Si a Ona le hubieran dicho que iba a convivir con una humana se hubiese reído, pero si además le hubieran dicho que iba a sentir celos hacia ella, jamás se lo hubiera creído.
Sin embargo, empezó a sospechar que era así cuando le empezó a doler oír el nombre de Cala en los labios de Yuma, incluso antes de haberla conocido en persona. Mientras aún estaba en el clan de su propia familia ya ese nombre le producía un sentimiento confuso y adverso. El brillo en los ojos del muchacho cuando hablaba de ella no era el mismo que el de cuando hablaba de cualquier otro miembro de su clan.
Luego, las cosas fueron aún a peor cuando tuvo frente a ella a aquella muchacha menuda, con su cabello castaño, los ojos claros, límpidos, y una boca pequeña pero de labios bonitos. Era hermosa. No era de su especie, pero por más que quisiera engañarse no podía dejar de pensar qu
—¿Por qué yo? —protestó Cala de forma enérgica.Léndula acababa de mandarla a buscar a Ona al arroyo. Hacía demasiado tiempo que la chica se había marchado y Léndula comenzaba a preocuparse.—Porque lo digo yo —contestó Léndula, malhumorada—. Yuma está cazando, si no iría él.Aquello irritó aún más a Cala.—Pues si no sabe volver sola que no vaya —se quejó.La promesa de acercarse a Ona había quedado en el olvido desde que había descubierto su origen. Hacía más de tres horas que la tupi había anunciado que iba al arroyo y aún no había vuelto. Léndula comenzaba a preocuparse y ahora le tocaba a ella ir a buscarla. Estaba harta de aquella situación tan incómoda, y Léndula, ignorante de todo, se lo ponía a&uacu
Al llegar de vuelta a su cabaña, lo primero que hizo Manuel fue sentarse con un lápiz en la mano y un folio en blanco. Su mente recordaba a la perfección cada uno de los rasgos, y, en un momento, tenía un fiel retrato de Ona sobre la mesa. Ese ser maravilloso le había permitido observarle durante unos segundos preciosos.Manuel no podía dejar de dar vueltas en su cabeza, como si de una película se tratara, al momento en el que escuchó el primer golpe contra una de las paredes de la cabaña.En ese momento, no había prestado atención, ocupado en hacer un estofado no fue hasta que sonó el ruido de cristal roto que Manuel dejó la cocina y se acercó a la ventana. Entonces la vio, quieta, a la entrada del bosque. Él también se quedó inmóvil, observándola y temiendo asustarla. Se miraban, cara a cara, y poco a poco Manuel se atrevió a ace
Ona atravesó el bosque a gran velocidad y llegó sofocada al arroyo. Era tarde, sabía que llevaba demasiado tiempo fuera y que estarían preocupándose por dónde estaría, pero tenía que recomponerse antes de volver al clan. Se detuvo junto al arroyo, se agachó y se lavó la cara. Bebió agua y levantó la cabeza asustada cuando oyó la voz de Yuma tras ella.—¡Ona! —gritó él.Llegaba también fatigado, como si hubiese llegado corriendo a gran velocidad. Se acercó a ella y la sujetó por los hombros.—¿Qué te ha pasado? Es muy tarde, ¿por qué no has vuelto al clan?Ona le miraba dubitativa ¿cuánto sabía él? Le pareció obvio que acababa de llegar al arroyo, estaba incluso más fatigado que ella, o, al menos, él no se molestaba en disimularlo. A
—¡Eso es mentira! —gritó Cala, fuera de sí.Yuma acababa de echarle en cara que no había ido a buscar a Ona al arroyo y les había mentido a todos. Ellos mismos se encontraban en el mismo lugar en el que Yuma había encontrado a Ona.Cala se había asustado cuando Yuma se había acercado a ella sujetándola de un brazo y le había dicho que fuera discreta y le acompañara, que tenía que hablar con ella.Para sus adentros, Cala había imaginado mil conversaciones en el corto trayecto entre la guarida y el arroyo, pero en ninguna Yuma la acusaba de haber mentido.—Estaba aquí mismo, Cala —rugió Yuma—, ya basta de mentiras.—Yo no miento —se defendió Cala. Resopló muy cerca de él, como un pequeño toro enfurecido. A fin de cuentas ella no era capaz de bufar como los tupi.—Ent
