Natalia respiró hondo mientras intentaba mantener la compostura. Miró a Simón, aún algo pálido y con las marcas de la intubación en su cuello. Había querido ser breve, pero el aire entre ellos se cargó de tensión apenas abrió la boca. —Espero que te recuperes bien —dijo, con un tono neutro. Pero antes de que pudiera continuar, Simón comenzó a negar con la cabeza. —No. No puedes irte, Natalia —apretó los dientes con frustración—. No te lo voy a permitir. Natalia esbozó una sonrisa amarga, era una mezcla de incredulidad y frustración. De pronto lo señaló con un dedo tembloroso. —¿Y cómo piensas impedirlo? —preguntó, con sarcasmo—. Si dependes de un respirador para mantenerte vivo. Supo al instante que sus palabras eran crueles, pero no pudo evitarlo. La rabia mezclada con la culpa era demasiado. Sin embargo, Simón no parecía inmutarse. Sus ojos brillaban con una intensidad que Natalia reconocía demasiado bien. —No importa lo que tenga que hacer —dijo con voz firme—. Si t
Natalia parecía más repuesta, aunque sus ojos seguían nublados por la tensión. Keiden empujaba su silla de ruedas con cuidado, y cuando llegaron a un pequeño corredor más apartado, decidió hablar. —¿Qué ocurrió allá dentro? —preguntó con cautela, bajando el tono de voz. Natalia suspiró profundamente y cerró los ojos por un momento. —Una burrada —respondió con un deje de frustración en su voz. Mateo, que había estado observando en silencio, alzó una ceja, claramente intrigado. Sin embargo, al notar la mirada fija de Keiden, se rascó la nuca y carraspeó. —Voy por un café. Ustedes... hablen tranquilos —dijo antes de alejarse con paso casual, aunque era evidente que quería darles espacio. Keiden se sentó frente a Natalia, tomó sus manos con cuidado y las sostuvo entre las suyas. Ese simple gesto hizo que Natalia se sintiera más calmada, más segura. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, lo que a su vez relajó a Keiden. —¿Vas a contarme qué pasó? —le preguntó con suavidad
Keiden apretó los labios y asintió lentamente, con sus ojos fijos en Natalia. Por dentro, su corazón latía con una mezcla de ansiedad y dolor, pero se obligó a mantener la calma. Aunque le costaba aceptar la confesión, sabía que tenía que escucharla hasta el final. —Entonces… ahora entiendo tu urgencia para hablar con Simón —dijo finalmente, con un tono que intentaba ser neutral, aunque su voz tembló ligeramente al final. Natalia lo miró con el ceño fruncido, desconcertada por sus palabras. —¿A qué te refieres? —preguntó, inclinándose un poco hacia él. Keiden tragó saliva, como si la frase que estaba a punto de decir le supiera amarga. —Vas a elegir a Simón, ¿verdad? —dijo, con un dejo de resignación en su voz. Los ojos de Natalia se abrieron como platos, y su rostro reflejó puro espanto. —¡¿Qué?! ¡No! ¿De dónde sacaste eso? —replicó, su tono cargado de incredulidad. Keiden frunció el ceño, claramente confundido. —No entiendo… —murmuró, pasando una mano por su cabel
La luz del atardecer se colaba por la ventana del hospital, iluminando el rostro tenso de Natalia. Habían pasado varios días desde su ingreso, y aunque su hemorragia se había estabilizado, el peso en su pecho no daba tregua. Sentada en la cama, sostenía su teléfono con fuerza mientras el mensaje en la pantalla la instaba a revisar los resultados del examen de ADN que se había hecho con Astrid. Un nudo se formó en su estómago al pensar en lo que estaba a punto de descubrir. ¿Y si todo lo que creía sobre su familia era una mentira? Su madre, su padre… su identidad misma parecía pender de un hilo. —¿Todo bien? —preguntó Delia, quien había entrado al cuarto con un café en mano y una sonrisa que intentaba tranquilizarla. Natalia levantó la mirada, notando la preocupación en los ojos de su mejor amiga. —Acaban de llegar los resultados del examen con Astrid —murmuró, con voz temblorosa. Delia dejó el café en la mesa y se acercó, tomando asiento junto a ella. —Nat, tus padres seg
