Capítulo 2: El silencio

Hace dos meses, una noche fría y tenebrosa en Londres, mi teléfono vibró con un mensaje de mi padre: "Reunión urgente en casa del abuelo". No era común que se organizaran juntas familiares de esta forma, ya que los problemas de la empresa siempre se resolvían en las oficinas. Algo no estaba bien. Cuando llegué, todos estaban allí: mi abuelo Armando, mi padre Eric, su hermano Esteban con sus tres hijos y sus dos nietos, su hermano Cristian con sus dos hijos y su única nieta y mi tía Beatriz con sus cuatro hijos y sus cinco nietos. Todos reunidos alrededor de la mesa, algo inusual, considerando que vivían en ciudades diferentes. Me senté, y sin darme tiempo a procesar, mi abuelo comenzó a hablar.

Sus palabras narraban una historia que todos ya conocíamos, como si estuviera repasando los planes familiares o recordándolos a alguien. La empresa era enorme, con sedes en varias ciudades de Inglaterra, y cada hermano estaba a cargo de una de ellas. Mi padre dirigía la sede central en Londres, la más importante, y yo, como único hijo, era el heredero. Todo eso ya lo sabía, pero aún así me quedé allí, sentado, disociado, pensando en Clara. En su hermoso rostro, en sus rosadas mejillas por la timidez, y en la deliciosa cena que estaría preparando esa noche.

De repente, una voz firme me sacó de mis pensamientos.

—Estás tan distraído que ni siquiera te has dado cuenta de que todo esto va sobre ti. He estado hablando todo el tiempo sobre la importancia de nuestro linaje y de no morir sin saber que mi familia tiene un futuro asegurado. Estoy muy enfermo, Ethan. No puedo decir con exactitud cuánto tiempo me queda, pero no creo estar aquí el próximo año. No puedo morir sin ver que tienes al menos un hijo. Te casaste hace dos años, ¿dónde están tus herederos? —dijo, mientras su tono se intensificaba.

Me quedé mudo. Quería decir tantas cosas, pero no podía. Quería contarles sobre Clara, sobre el trasplante de riñón del que aún se estaba recuperando, pero en su lugar, solo pude murmurar un "lo siento, estamos trabajando en ello", con la voz temblorosa.

Ethan siempre había sido un hombre respetable, con una presencia imponente. Solo Clara conocía su lado más tierno, y solo su familia veía la versión de él llena de miedo.

—¡No hay tiempo! —exclamó su abuelo—. ¡Ya no más, Ethan! Tienes un año para conseguir una nueva esposa y darle a tu familia la tranquilidad de los herederos, ni un día más, ni un día menos. Te sugiero que te deshagas de esa mujer cuanto antes. El tiempo corre.

—Jamás debimos permitir que te casaras por amor. Eso nunca sirve de nada— murmuró su padre mientras dejaba entrever en su rostro una expresión de desagrado

Conducía de regreso a casa, completamente ahogado por la presión. Su mundo se desmoronaba. No podía presionar a Clara, su cuerpo no estaba listo para esto. Pero tampoco podía decepcionar a su familia. El había nacido para esto. Las reglas eran claras: después de un año de matrimonio, los hijos tenían que llegar, y ellos ya llevábamos dos años casados. Pero romperle el corazón no era una opción, él había jurado estar a su lado siempre, amarla, no podía decepcionarla. Tampoco podía decirle la verdad, ella jamás supo que su familia se oponía a ese matrimonio.

Debo hacer que ella me deje —pensó Ethan con desesperación— que me desprecie al punto tal de no querer volver a saber de mí, aunque eso signifique arruinar mi vida, debo lograr que Clara me deje para siempre.

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