Ona apareció una mañana temprano en la habitación de Cala. Golpeó un par de veces en la puerta y entró sin esperar a que Cala la invitara a pasar. Sus dedos acariciaron la madera mientras cerraba la puerta tras de sí y después se volvió despacio ante los ojos asombrados de Cala.—Yuma me ha pedido que venga a verte —los ojos de Ona miraban a Cala con suspicacia—. No sé lo que pasa, pero está empeñado en que seamos amigas.Se dejó caer en el lecho de Cala con total confianza y antes de que ésta pudiera echarle en cara su mentira olisqueó a su alrededor con descaro y atrapó su atención. La estaba oliendo a ella.—¿Qué pasa? ¿Huelo mal? —preguntó Cala, enfadada.Lo de aquella chica no tenía nombre, todavía no daba crédito a lo que estaba haciendo, venía para busca
Mientras Ona y Cala se adentraban juntas en el bosque, Yuma lanzaba su lanza sobre un jabalí y pensaba en que aquel era su día de suerte.Cala, sin embargo, corriendo por el bosque junto a Ona, pensaba que sentirse cómplice de aquella chica era lo último que hubiera imaginado. Su cabeza daba vueltas sin cesar acerca de lo que estaba haciendo. La idea de estar traicionando a los miembros de su clan la hacía sentir terriblemente culpable, pero el sentirse ella misma traicionada por Yuma superaba aquellos sentimientos al punto de querer asegurarse de que Ona, en esta ocasión, no mentía.Ona tenía que adaptar su paso al de Cala, mucho más lento, y ésta observaba su gesto contrariado y le parecía que había cambiado. Era una muchacha extraña, de su rostro parecía haber desaparecido toda la dulzura de la mañana y, sofocada, Cala se dio cuenta que habían salido de lo
Cala se dejó resbalar por la pared embarrada y aterrizó junto al hueco que dejaba la enorme raíz desarraigada de un árbol.Ona ya estaba abajo, por supuesto, y le hizo a Cala un gesto para que esperase. Metió la mano en el hueco y comenzó a sacar objetos que dejaba caer al suelo. Cala se agachó a su lado y comenzó a amontonar los objetos mientras los miraba extasiada. Ona terminó de vaciar el hueco y se volvió hacia Cala que, arrodillada, acariciaba los objetos y los pasaba de una mano a la otra. Ona la observaba.Cala no podía creerse que Yuma no hubiese compartido algo así con ella. Cada objeto era como una puñalada a su autoestima, a su confianza en Yuma.—¿Reconoces alguno? —preguntó Ona, de forma misteriosa.—No, ya te dije que nunca me enseñó nada de esto —dijo Cala, sin entender a qué venía aqu
Cala deseaba que aquel abrazo no terminara nunca. Sentía, junto a su oreja, el agitado pecho de Yuma y sus brazos fuertes; tan fuertes que podrían destrozarla, y, sin embargo, la abrazaban y la habían abrazado siempre, y pensaba en lo fácil que sería todo si ella hubiera sido una tupi más.Pero no lo era. Ahora ya era seguro que no lo era. Ahora ya no había vuelta a atrás, ya no había más mentiras que él se pudiera inventar. ¿Para qué? ¿Para protegerla? ¿Por eso la había mentido durante todos aquellos años?No quería saberlo. No quería que aquella carrera terminase nunca, quería que aquellos brazos no la soltasen nunca.Pero el abrazo terminó. Lo hizo muy cerca del refugio del clan y entonces Cala se percató de lo enfadado que se veía a Yuma y se sintió aterrorizada por todo lo que la acababa de p