MáximoEsta es mi historia, una historia de mentiras donde todo siempre fue verdadero, menos las palabras, y por contradictorio que parezca, para mí las palabras sobraron siempre, las miradas contaban historias completas.Salí a tomar el aire de la noche, la cubierta estaba sola, todos estaban adentro disfrutando de la melodiosa voz de una cantante de R&B famosa; no podía presenciar su espectáculo, salí con sigilo y me dejé hipnotizar por el negro que cubría el mar aún bajo la luna llena, a lo lejos donde ni mi vista ni las espectaculares luces del yate alcanzaban. Era un cielo estrellado, y aunque se celebraba una fiesta, curiosamente reinaba el silencio. Me encontraba disfrutando del olor del mar oscuro y la vista a ratos aterradora del mar nocturno cuando ella apareció, no era un rostro desconocido.Caminó con torpeza levantando el sensual pero barato vestido azul rey que llevaba, demasiado escotado, demasiado ceñido para alguien de cuerpo voluptuoso, su cabello también fue barato
MáximoSe pronosticó lluvia, aun así Camilo, Mauricio, y mis padres insistieron con hacer la parrillada. Delfina coordinaba animada todo como siempre. La casa de mis padres era una mansión clásica, aseñorada, pero era el punto de reunión de todos. Mauricio es el mayor, de treinta y ocho años, cirujano plástico, casado y con una hija de dieciocho años, la luz de los ojos de todos en la familia, mi sobrina Eva, sin saber qué hacer, más que suplicarme que la ayudara a desarrollar una carrera de modelo, a lo cual me negaba constantemente y Camilo de veintiún años, pronto se recibiría de abogado.La relación de Ada y Camilo no era tan larga como pareja, se conocían desde hacía un año y comenzaron a salir como novios hacía tres meses, pero su rostro ya era familiar entre nosotros. Comenzaba hacerlo el de su hermana, quien la acompañaba a veces, como ese día.—Hola Máximo—saludó nerviosa.—Hola Irene—dije sonriendo.Me acerqué y le dejé un beso en la mejilla para hacerla sentir más cómoda, f
MáximoDelfina caminaba lejos de mí a pasos apresurados sobre la nieve, se soltó de mi agarre con brusquedad, no le importó no disimular cuando una pareja nipona nos pidieron tomarle una foto. Uno de mis escoltas lo hizo por mí, alcancé a Delfina dentro de la estación. Estábamos en Cerro catedral en Bariloche. La vista me distrajo un momento de mi misión de ir por mi mujer. Seguí y la halle sentada en el centro del lugar buscando calor.—¡Delfina!—¿Por qué querías venir aquí?—gritó con el rostro tenso y rojo.—Me apetecía esquiar.—Hubiésemos ido a los Alpes franceses. Estamos en Bariloche, se suponía que recorreríamos todo, que sería algo romántico, que intentaríamos...—¡Basta!—la interrumpí—, tenemos muchos días, y Cerro Catedral está en Bariloche, aquí está, forma parte del recorrido que querías hacer.—No, fuimos a Cerro Otto, fue suficiente.—Yo quería venir a Cerro Catedral—insistí.—Querías ganar tiempo fuera de la cama—susurró con amargura, venenosa pero con cuidado de no se
La presencia de oportunidades no garantiza el éxito, puede bien ser una oportunidad para arruinarlo todo, para fracasar, depende de la perspectiva desde que se le miré, así comienza mi historia, una historia de éxito o de fracaso, depende de quién juzgue.El día donde todo inició, en mi interior sabía que había sido antes, mucho antes, terminaba mi última guardia en una clínica privada cuando mi hermana Ada me llamó.—Hermana ¿Recuerdas que te dije que Máximo tuvo un accidente en una pista de ski en Bariloche? —preguntó con una emoción inapropiada en su voz.—Sí, me dijiste ¿Cómo sigue?—Vivo está, pero han contratado dos enfermeros para cuidarlo.—¿Tan grave fue?—Sí, se fracturó hasta la verga.—¡Pobre! Pero…—No te llamó para darte parte medica de él, sino porque Camilo sugirió tu nombre para que te contrataran también, están buscando una más para cubrir los turnos y eso.—¡Ada! Ellos seguro contrataron enfermos especializados con cien años de experiencia, yo, es decir, ellos son e
