—¿Daniel? —Natalia negó con la cabeza una y otra vez, mientras sus labios formaban una mueca de incredulidad—. Daniel me aseguró que ese video se había perdido. Si tú lo tienes… seguramente Isabella lo escondió.Simón dejó escapar una risa seca y amarga. —Daniel tiene más cosas que ocultar de las que crees, Natalia —susurró entre dientes—. Ya nada es lo que parece y la verdad es… que ya no sé en quién carajos confiar. Natalia lo miró fijamente, con una mezcla de incredulidad y desprecio. —La gran mentirosa aquí es Isabella, Simón —alzó los brazos con exasperación—. Pero, ¿sabes qué? Ya te dije que no me importa. No vuelvas a aparecer frente a mí. No soporto verte. —Pero…—Habla con quien tengas que hablar que yo haré lo mismo —alzó la barbilla con determinación—. Cuando sepas toda la verdad, entonces cerraré este ciclo de manera definitiva… y eso incluye no volver a verte jamás.Las palabras de Natalia cayeron como cuchillos en el corazón de Simón. Su rostro se contrajo en una
El centro del conflicto era el brillo helado en los ojos de Keiden y la sonrisa cínica que jugaba en los labios de Simón.—¿Qué, vas a golpearme? Adelante, Keiden, demuéstrame que no eres tan correcto como aparentas —provocó Simón, cruzando los brazos mientras daba un paso hacia él. Keiden apretó los dientes. Su mandíbula marcada temblaba con el esfuerzo de contener la rabia, acercándolo lo suficiente para que Simón pudiera sentir el calor de su respiración. —No me provoques, Simón —siseó, con una voz baja pero cargada de furia contenida—. No estás en posición de jugar conmigo. Simón no apartó la mirada. En cambio, sus ojos buscaron el desafío en los de Keiden, como si el peligro lo animara más. Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera dar el siguiente paso, una voz femenina los interrumpió. —¡Basta los dos! Natalia no se había ido todavía, y al ver la confrontación, no dudó en olvidarse de su vergüenza para ir a separarlos antes de que se comportaran como simios salv
Natalia caminó junto a Keiden. El ambiente entre ellos era espeso, cargado de un silencio incómodo que la hacía sentir un leve nudo en la garganta. Keiden mantenía su mirada fija al frente, sus pasos eran firmes, pero su actitud más fría que de costumbre. Natalia lo notó de inmediato y supo, con una punzada de molestia, que todo era culpa de Simón. Su cinismo y los comentarios llenos de insinuaciones habían plantado una duda que ahora amenazaba con arruinar cualquier posibilidad de construir algo con Keiden. —¿Podemos ir a tomar un café? Necesito hablar contigo —trató de sonar tranquila, pero su voz tenía un leve toque de ansiedad. —Claro —respondió sin mirarla directamente, y su expresión seguía siendo distante. El café al que llegaron estaba casi vacío. Al entrar, Keiden se dirigió hacia una mesa en la esquina, y Natalia le siguió, sintiendo el peso de su mirada en su espalda. Se sentó frente a él, sin saber por dónde empezar, pero la incomodidad le apretaba el estómago. A
El desconocido frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, un grito femenino rompió el silencio de la noche. Simón no lo pensó dos veces y corrió hacia el lugar donde estaban Carmona y Cortés. Al llegar, vio cómo intentaban arrastrar a la joven, que ahora parecía completamente inconsciente.—¡Déjenla en paz! —gritó, avanzando hacia ellos con determinación.Carmona y Cortés se detuvieron, sorprendidos por la interrupción, pero rápidamente recuperaron la compostura. —¿Qué tenemos aquí? ¿Un héroe? —se burló Cortés, dando un paso hacia Simón.—Sé lo que hacen, y lo van a pagar —espetó Simón, con el teléfono en la mano para grabar.Los hombres se miraron y, sin previo aviso, se abalanzaron sobre él. Simón luchó con todas sus fuerzas, pero la desventaja numérica y la fuerza de los atacantes pronto lo dejaron en el suelo, recibiendo golpes brutales. El golpe en la mandíbula de Simón resonó en el callejón, con el sabor metálico de la sangre llenándole la boca. No podía ceder. A
