LV Preguntas innecesarias

Sentado a la mesa de la cocina, Magnus se aferraba la cabeza. Había acabado con todo y ropa en la ducha. Por mucho que se había lavado seguía con el aroma agrio del vómito pegado en la nariz. Nadie podría volver a usar ese dormitorio en años.

—Luces terrible —le dijo Serafina. Venía llegando de la empresa.

—Tengo jaqueca.

—¿Tomaste un analgésico?

—Ya tomé tres, pero no hacen efecto.

—Es que estás muy grandote, primo. No tienes que tomarlos, hay que disparártelos, como a los elefantes.

—Ja. Ja. Ja. Refréscame la memoria, Serafina ¿Eras payasa en el circo?

La mirada de la mujer se oscureció. Se le acercó, rodeada de un aura siniestra que hizo a Magnus tener un repentino frío.

—Lanzaba cuchillos, espero que no lo olvides —le susurró—, porque te puedo aliviar el dolor de cabeza cortándotela.

—Hola, Serafina —Bea se sentó junto a Magnus.

Serafina la saludó con una amistosa sonrisa y fue a servirse un refresco.

—Bea, estoy muy apenado. No deseaba que algo así pasara. Me siento tan repugnant
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