XLVII Ratas ruidosas

Bea jamás se consideró una mujer cobarde. En las giras con su padre a veces aparcaban la casa rodante en descampados donde no había un alma, donde la oscuridad no la dejaba ver nada alrededor y los ruidos de la noche entonaban una escalofriante sinfonía a la que ni caso le hacía.

Ahora, ya adulta y hasta casada, nada había cambiado. Ella era muy valiente.

—¡¿Qué fue ese ruido?! —preguntó, aferrando las sábanas.

—El piso es de madera y las tablas crujen —dijo Magnus.

—¿Por qué crujen si nadie las está pisando?

—Probablemente sea porque de noche se enfrían y encojen, se llama contracción térmica, es física básica. ¿No fuiste a la escuela?

—Claro que fui, pero mis favoritas eran las clases de arte.

—Eso explica muchas cosas.

—¿Qué quieres decir?

—Nada, ya duérmete.

—Eso es lo que intento, ni que fuera tan fácil.

Otro ruido. La casa crujía como si los muros se vinieran abajo. Ya creía que el techo le caería encima y morirían como cucarachas aplastadas.

Aferró más las sábanas.

Más ruidos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo