Simón miró a Natalia mientras ella seguía inmóvil, procesando sus palabras. La incredulidad en su rostro era tan evidente que dolía. —¿Eso fue lo que hiciste? —susurró Natalia, con una mezcla de incredulidad y desprecio. —Natalia, por favor, escúchame —pidió Simón, dando un paso hacia ella con las manos levantadas—. Llamé al médico, y él me dijo que... era la única forma. Natalia retrocedió instintivamente, abrazándose a sí misma como si buscara protegerse de algo invisible. —¿Y creíste que esa era la mejor solución? —Su voz subió de tono, los ojos llenándose de lágrimas de pura rabia—. ¡Hubieras llamado a una ambulancia, Simón! ¡O me hubieras llevado al hospital! Simón apretó los labios, sintiendo cómo cada palabra lo atravesaba como un cuchillo. —No había tiempo —replicó, manteniendo su voz calmada—. Estabas mal, muy mal. Si te llevaba al hospital, tal vez... —Hizo una pausa, tragando saliva—. Tal vez no hubieras sobrevivido. Natalia lo miró como si lo desconociera por
—¡¿Qué Simón Cáceres hizo qué?! —La voz de Delia retumbó en el comedor, haciendo que Natalia diera un respingo y apretara la taza de té entre las manos. —Baja la voz, Delia —susurró Natalia, mirando nerviosa hacia la puerta de la cocina, como si temiera que alguien más pudiera escuchar. Pero Delia no estaba dispuesta a moderarse. Se levantó de golpe, con las mejillas encendidas por la furia y los puños apretados a sus costados. —¡Ese maldito pervertido! —gritó histérica, caminando de un lado a otro como león enjaulado—. ¡Voy a buscarlo ahora mismo para castrarlo! Natalia dejó la taza en la mesa con un tintineo y la agarró del brazo antes de que pudiera irse. —¡No hagas estupideces! —le rogó, suspirando largamente—. Créeme, yo también quería matarlo, pero hay dos cosas en esta historia que me inquietan. Algo no me cuadra, amiga.Delia se giró hacia ella con el ceño fruncido, claramente desconcertada. —¿Cómo que algo no te cuadra? —puso sus manos en sus caderas, mirándola in
Natalia contuvo la respiración cuando la enfermera insertó la aguja en su brazo. Aunque no era la primera vez que se hacía un análisis, la tensión del momento hacía que todo pareciera más doloroso de lo normal.Su mirada vagó hacia la ventana del pequeño laboratorio, donde los rayos del sol parecían intentar colarse entre las persianas. El lugar tenía un olor esterilizado, típico de los centros médicos, y el leve zumbido de las máquinas era lo único que rompía el silencio.—Tranquila, Natalia. Esto es rápido —le dijo la enfermera, con una sonrisa profesional.Natalia asintió débilmente, sintiendo cómo la sangre fluía hacia el pequeño tubo. “Todo esto es por Simón,” pensó con amargura, apretando ligeramente los labios. Cuando la aguja salió, dejó escapar un leve suspiro de alivio. Le colocaron una gasa en el brazo, y la enfermera le informó que los resultados estarían listos en pocas horas. Al salir del laboratorio, Delia la esperaba en la sala de espera. Su amiga se levantó al verl
Keiden dejó el teléfono sobre el escritorio con un suspiro pesado. La pantalla mostraba varias llamadas perdidas de Natalia, pero él no tenía intención de devolverlas, al menos no todavía. La excusa del trabajo era fácil, casi demasiado conveniente, pero en el fondo sabía que el verdadero motivo era más complicado. Las noticias recientes sobre ella y su ex habían sido como un balde de agua fría. —Quizás deba alejarme de ella entonces, si es que ha decidido volver con su ex... —murmuró, aunque las palabras le dejaron un sabor amargo en la boca.El zumbido del teléfono lo sacó de sus pensamientos. Era Mateo Beltrán, su mejor amigo, quien insistía en pasar por la oficina para tomar un café. Keiden aceptó a regañadientes, agradecido en parte por la distracción.Cuando Mateo llegó, llevaba una sonrisa desenfadada y un paquete de donas. —Hermano, tienes cara de que el mundo se te viene encima —comentó mientras dejaba el paquete sobre el escritorio de Keiden.Keiden negó con la cabeza, in
