XLV Misión cumplida

A la luz de un nuevo día Magnus corrió las cortinas. Afuera estaba tan claro que dudó seguir en Obanda.

Cogió las muletas y fue a la cocina a desayunar lo que Bea le hubiera dejado. Últimamente pasaba poco tiempo en casa, los asuntos de la ciudad y sus proyectos la tenían ocupada. Él sabía muy bien que la mujer tenía problemas estándose quieta y así le gustaba.

Tras ponerse sus ropas protectoras, salió rumbo a la empresa. Hoy era el día de inspección. Habían tenido dos meses sus empleados para demostrar cuánto apreciaban su trabajo y volver el lugar uno salubre. Si no quedaba conforme, mandaría a demoler el edificio y renovaría toda la nómina de empleados. Se los recordaba religiosamente cada semana mediante un correo electrónico.

En el camino, vio por la ventanilla el parque. Los árboles que su dinero había comprado no sólo no habían sucumbido ante la contaminación, tenían ya un frondoso follaje que anunciaba que allí la vida tenía cabida. Él mismo seguía vivo cuando creyó que no d
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