LI Ya parece conspiración

Sentados en la parte trasera del auto, Bea y Magnus miraban la casa en lo alto, con sus ventanas oscuras y las flores doradas del aromo formando una alfombra a su alrededor. La antigua y lúgubre estructura guardaba un secreto y ellos serían quienes lo descubrirían.

—¿Entramos? —preguntó Bea.

—Todavía no, sigamos observando.

Llevaban allí estacionados una media hora.

—Tal vez deberíamos llamar a la policía —sugirió ella.

—Ya no vienen cuando yo los llamo.

¿Por qué sería?, se preguntó Bea.

Siguieron observando. Una brisa barrió las flores. A Magnus le picó la nariz. Tenía la mascarilla lista para ponérsela en cuanto se bajara.

No se la puso.

No se bajó.

—¿Tienes miedo, Magnus?

—¿A qué le temería? ¿A tu amante fantasma?

—Entonces baja.

—No hay que actuar con impulsividad. Debemos estudiar bien la situación.

Bea suspiró y bajó del auto. Los tacones se le hundieron en la tierra blanda. No había tenido tiempo de cambiarse, su ropa estaba dentro de la casa, secuestrada por el ente que allí
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