Natalia llegó a la puerta de Simón con pasos firmes y un semblante que parecía hecho de granito. Tocó con fuerza, su mano golpeando la madera como si quisiera derribarla con su determinación. Simón abrió al cabo de unos segundos, con el ceño fruncido y una ligera expresión de sorpresa al verla allí. —¿Natalia? —preguntó, su tono reflejaba una mezcla de confusión y nerviosismo—. ¿Qué haces aquí? Ella no respondió de inmediato. Su mirada afilada recorrió el rostro de Simón como si buscara algo escondido, algún rastro de culpa. Finalmente, cruzó los brazos y lanzó su primer ataque. —Quiero que me digas la verdad —exigió, su voz tan cortante como un cuchillo. Simón tragó saliva y trató de mantener la compostura. Sabía que aquella conversación sería difícil, pero no había anticipado la intensidad que Natalia traía consigo. —¿De qué estás hablando? —intentó, con tono cuidadosamente neutral. Natalia soltó una carcajada amarga. —No te hagas el tonto, Simón. Quiero saber por qué
—¿Daniel? —Natalia negó con la cabeza una y otra vez, mientras sus labios formaban una mueca de incredulidad—. Daniel me aseguró que ese video se había perdido. Si tú lo tienes… seguramente Isabella lo escondió.Simón dejó escapar una risa seca y amarga. —Daniel tiene más cosas que ocultar de las que crees, Natalia —susurró entre dientes—. Ya nada es lo que parece y la verdad es… que ya no sé en quién carajos confiar. Natalia lo miró fijamente, con una mezcla de incredulidad y desprecio. —La gran mentirosa aquí es Isabella, Simón —alzó los brazos con exasperación—. Pero, ¿sabes qué? Ya te dije que no me importa. No vuelvas a aparecer frente a mí. No soporto verte. —Pero…—Habla con quien tengas que hablar que yo haré lo mismo —alzó la barbilla con determinación—. Cuando sepas toda la verdad, entonces cerraré este ciclo de manera definitiva… y eso incluye no volver a verte jamás.Las palabras de Natalia cayeron como cuchillos en el corazón de Simón. Su rostro se contrajo en una
El centro del conflicto era el brillo helado en los ojos de Keiden y la sonrisa cínica que jugaba en los labios de Simón.—¿Qué, vas a golpearme? Adelante, Keiden, demuéstrame que no eres tan correcto como aparentas —provocó Simón, cruzando los brazos mientras daba un paso hacia él. Keiden apretó los dientes. Su mandíbula marcada temblaba con el esfuerzo de contener la rabia, acercándolo lo suficiente para que Simón pudiera sentir el calor de su respiración. —No me provoques, Simón —siseó, con una voz baja pero cargada de furia contenida—. No estás en posición de jugar conmigo. Simón no apartó la mirada. En cambio, sus ojos buscaron el desafío en los de Keiden, como si el peligro lo animara más. Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera dar el siguiente paso, una voz femenina los interrumpió. —¡Basta los dos! Natalia no se había ido todavía, y al ver la confrontación, no dudó en olvidarse de su vergüenza para ir a separarlos antes de que se comportaran como simios salv
Natalia caminó junto a Keiden. El ambiente entre ellos era espeso, cargado de un silencio incómodo que la hacía sentir un leve nudo en la garganta. Keiden mantenía su mirada fija al frente, sus pasos eran firmes, pero su actitud más fría que de costumbre. Natalia lo notó de inmediato y supo, con una punzada de molestia, que todo era culpa de Simón. Su cinismo y los comentarios llenos de insinuaciones habían plantado una duda que ahora amenazaba con arruinar cualquier posibilidad de construir algo con Keiden. —¿Podemos ir a tomar un café? Necesito hablar contigo —trató de sonar tranquila, pero su voz tenía un leve toque de ansiedad. —Claro —respondió sin mirarla directamente, y su expresión seguía siendo distante. El café al que llegaron estaba casi vacío. Al entrar, Keiden se dirigió hacia una mesa en la esquina, y Natalia le siguió, sintiendo el peso de su mirada en su espalda. Se sentó frente a él, sin saber por dónde empezar, pero la incomodidad le apretaba el estómago. A