MáximoMoría por verla, esa era la verdad, me emocionaba estar de pie frente a ella con cualquier excusa, saber cómo le había caído la decisión de su hermana, era una excusa perfecta, pero me dejó mal cuerpo verla así; se veía muy fea, estaba horrible, ojerosa y pálida, con moretones en la piel, más delgada de lo que la recordaba, tenía salpullidos en la piel, caminaba y respiraba con dificultad.—¿Qué tienes?—Gripe —respondió.—Tú eres la enfermera, pero te ves muy mal Irene.—Gracias, que lindo —susurró.—Es en serio. La tomé por los hombros y la hice mirarse de frente a un espejo en la sala de su casa, se espantó ante su propio reflejo, negó llevándose la mano a la boca.—Ya se me está pasando la fiebre —dijo.—¿Qué otros síntomas tienes?—Nauseas, vómitos, dolor de estómago intenso, dolor de cuerpo.—¿Has ido al médico?Negó.—Irene, ¿Yo debo decirte a ti que cuando uno se siente mal debe ir al médico?—No tengo dinero —lloró cubriéndose el rostro.La abracé a mí, lloró en mi pe
Máximo.No quería que cuando despertara ellas no estuvieran allí, se resentiría, le dolería, esperé a que llegara Camilo, salí yo en busca de las brujas esas.—¿Pero qué vas a hacer? —preguntó camilo.—Ya vengo.—Ya Ada y doña Irma saben, vendrán cuando puedan.—¿Cuándo puedan? —pregunté con ironía, rodé los ojos y lo dejé pidiéndole que no se apartara de allí y me informara cualquier cosa.Sabía dónde estaban, así que manejé a la casa de mis padres, ahora solo Hilda, Eva, mi padre y mi madre no sabían lo mío con Irene, según yo, Hilda bien que podía estar enterada, pero a diferencia de los demás se haría la loca. Igual yo me iba a presentar a buscar a esas mujeres para que les diera vergüenza delate de mi familia. Llegué y los vi a todos en el jardín viendo desfiles de decoradores, flores. Me hirvió la sangre.—Hijo, Max, no sabía que venias —dijo mi madre dándome un beso. La madre de Irene y Ada abrieron los ojos viéndome con desprecio.—Madre —dije y la besé en la frente—, Camilo
Irene.Desperté sintiendo mucho frio, enseguida noté a alguien moviéndose en el sofá a mi lado, era mi madre, me sorprendí al verla, pero me alegré, me sonrió, se levantó con prisa situándose a mi lado, acarició mis cabellos y los besó.—Ya estás bien nena —dijo.—¿Qué tenía?—Dengue hemorrágico.—¡Dios!—Sí, gracias a Dios Máximo te trajo a tiempo.—¿Dónde está?—Arreglando un asunto. Su pobre padre se está atormentando por una imprudencia que cometió al teléfono. Hija voy a decirte esto de una vez para que no te caiga de sorpresa.—¿Qué mamá? No me asustes.—Le hackeraron el teléfono a Máximo, comentó con su padre lo de ustedes, no dijo nombre, pero están averiguando, la prensa y eso, ya sospechan que eras la amante de Máximo.Sentí un vacío en el estómago. Cerré los ojos. No podía ser cierto, que karma tan pesado por acostarse con un hombre casado, ya me había quedado claro que era lo peor del mundo.—¿Segura que saben que fui yo?—Pagó la clínica, te trajo, lo vieron aquí, hay per
Máximo.Ya estaba listo, todos en mi familia se enteraron de que fue con Irene que le fui infiel a Delfina y por eso terminamos divorciados. Era un peso menos, no era que tenían que saberlo, pero me sentía más cómodo con ellos enterados, ahora la prensa no tenía por qué saberlo, el país, no tenía por qué saberlo y no lo supo. Gasté mucho dinero y usé muchas influencias, pero el nombre de Irene jamás se mencionó para referirse a ella como mi amante.Había pasado una semana desde que la dieron de alta de la clínica. Me escribía todos los días, pero sus mensajes eran tan parcos que cada día perdía la esperanza de que volver a tenerla como una vez la tuve. Ada la volvió a invitar para la boda; a mí también me invitaron por su puesto. Irma Bencomo era casi mi mejor amiga, tenía una frialdad impresionante para olvidar el pasado y construir nuevas alianzas mirando hacia el futuro que le repetía con frecuencia que debió ser diplomática. El país perdió un gran talento.Ella lo supo, ella supo
