. Vemos que la gente camina de un lado para otro riendo, algunas parejas se toman fotografías felices, mientras que yo solo puedo abrazar a mi chica para decirle cuánto amo estar así con ella. Lo que me sorprende de esta relación es que en verdad es sana, es la primera que tengo así y me gusta. No se trata de sexo ni nada superficial, en verdad me proyecto con ella en el futuro y siento que puedo formar una familia tan sólida como la que tienen mis padres, mis tíos y mi hermano. Nunca creí que llegaría a pensar o a querer algo estable, pero ahora que lo tengo, en verdad lo aprecio mucho. —¿Qué piensas tanto, mi amor? —la voz dulce de Melike me saca de mis pensamientos y le sonrío. —Solo pensaba en lo afortunado que soy, eres la mujer más bella del mundo, inteligente… quiero estar contigo todo el tiempo.
La despedida con Melike es bastante triste, pero esa última sonrisa que me dedica antes de tomar un taxi para irse a su casa me sirve para soportar lo que se viene esta semana. Piero me dice que tal vez debería prestar más atención a la seriedad y compromiso que ella muestra con nuestra relación, a veces mi hermano es profundo, siento que por la experiencia que hemos tenido en la familia acerca de los amores. —Hazme caso, si ella aún no te ha presentado a su familia, es por algo en especial, en las relaciones serias normalmente son las mujeres las que dan ese primer paso. —Piero, ya deja a Lorenzo tranquilo —lo regaña Francesca, que está revolviendo huevos para preparar un omelette—. ¿No has pensado que tal vez la chica se avergüenza un poco de sus padres y por eso no ha llevado a Lorenzo para que los conozca? ¿O tal vez no es de una familia tan adinerada como la nuestra y siente vergüenza por eso? No puedes juzgar a las personas sin saber qué trasfondo hay. —Me temo que todo eso
Me encuentro acostado en la tumbona en el jardín mirando a la nada que me ofrece la sombrilla, pensando en cuándo Melike al final va a regresar. Primero me dijo que se iba por una semana, pero luego me envió un mensaje rápido diciendo que tendría que quedarse cinco días más… Y eso fue hace diez días. No puedo evitar dejar salir un bufido absoluto de frustración, me siento la tumbona y veo que frente a mí está mi hermano Piero. —¿Pensando en tu chica que no ha regresado? —me dice ofreciéndome un jugo de naranja frío que me sienta de maravilla. —Sí —le digo mirando el vaso fijamente—, este viaje no me ha gustado para nada, se está tardando en regresar y yo ya estoy desesperado. —Cálmate, seguramente le surgieron algunos contratiempos y es por eso por lo que no ha podido viajar aún. —Como sea, la extraño demasiado ya quiero que regrese y que al fin podamos hacer algo juntos —suspiro con las ganas de que mi teléfono suene ahora mismo, pero por más que lo miro no lo hace—. Muy pronto
Me despierto como cada día, con esa sensación de vacío. Es algo extraño porque incluso aquellos días en que pude compartir con Melike, en donde me despertaba con ella a mi lado, aun podía sentir esa sensación. Aunque de todas maneras igual me despertaba feliz. Me levanto con cierta pereza y me voy al baño para darme una buena ducha, me coloco un short de tela y una playera un poco casual, en caso de que Melike quiera que nos veamos en algún momento del día. Bajo a la cocina y me doy cuenta de que nadie se ha despertado todavía. Me meto en la nevera para ver qué es lo que puedo prepararme para el desayuno y me decido por un sándwich sencillo de jamón y queso. Helen aparece con su linda sonrisa de cada mañana. Yo me acerco a ella para darle un beso en la frente y decirle buenos días. —Tan guapo —me dice con esa sonrisa pícara—. ¿Piensas salir temprano? —No lo sé, todo depende de Melike si me llama para que nos juntemos en algún lugar —unto mayonesa a mi pan, porque no puedo vivir
Escucho los suaves toques en la puerta y dejo que quien sea entre. Yo me mantengo acostado en la cama, mirando al techo. No sé de qué hora estoy despierto, lo que sí sé es que he estado pensando las mil y una posibilidades de lo que pudo haberle ocurrido a Melike. Mi último mensaje sigue sin llegarle y ella no me ha llamado. Como no sé dónde vive, no tengo idea de si está bien o si algo le ocurrió. No tengo motivos para pensar que pudiese haberme dejado plantado a propósito, así que asumo que fue un asunto de último momento. —Te traje el desayuno —la voz de mi madre me saca de mis cavilaciones, me siento en la cama y recibo la bandeja que me ofrece, veo que el desayuno es para tres y en pocos segundos veo que mi padre también entra. Al parecer esto es serio. —Muchas gracias, madre. No deberías molestarte. —La verdad, sí —dice mi padre—. Anoche te notamos que llegaste temprano y sin querer estar con nosotros, asumí que algo había pasado con Melike, ¿tal vez una pelea? —Nada de eso