LIV Éste tampoco cuenta

—¿Magnus ya se fue? —le preguntó Bea por la mañana a Serafina, mientras desayunaba.

—Sí, dijo que pasaría a la estación de policía antes de ir a la empresa.

—Ni siquiera se despidió de mí.

—Supongo que cualquiera se enojaría si le meten a la cárcel a alguien que representa un vínculo con sus padres muertos.

—¡Ay Serafina, ojalá fuera eso!

—Cuenta, ya me dejaste con la duda.

—No puedo, si Magnus se enterara de que ando ventilando nuestras intimidades, probablemente se molestaría.

—¿Tienen problemas en la cama?

—¡¿Cómo lo supiste?!

—Se te nota en la cara.

Bea se la cubrió, impactada.

—No es cierto, pero es algo obvio conociendo a Magnus. Un hombre tan asquiento no puede ser bueno en la cama.

—No se trata de ser bueno o no. No sé cómo explicarlo. Nunca había estado con un hombre como él. Algunas veces me deja la cabeza en blanco y otras me la satura.

—¿Y cómo estás ahora?

—Las dos al mismo tiempo. Es como la paradoja del gato y el pan con mermelada. ¿La conoces?

Serafina negó.

—Los ga
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