Ninguno se movía, lo miraba y él me miraba, nuestros ojos estaban conectados, no fui capaz siquiera de tragar, la garganta me dolía, sonreía apenas, él hizo un gesto con la cabeza para que tomara asiento en su habitación, recordé a su mujer y que él estaba sin camisa frente a mí.—Camilo tiene razón, Delfina exagera —dijo.—Creo que me darán un uniforme. Mejor bajo. Tu casa es muy linda—apuré las palabras.Rio con picardía.Sentí su mirada clavada en mí al darme la espalda. Por fin tragué y respiré, sonreí mordiéndome el labio inferior, descubrí que me resultaba tan atrayente de la situación: hombre millonario, guapo, pícaro, inalcanzable, me encontraba atractiva lo suficiente para echarme un par de miradas indiscretas, y eso lejos de molestarme me parecía excitante, me hacía sonreír como tonta solo porque sabía que otras lo encontraban atractivo, yo lo encontraba atractivo. Mientras otras se morían por estar cerca de él o conocerlo, yo lo tenía ahí repasándome con descaro cuando cre
Pensaba que había sobrevivido a otro día en el la tentación me rondaba, pero la situación del día anterior me mantenía cauteloso, casi tuve una erección mientas ella limpiaba mis heridas. Lo peor no fue eso, o que ella lo notara si no el hecho de que pareció disfrutar la vista, lo que me confirmaba que no era el único tonteando, claro que no lo era.Delfina paso su mano por mi entrepierna y me dejó un beso en el cuello, ronroneando mientras se revolvía en la cama. Besé su cabello y aparté su mano.—¿No quieres que te haga cariño? —preguntó haciendo pucheros.No quería decirle que temía que terminara en un tubo de ensayo lo que saliera de mí. Ni siquiera se percató de que no estuve en la cama.—Me costó dormir, ahora estoy somnoliento, déjame descansar.—Eso te ayudará, ven —insistió incorporándose sobre mí, con su mano en mi entrepierna, recorriendo mi sexo con sus dedos, dejándome besos húmedos sobre los labios.—Tengo sueño Delfina.Bufó y se apartó de mí con ademán brusco. Entró al
MáximoDelfina llevó un chef para que preparara sushi. Era el último día de tortura con Irene moviendo su culo frente a mí cada vez que caminaba, ya estaba libre de enfermeros, que la incluían, conseguí que los últimos días solo Enrique me atendiera la mayor parte del tiempo. En la amplia cocina el hombre preparaba la comida con diligencia, permanecía serio haciendo lo suyo mientras el resto bebía vino, Delfina estaba sentada junto a mí en los bancos alrededor de la gran Isla de mármol donde el chef nos daba un espectáculo, Enrique, Amelia e Irene estaban sentados frente a nosotros, me sorprendí de escuchar a Enrique charlar más relajado, nos contó que tenía un novio y que se irían a vivir juntos.—Irene se va a casar ¿Les contó? —intervino mi mujer.—Sí, me contó —dijo Enrique—, prometió invitarme. Amelia movió su cara haciendo muecas. «Que muchacha tan desagradable».—¿Y tú tienes novio Amelia? —preguntó Delfina.—Sí, tenemos dos años —dijo con desdén.«Tiene novio, pero quería pr
IreneAda seguía en lo suyo ignorándome, le rogaba me acompañara al taller de Máximo, no debí aceptar, no debí decirle a Ada, porque desde que le dije asumió que iría y cuando me mostré dudosa de ir, comenzó a preguntar los porqués, no quise sonar sospechosa, porque en mi mente no quería estar ante esa tentación de hombre de nuevo, no después de lo descarado y coqueto que fue conmigo, y que yo fui también, me resultaba casi imposible no quedarme como boba escuchándolo, viéndolo, era muy pícaro, sabía lo que hacía, sabia como me ponía. Lo peor era que emocionaba verlo.Tomé mi cartera y me fui, esperaba que su esposa estuviera allí. Me puse una braga de mezclilla ancha y unas botas rusticas sin tacón, un suéter amplio. Yo no tenía estilo, no me veía bien, pensé que así él no pensaría que quería seducirlo o algo.Esperé que fueran las tres de la tarde que fue la hora a la que me citó. Estuve desde las dos en un café cercano, desde allí podía ver el moderno edificio donde él tenía su tal