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—¿Qué pasó ahora? —preguntó Natalia, sintiendo que el día estaba en su punto más caótico.

Graciela levantó la vista, su expresión llena de preocupación.

—Astrid tuvo una crisis. No ha parado de llorar desde que te fuiste con Keiden. Esto no está bien, Natalia.

Natalia se acercó a su hermana, arrodillándose frente a ella.

—Astrid, mírame. ¿Qué pasó?

Astrid negó con la cabeza, apretando los labios.

—Todo esto es demasiado… lo de Graciela, lo de mi padre Fabrizio… —posó una mano sobre su frente—. Siento que todo se desmorona.

Natalia apretó suavemente sus manos, tratando de transmitirle calma.

—Escucha, vamos a resolver todo —su voz tenía una seguridad que realmente no sentía—. Pero necesito que te calmes, ¿sí?

Mientras hablaba, Natalia no pudo ignorar la sensación persistente de inquietud que seguía apretándole el pecho.

Algo estaba mal, y aunque intentaba mantenerse serena, su mente no dejaba de regresar a Keiden, a Delia y a esas extrañas llamadas que Keiden había r
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