XLI Con la pata rota
Bea apagó las velas y recogió la mesa, no sin antes comer un poco de lo que había preparado. Lanzó los preservativos en un cajón y salió. Tardó varios minutos en conseguir transporte. Se prometió recordar traer su moto cuando fuera a las montañas.

Nunca antes había ido tantas veces a un hospital como desde que se casara con Magnus.

—Hola, mi esposo fue internado hoy —le dijo a la recepcionista.

Caminó lentamente por el pasillo siguiendo las instrucciones de la mujer. Tomando el ascensor llegó al tercer piso.

El hospital estaba a las afueras de Obanda y era muy silencioso, sin dudas debido a la escasez de pacientes. En su recorrido había visto más enfermeras que enfermos.

Y mientras caminaba se preguntaba qué le habría pasado a Magnus. ¿Se habría desmayado al ver una rata? ¿Una crisis de pánico al tocar polvo? Quizás y hasta se había asfixiado con esa horrorosa mascarilla que usaba. Tendría que lidiar con su ansiedad, su paranoia y retrocederían todo lo avanzado. Se cansaba de sólo ima
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