De vuelta en su departamento, Natalia llamó a Delia mientras inspeccionaba su armario en busca de algo adecuado para la cena.—¿Cómo van las cosas? —preguntó Delia, con su tono ligero pero curioso.—Más o menos bien. Me sorprende que Keiden no me haya reclamado nada sobre Simón —dijo Natalia, con un dejo de alivio en su voz—. Fue... diferente, como si realmente confiara en mí.—Es un caballero, a diferencia del simio de Simón —respondió Delia con un bufido—. Te lo dije, Natalia, Keiden es otro nivel. Me alegra que todo esté yendo bien con él.Natalia rió suavemente y luego, con un toque de malicia, añadió:—¿Y qué hay de ti? ¿Cuándo hacemos una cita doble con el mejor amigo de Keiden?Delia soltó una risita nerviosa, y Natalia no pudo evitar imaginarla sonrojándose del otro lado del teléfono.—Bueno... no voy a negarlo. Es mi tipo de hombre, y no me molestaría que las cosas llegaran más lejos —admitió Delia, con una risa tímida que hizo sonreír a Natalia.—Entonces tenemos que planear
El rostro de Natalia palideció mientras sus dedos temblorosos deslizaban la pantalla de su teléfono. El aire se volvió denso en la sala, y un jadeo escapó de sus labios. —No puede ser —murmuró con la boca ligeramente abierta, su rostro estaba teñido de un profundo desconcierto. —¿Qué ocurre? —preguntó Keiden, preocupado al ver el cambio en su semblante. Natalia dejó el teléfono sobre la superficie de madera con un movimiento lento, casi como si temiera que el objeto la quemara. Empujó el dispositivo hacia Keiden con dedos temblorosos. —Simón… ¿entonces sí está involucrado en esto? —susurró, como si al hablar más alto las palabras se volvieran realidad. Keiden tomó el teléfono, frunciendo el ceño mientras leía rápidamente. Las mismas imágenes que habían desconcertado a Natalia también le provocaron una punzada de inquietud. —¿Crees que tiene algo que ver con ellos? ¿Que sea su cómplice? —preguntó con cautela, aunque la incredulidad en su tono era evidente. —No lo sé —respondió N
La tensión en el aire era palpable. Isabella, de pie frente a él, lo miraba con una mezcla de desesperación y sufrimiento. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y sus palabras se ahogaban en su garganta.—Simón… —Isabella lo tomó del brazo con manos temblorosas, pero él soltó un resoplido y apartó su mirada de ella, negando con la cabeza.—No deberías estar aquí —dijo, su voz grave, tensa. El contacto de ella lo hizo sentirse aún más distante. La calidez de sus manos parecía contrastar con el hielo que se había apoderado de su interior. Tomó sus manos con firmeza y las alejó de él—. Isabella, esto no tiene nada que ver contigo.Isabella intentó mantenerse firme, pero la verdad le dolía demasiado. La angustia se reflejaba en sus ojos, y la voz le temblaba al hablar.—Claro que lo tiene —replicó, su tono quebrándose, pero con una determinación que le costaba mantener—. Me preocupo por ti porque te amo.Simón cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera apartar las emociones que querían
Simón trató de responder, pero la verdad le quemaba la lengua, y en lugar de palabras, un profundo silencio llenó el espacio entre ellos. —Simón… —¿Qué estás diciendo? —murmuró al fin, sintiendo cómo una chispa de rabia comenzaba a encenderse en su interior. Isabella, con lágrimas corriendo libremente por sus mejillas, dio un paso hacia él, pero no hubo ternura en su expresión, solo una mezcla calculada de vulnerabilidad y dramatismo. —Te estoy diciendo la verdad, Simón —suspiró, su voz temblando con una perfección ensayada—. Natalia no es la dulce mujer que conocimos de antes. Se ha endurecido, se ha vuelto fría, como si hubiera dejado de ser humana. Simón entrecerró los ojos, su mirada fija en la de Isabella como si quisiera leer más allá de sus palabras. —¿Y no se te ocurre pensar el por qué? —la interrumpió, su tono afilado como un cuchillo—. Eres la que menos debería hablar de cambios, Isabella. Ni siquiera sé si en verdad eras quien decías ser desde el principio. L