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El restaurante quedó atrás, y con él, el amargo episodio que Natalia deseaba olvidar. Keiden conducía con destreza, mientras Nathan iba en el asiento trasero, hablando emocionado sobre lo que quería comer y los juegos que esperaba usar.

Natalia, desde el asiento del copiloto, lo observaba con una sonrisa relajada. Keiden parecía tener el don de devolverle algo de calma tras el caos.

El almuerzo transcurrió en un ambiente distendido. Keiden hizo reír a Nathan con historias ingeniosas, y Natalia no pudo evitar sonreír ante su encanto natural.

—Mamá, ¿podemos ir al parque de juegos? —pidió Nathan con los ojos brillando de emoción—. ¡Quiero subirme a todo!

Natalia rió, relajándose por primera vez en lo que parecía una eternidad.

—Está bien, pero tienes que prometer que no te irás muy lejos —besó su frente con ternura—. Te quiero a la vista en todo momento.

Nathan asintió rápidamente, y los tres caminaron hacia un sitio cercano lleno de coloridas atracciones infantiles. El bullic
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