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El roce apenas perceptible de los labios de Kaiden sobre los de Natalia fue suficiente para desatar una tormenta de sensaciones en ambos.

Ella sintió cómo una corriente eléctrica le recorría la espina dorsal, mientras Kaiden, sin separarse demasiado, cerraba los ojos, disfrutando del momento.

Sin embargo, justo cuando la chispa amenazaba con encenderse por completo, un golpe seco en el parabrisas los hizo dar un respingo. Natalia dejó escapar un grito ahogado, llevándose una mano al pecho mientras su corazón palpitaba con fuerza.

Kaiden reaccionó al instante, girándose hacia ella en un gesto protector. Sus ojos brillaban con alerta, escaneando rápidamente el entorno antes de fijarse en el parabrisas.

Allí, con ambas manos apoyadas en el cristal, estaba Simón, el rostro rojo como un tomate y el pecho subiendo y bajando en una respiración descontrolada. Parecía a punto de explotar.

—¡¿Qué demonios?! —exclamó Kaiden, entrecerrando los ojos al reconocer al intruso.

Natalia, todavía r
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