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Graciela y Roberto se miraron, todavía perplejos ante la escena que tenían frente a ellos. Fue Graciela quien rompió el silencio, señalando a Isabella con el ceño fruncido.

—Isabella, ¿puedes explicarme qué estás haciendo? —su voz estaba cargada de preocupación—. Se supone que sigues una dieta estricta por tus problemas del corazón. Esto no es solo irresponsable, ¡es peligroso!

Roberto asintió, cruzándose de brazos mientras esperaba una respuesta.

—Tu madre tiene razón —entrecerró los ojos—. ¿Acaso olvidaste las advertencias del médico?

Isabella tragó saliva, sintiendo cómo las miradas de sus padres, Natalia y hasta algunos comensales cercanos se clavaban en ella como dagas. Apretó los puños debajo de la mesa, tratando de mantener la compostura.

—Yo… no es tan simple —murmuró, bajando la mirada y buscando desesperadamente una salida. Entonces, una idea se le ocurrió y levantó el rostro con fingida indignación—. ¡Es todo culpa de Natalia!

Natalia arqueó una ceja, cruzándose
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