Sentado a la mesa de la cocina, Magnus se aferraba la cabeza. Había acabado con todo y ropa en la ducha. Por mucho que se había lavado seguía con el aroma agrio del vómito pegado en la nariz. Nadie podría volver a usar ese dormitorio en años.—Luces terrible —le dijo Serafina. Venía llegando de la empresa.—Tengo jaqueca.—¿Tomaste un analgésico?—Ya tomé tres, pero no hacen efecto.—Es que estás muy grandote, primo. No tienes que tomarlos, hay que disparártelos, como a los elefantes.—Ja. Ja. Ja. Refréscame la memoria, Serafina ¿Eras payasa en el circo?La mirada de la mujer se oscureció. Se le acercó, rodeada de un aura siniestra que hizo a Magnus tener un repentino frío.—Lanzaba cuchillos, espero que no lo olvides —le susurró—, porque te puedo aliviar el dolor de cabeza cortándotela.—Hola, Serafina —Bea se sentó junto a Magnus.Serafina la saludó con una amistosa sonrisa y fue a servirse un refresco.—Bea, estoy muy apenado. No deseaba que algo así pasara. Me siento tan repugnant
Magnus cruzó el hall de empresas Grandón con la moral en alto. Sería un gran día y terminaría mejor aún. No permitiría que los pensamientos negativos mermaran su seguridad y arruinaran sus promesas sexuales. Era un hombre de palabra.Saludó a su asistente y entró a su oficina. Salió unos segundos después y se quedó mirando los asientos que había en un rincón.—Isabel, eso que está allí, leyendo ¿es un niño?—Sí, señor. —¿Trabaja aquí? Porque, si no recuerdo mal, las leyes laborales nos impiden contratar menores de edad.—No, señor. No es un empleado, es mi sobrino. Mi hermano tuvo un problema con la niñera y no tenía con quién dejarlo.—¿No podía cuidarlo su esposa?—Su esposa los abandonó hace un mes.Magnus volvió a mirarlo. El niño, que no debía tener más de diez años, leía con una concentración propia de un adulto. Se ocultaba detrás de un libro, él sabía lo que era eso.—Es un niño muy bien portado y limpio. Y silencioso también, no dará problemas. El niño fue junto a ellos. —
Junto a la consumación de su matrimonio llegó para Magnus y Bea la cómoda estabilidad de la rutina. Él se enfocó en descubrir a quienes le estaban jugando sucio en la empresa y ella en resolver sus asuntos pendientes.—Ya sólo me falta pagar la mitad de la deuda —dijo ella.Se había reunido en un café con su ex jefe.—Y ha sido en menos tiempo del que me esperaba. No sé de dónde has logrado sacar tanto dinero, pero ya pude volver a abrir el negocio. De momento estoy con una tienda on line.—Me alegra mucho oír eso.—Mi stock es limitado, así que se me ocurrió que podrías ir abonando a tu deuda haciendo piezas para mí. —Podría intentarlo, tengo muchas ideas en mente.—Si se venden, el monto se descontará de tu deuda, menos los impuestos. Si no, te las devuelvo.Bea estuvo de acuerdo y cerraron el trato con un apretón de manos. Pasó a una tienda a abastecerse de materiales y fue a preparar un espacio en la casa para trabajar.La cena la preparó Ada, la sirvienta de la casa. No alojaba
Una hora estuvo Magnus en la ducha, como en los viejos tiempos. Esta vez Bea no derribó la puerta, aunque ganas no le faltaron. Y no precisamente para salvarlo. —Ya me siento mejor —dijo él cuando salió.—Pues te va a durar poco. Explícame lo que pasó, Magnus y más te vale que sea una explicación convincente.—Ya te lo dije, fue para ayudarte. Si mis peores empleados pueden pasear impunemente por Europa en un Ferrari gracias a mi dinero y darse la gran vida, ¿cómo podría permitir que mi esposa tenga deudas?—¡Lo hiciste a propósito, confiésalo! ¡Lo hiciste para que ya no trabajara con la arcilla! —¿Por qué querría eso?—¡Oh, por Dios! No seas cínico.—Bea, me estás tratando como si fuese alguna especie de mente criminal. No sé el tipo de trato que tenían tu ex jefe y tú, pero ya no le debes nada. Bea inhaló profundamente, la cabeza iba a explotarle. Necesitaba también un baño con agua fría porque la sangre le ardía.—Tienes razón, amor. Disculpa por mi reacción tan apasionada. Creo
