XXXII Familia de artistas

Tobías Grandón bebió un sorbo de su whisky y empezó a contar la historia de por qué ambas familias no se habían conocido hasta ahora.

—Mi padre estaba loco.

Agustina y Elena miraron de reojo la fotografía de su padre sobre la chimenea.

—Nunca nos dijo que tuviera un hermano, nos enteramos cuando falleció, pero en las cláusulas de su testamento estaba incluido que no entráramos en contacto con ustedes.

—Y no cumplieron la cláusula. ¿Perdieron su herencia? —preguntó Agustina.

No lo creía muy posible, el primo Tobías rezumaba clase y elegancia, tanto en sus finos ademanes como en sus ropas a la medida.

—Cumplimos al pie de la letra cada una de las cláusulas en el lapso de un año y recibimos nuestra herencia. Luego conocimos al tío Álvaro, un hombre muy amable, por cierto.

No lo conocían para nada, pensaba Magnus, sin quitarle la vista de encima a Bea, muy sonriente con Julián.

—Entonces eres fotógrafo, yo estudio para ser escultora —le decía ella.

—¿De verdad? Pensé que eras modelo.

Ma
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