XXXIX Apocalipsis

Cuando Bea aceptó el matrimonio por contrato, imaginó que tanto ella como su esposo seguirían cada uno con sus vidas, salvo en contadas ocasiones donde tendrían que fingir ser pareja, como en reuniones sociales o eventos por el estilo, nada insensato dentro de lo insensato que era que dos personas se casaran por voluntad de un tercero. Y eso estaba bien para ella, el dinero lo valía.

Luego Magnus y ella empezaron a sentir cosas y supuso que todo sería más sencillo: estaba con el hombre que le gustaba y además recibía un sueldo por ello. ¡El mejor trabajo del mundo!

Y ahora, en el umbral de la puerta del departamento donde los dos vivirían solos y del que tendría que hacerse cargo, ese mundo se había derrumbado.

—Si hubiera querido ser ama de casa me habría casado antes. Con todo respeto, Magnus, pero tu abuelo era un m4ldito loco.

—Dime algo que no sepa.

Tres habitaciones, sala y comedor enormes, dos baños, una cocina estrecha y con demasiados cajones y un despacho. Y todo tendría que
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