Sentir su calor y la fuerza de su cuerpo sobre mí de nuevo me encendió tan rápido como lo recordada, besaba mi cuello, acariciaba mis pechos, mi sexo, estábamos los dos desnudos en la cama sin apresurar nada, ya sintiendo su erección, sus brazos fuertes apretándome contra él. Me sentía como en un sueño. Era mío, ya no era de otra, no lo tenía prestado, era mío. Me amaba a mí.Me rodó sobre él, respiré agitada admirado su rostro, su torso, relamí mis labios, mis pechos subían y bajaban, mis cabellos caían sobre ellos y podía advertir en su mirada que le gustaba la imagen, que la estaba disfrutando. Yo también quería sacar mi lado perverso, recordé las palabras de Delfina y sí, era mucho mejor que lamentarme, así que no me contuve al brincar desnuda sobre Máximo, sonreí mientras me clavaba en él, eché la cabeza hacia atrás, abrí la boca gimiendo y quejándome mientras su tamaño me llenaba completa. Subía y baja sobre él desnuda sobre él, porque sí, era rico, me daba mucho placer y lo
Máximo.Irene tenía viviendo conmigo ya un mes y medio, solo su madre estaba al tanto, ya sabía yo que la necesitaría de aliada en algún momento. Eso fue, mi aliada, apoyó a Irene con nuestra relación por sus propios egoístas intereses, pero me servía. Delfina sabía que la veía, pero no que vivíamos juntos. Los muchachos no sabían nada, ni Camilo, ni Mauricio con quien mejoré las relaciones, superamos los malos entendidos y seguimos como siempre.—¿Te vas temprano hoy supongo? —preguntó Delfina en la puerta de mi oficina.—Sí, de hecho solo vine a recoger algo, no tenía pensado venir.—Aurora quiere que la vistas tú para la gala de premios dentro de dos meses—dijo con una media sonrisa.Negué, detestaba a Aurora, pero era la artista más vendida, estaba en el número uno, salía en todas las revistas de moda, que quisiera que yo la vistiera era muy importante. —Eres hábil, Delfina.Se encogió de hombros sonriendo, usó su influencia y seguro la manipuló un poco, acepté que lo haría, tend
Tres años después. Máximo. Todo estaba oscuro, apenas una luz tenue daba sobre el escenario. Había algo en el ambiente que se sentía nostalgico y a la vez emocionante. —Irene Bencomo —dijo el maestro de ceremonia. Ella se levantó y caminó hacia el centro del escenario en el auditorio a recibir su título por su maestría en neonatología. Su rostro reflejaba la satisfacción de un logro que había deseado desde hacía tiempo. Sentí el pecho hinchado de felicidad y orgullo. —Mira a mami, saluda, dile hola —dijo Camilo moviendo la mano de mi hijo hacia el escenario, rodé los ojos. —Déjalo, Camilo. No entiende nada. Moisés solo hacía burbujas de saliva y miraba a su tío como diciendo: «¿Quién es este loco y porqué debo soportarlo?». —Tu papá es un viejo amargado, pobre Moisés, menos mal que el tío… —¡Cállate! Toma la foto. La foto —dije, él se giró rápido a hacerlo, aunque ya había contratado fotógrafos profesionales. Suficiente tenía que soportar por estar lleno de baba todo el día
La bodaIrene.Mi hermana me excluyó de su boda, pero yo no haría lo mismo. Ella formaba parte de mi cortejo a pesar de las protestas de Máximo.—Es mi hermana, ¿Cómo pretendes que no la invite a ser mi dama de honor?—No sé, como ella es tan perfecta y pura, te estás casando con dos muchachos ya.Y ahí estábamos por fin, el día de nuestra boda. Tomaba mis medidas de nuevo porque después del parto mis cuerpo cambió un poco y era el día de la boda, por estar amamantando a la niña no me había vuelto a probar el vestido.—Llama a Ada.—No la necesitas, estoy aquí contigo.Lancé una mirada a Carlota y le lancé un beso, la bebé sonrió y apretó su carita mientras se mantenía recostada en su coche. —Deberías dejar el rencor de una vez, Máximo.—Deberías aprender a tener más dignidad, Irene.—Es mi hermana.—Es una arpía.—Basta.Dejó de tomarme las medidas, se levantó, puso sus manos alrededor de mis caderas y me pegó de su cuerpo cálido con salvajismo y sensualidad.—No necesito tomarte la