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El pasillo del hospital era lo suficientemente transitado como para que Natalia se sintiera incómoda por la actitud cariñosa en la que estaba involucrada.

Los murmullos a su alrededor y las miradas ocasionales de otros pacientes y visitantes parecían clavarse en ella. Bajó la cabeza, intentando disimular su incomodidad, y le susurró a Keiden con tono avergonzado:

—Estamos en un lugar público… con gente alrededor.

Keiden, lejos de parecer afectado, sonrió con confianza y acarició su mejilla suavemente.

—Mejor así —respondió, con una chispa de picardía en sus ojos—. Que todos sepan que eres solo mía.

Natalia levantó una ceja, sorprendida, aunque una pequeña sonrisa amenazaba con formarse en sus labios.

—¿Desde cuándo te volviste tan posesivo?

Keiden se encogió de hombros, fingiendo inocencia.

—Solo soy así contigo, Natalia. No me importa nadie más.

Las palabras de Keiden la hicieron sentir cálida, pero también despertaron una sombra de tristeza en su mirada.

—Nadie ha
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