Simón movía el tenedor de manera automática, como si el simple acto de comer pudiera distraerlo del dolor que llevaba en el pecho. Había dejado de usar el respirador hacía días, y su recuperación física iba por buen camino, pero su mente estaba muy lejos de sentirse en paz. La noticia de que Natalia había decidido empezar una relación formal con Keiden era un golpe que, aunque anticipado, lo había dejado sin aire. Recordaba con claridad las palabras de Natalia, cargadas de firmeza y determinación. Sabía que ella había tomado una decisión, y eso no hacía más que amplificar el vacío que lo consumía desde su último encuentro. Cada día, Simón se obligaba a levantarse y seguir con su proceso de recuperación. Sabía que Natalia sería dada de alta pronto, mientras él aún estaba atado a esa cama hasta que los médicos lo consideraran apto para salir. La idea de que ella se alejaba cada vez más de su vida hacía que las horas pasaran lentas y pesadas. Sus padres lo habían visitado frecue
Cuando Natalia, Delia y Daniel salieron de la habitación, un aire de alivio y cansancio los rodeaba. Natalia llevaba consigo la alegría del alta, pero también una impaciencia evidente por alejarse del hombre a unas pocas puertas de la suya.Daniel caminaba a su lado, sonriente de solo pensar en ver a su amada Astrid, mientras Delia permanecía alerta, con el ceño ligeramente fruncido, sintiendo que iba a volverse una paranoica de un momento a otro. Al doblar el pasillo, vieron a Mateo, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y la mirada fija en Delia. Al notar su presencia, él se enderezó y dio un paso hacia adelante con un semblante decidido. —¿Podemos hablar, Delia? —preguntó directamente, con voz grave y seria. Delia lo miró con recelo, deteniéndose. —¿Ahora? No creo que sea el momento, Mateo —respondió, cruzando los brazos en un gesto defensivo. —Solo serán unos minutos, te lo prometo —insistió él, con un tono algo más suave. Ella lo miró, dudando, pero el ton
El pasillo del hospital era lo suficientemente transitado como para que Natalia se sintiera incómoda por la actitud cariñosa en la que estaba involucrada. Los murmullos a su alrededor y las miradas ocasionales de otros pacientes y visitantes parecían clavarse en ella. Bajó la cabeza, intentando disimular su incomodidad, y le susurró a Keiden con tono avergonzado: —Estamos en un lugar público… con gente alrededor. Keiden, lejos de parecer afectado, sonrió con confianza y acarició su mejilla suavemente. —Mejor así —respondió, con una chispa de picardía en sus ojos—. Que todos sepan que eres solo mía. Natalia levantó una ceja, sorprendida, aunque una pequeña sonrisa amenazaba con formarse en sus labios. —¿Desde cuándo te volviste tan posesivo? Keiden se encogió de hombros, fingiendo inocencia. —Solo soy así contigo, Natalia. No me importa nadie más. Las palabras de Keiden la hicieron sentir cálida, pero también despertaron una sombra de tristeza en su mirada. —Nadie ha
El silencio entre Natalia y Simón era casi insoportable. Ella cruzó los brazos, mirándolo con impaciencia. —Si no vas a decir nada, mejor me voy —declaró, con voz fría y cortante. Simón tomó aire, luchando por reunir las palabras adecuadas. —¿Ya obtuviste los resultados del examen de ADN? —preguntó con tono tenso, tratando de mantener la calma. Natalia asintió con un leve movimiento de cabeza, sin agregar nada más. Parecía reacia a querer hablar con él y Simón parecía notarlo, ya que bajó la mirada por un instante antes de continuar. —No deberías hablar de eso ahora —dijo con voz temblorosa por el esfuerzo de estar de pie—. Tu estado de salud no es el mejor para lidiar con algo tan lleno de estrés y drama. Ella lo miró con firmeza, sin vacilar. —No tienes porqué preocuparte por eso, Simón —señaló al hombre a su lado—. Keiden va a acompañarme, para eso lo tengo a él. Esas palabras cayeron como un golpe en el pecho de Simón. Tragó saliva, sintiendo una punzada de dolor a