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Capítulo 10: Hilos invisibles

Se separaron sin mirar atrás. El sonido de la puerta al cerrarse tras Clara fue la sentencia final. No hubo abrazos, ni súplicas, ni una última palabra que prometiera algo más. Solo silencio. Un silencio que se estiró por años.

Ethan no volvió a casa esa noche. Ni a la mañana siguiente. Ni nunca más. Lo dejó todo: su apellido, la empresa, el legado familiar que durante años cargó como una armadura que ahora le pesaba como una condena. Fue difícil alejarse, pero más difícil habría sido quedarse y seguir negando lo que era. Lo que quería.

Durante meses deambuló, hasta que encontró refugio en una empresa emergente que apostaba por la innovación y el talento antes que por los linajes. Allí, su experiencia y visión lo hicieron escalar hasta convertirse en su nuevo CEO. Un cargo ganado, no heredado.

Clara, por su parte, se quedó en Londres. No por él, ni por orgullo, sino por ella. Decidió, por primera vez en mucho tiempo, elegir su propio camino. Cambió la casa silenciosa por un apartamento pequeño, cálido y lleno de libros. Trabajó como camarera por las noches mientras estudiaba durante el día. Convirtió el dolor en impulso, y el impulso en determinación. Se graduó con honores en Finanzas y, un día cualquiera, envió su currículum a una empresa que buscaba jóvenes talentos para una pasantía. No sabía que su historia, esa que creía cerrada, estaba a punto de abrir un nuevo capítulo.

El primer día llegó con una carpeta en la mano y un nudo en el estómago. Subió en ascensor hasta el piso veinte, repitiéndose mentalmente que debía mostrarse segura. Cuando las puertas se abrieron, lo vio. Ethan. Más maduro, el rostro algo más delgado, pero con los mismos ojos. Esos ojos que una vez le dieron hogar.

La sorpresa fue mutua. Un segundo congelado en el tiempo. Un saludo sutil, casi mecánico, y luego cada uno volvió a lo suyo. Pero el pasado, aunque mudo, gritaba entre los pasillos.

Durante semanas trabajaron juntos. Al principio con distancia profesional, casi incómoda. Pero el roce diario, las miradas fugaces y los silencios compartidos empezaron a hacer lo suyo. No eran los mismos. Ambos lo sabían. Y, sin embargo, algo de lo que fueron aún latía, tímido, pero persistente.

Una noche, al terminar un informe urgente, Ethan la miró desde su escritorio.

—Es tarde —dijo, cerrando su computadora—. ¿Te gustaría cenar? Nada raro, solo… evitar llegar a casa y tener que cocinar algo decente.

Clara dudó un instante. Luego sonrió.

—Está bien. Pero elijo el lugar.

Fueron a un restaurante pequeño, cálido, sin pretensiones. Hablaron. Por fin. No de trabajo, ni del clima. Hablaron de verdad.

Ethan le contó cómo renunció a todo. Cómo no volvió a ver a su familia desde aquel día. Cómo se reconstruyó en silencio. Cómo, meses después de separarse, intentó encontrarla sin éxito.

—Pensé que era lo que querías —confesó—. Que necesitabas cerrar el capítulo. Me resigné a respetarlo, aunque me costara.

Clara bajó la mirada y jugó con su servilleta.

—Me hubiera gustado que me encontraras… No para volver, más bien para no perder contacto. Fueron años buenos, pero… algo solitarios.

Se miraron. El aire se volvió denso, cargado de todo lo no dicho.

—Te convertiste en una mujer increíble —dijo él con voz suave—. Y estoy orgulloso. No solo por lo que lograste. Por cómo lo hiciste. Por cómo brillás ahora.

Clara sonrió, conteniendo las lágrimas.

—Gracias. Supongo que ambos hicimos lo que teníamos que hacer.

—¿Jamás has pensado en que hubiera sido de nosotros si yo no arruinaba todo?—empezó él, dubitativo— Quiero decir, ¿aún estaríamos juntos?.

—Trato de no pensar en eso, de nada sirve atarse al pasado —expresó Clara con tranquilidad

—Pero realmente me agrada esta extraña vuelta que ha dado el destino —murmuró mientras se sonrojaba

Ethan la observó con detenimiento, mientras una pizca de esperanza crecía dentro de él.

—Intentemos conocernos —dijo Ethan así sin más, sin pensarlo mucho por miedo a arrpentirse

— Desde cero, somos dos personas muy distintas. Háganos esto de nuevo, sin mentiras. Solo dos personas que una vez se tuvieron historia… y que quizás aún tienen algo por escribir.

Ella lo miró en silencio. Ya no era la Clara herida ni la mujer que buscaba respuestas. Era alguien nuevo. Alguien fuerte. Y alguien que había sido incapaz de amar a otro hombre desde ese entonces. Ella había sanado, había entendido que él solo había sido victima de su familia, pero sabía muy en el fondo que toda su historia, todo ese amor, había sido real.

—Podemos ir viendo qué nos depara el destino. A paso lento —respondió—. Empezar por un par de citas. Ver si eso que alguna vez nos unió… sigue ahí, de alguna forma.

Salieron del restaurante con una mezcla de paz y nerviosismo en el pecho. Él la acompañó hasta su puerta, y se despidieron con una sonrisa que decía más que cualquier palabra.

Ethan volvió a casa con el corazón latiendo rápido, como un adolescente enamorado que siente que, por fin, puede volver a soñar.

Clara se tumbó en el sofá, con la mano sobre el pecho, sonriendo hacia el techo.

—El destino es muy loco —susurró.

Porque cuando dos almas están unidas por un hilo invisible, no importa cuánto tiempo pase, cuántos silencios existan, ni cuántas despedidas los separen. Siempre encuentran el camino de regreso.

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