La visita de Irene una mañana sorprendió a Bea.—Ya son dos los fines de semana que no van a vernos. Estaba preocupada.—Hemos estado dedicados a disfrutar de la vida en pareja, sólo eso. —¿Es así? El joven Ale me contó de los problemas que ha habido en la empresa. Supuse que Magnus estaría... más quisquilloso que de costumbre.—No lo subestimes, él lidia bastante bien con el estrés. De hecho, ahora salió con un amigo. Imagino que irán a beber a algún lado.—¡¿Amigo?!Bea se carcajeó de la cara de sorpresa de su madre.—Magnus tiene un amigo, se llama Diego. Pueden pasarse tardes enteras hablando por teléfono sobre libros, cine y cosas de hombres. Anoche le dije que se juntaran, pero me dijo que no le daban permiso para salir tan tarde. Su esposa debe ser una bruja mandona. —Es bueno saber que socializa con otras personas. ¿Y tú? ¿Volviste a la universidad? —No, lo dejaré para el año que viene. Bea fue a la cocina. Estaba preparando el almuerzo antes de que Irene llegara.—¿Ada ti
Primero una visita de su madre y ahora una llamada de su padre. A poco de levantarse Bea él la llamó. El problema de señal del teléfono se había solucionado.—¿Cómo va tu gira, Steve?—De lujo, como siempre. ¿A que no sabes que pasó?—¿Conseguiste una novia más joven que yo?—¡JAJAJAJA! Todavía no. Me llamó tu madre.—¿Para pelear contigo?—Fíjate que no, eso también me sorprendió. Está preocupada por ti.—Mamá todavía no puede aceptar que ya maduré y no soy la chiquilla a la que solía andar riñendo. Siempre se quejaba de que era una hoja al viento y ahora que por fin me asenté, también se queja. No hay cómo darle en el gusto.—Dijo que estabas usando un vestido mientras cocinabas. Y que te subiste a una silla para huir de una cucaracha. ¿Qué rayos es eso, Bea?—El vestido es lindo y las cucarachas transmiten enfermedades.—Dormías junto a las cucarachas cuando íbamos al rancho y nunca te enfermaste.—¿Recuerdas cuando se me infectó un ojo y casi se me sale?—Eso no fue por las cucara
Dermatitis, anemia, déficit de vitamina B12, D y traumatismo encefalocraneano. Ese era el resumen del diagnóstico de Bea en el hospital.—¿Cuál es tu nombre? —fue lo primero que la doctora le preguntó al recuperar la conciencia.—La arcilla huele tan bien... no sé por qué no te gusta —respondió ella, mirando con un ojo a la doctora y con otro al enfermero.Tal vez habría que agregar a la lista una conmoción cerebral y estrabismo.Irene se enteró de lo ocurrido cuando la policía fue a buscar a Magnus a las montañas. Gracias al dramático testimonio de la vecina, en cuestión de horas se convirtió en el criminal más buscado de la ciudad. El hermano de Isabel la llamó, Diego no aparecía, no contestaba las llamadas. A los cargos de maltrato y tortura en contra de su esposa se sumó pronto el secuestro de menores. Iban a secarlo en la cárcel. 〜✿〜Luego de todo un día de descanso, el cerebro de Bea pudo estabilizarse. Irene dormitaba en el sillón de su habi
Hoy sería el gran día.—Esto es increíble. Mamá no volverá a decir que eres un vago cuando sepa todo el dinero que estás ganando con tus conciertos.—Para ella seré un vago hasta que me muera, aunque me sepulten en un ataúd de oro.Pese a su creciente fortuna, el estilo de Steve no cambiaba. Las ropas viejas y gastadas eras sus prendas predilectas, aunque la gente se volviera para darle una moneda en la calle.—Stevo, ¿ya terminaste? —preguntó una mujer, asomándose a la oficina donde él y Bea revisaban unos documentos.A Bea los piercings en su cara le recordaron a los de Serafina.—Ya voy, nena. Espérame en el descapotable.La mujer se retiró luego de sonreírle juguetonamente.—Recuérdale que haga las tareas de la escuela entre follada y follada —recalcó Bea.—Envidiosa. Para que lo sepas, está a poco de graduarse de cirujana. Y no seas vulgar. No me esperes despierta.Ella siguió ordenando mucho después de que su padre hubiera partido. Esa habilidad del hombre para no comprometerse