XXXVIII Casi casi

Tan concentrado en sus labores estaba Magnus que no oyó que llamaban a la puerta. Preocupada, Irene entró al despacho y lo vio en el escritorio. Sobresaltado, Magnus se quitó los audífonos y bajó la tapa del notebook rápidamente.

—No quise interrumpir tu trabajo, te traje un café —dijo la mujer.

Se lo dejó en el escritorio y permaneció allí.

—Quiero que hablemos de Bea, Magnus. Ella me contó sobre ustedes.

—Cierto. Creo que debí ser yo quien te lo dijera. —Le indicó que se sentara—. Bea me gusta. Me gusta desde hace mucho tiempo.

Irene suspiró con evidente pesar.

—¿No crees que pueda hacerla feliz?

—Ustedes son demasiado diferentes, Magnus. Ella es inquieta, aventurera, nunca se queda en un mismo lugar por mucho tiempo, se aburre rápido de la rutina y tú eres... tú.

Las manos de Magnus empezaron a sudar. Se roció un poco de alcohol.

—Estamos en proceso de conocernos y de adaptarnos el uno al otro. Yo me estoy esforzando por ser alguien que ella pueda amar y con quiera quedarse.

—Lo s
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