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Natalia respiró hondo mientras intentaba mantener la compostura. Miró a Simón, aún algo pálido y con las marcas de la intubación en su cuello.

Había querido ser breve, pero el aire entre ellos se cargó de tensión apenas abrió la boca.

—Espero que te recuperes bien —dijo, con un tono neutro.

Pero antes de que pudiera continuar, Simón comenzó a negar con la cabeza.

—No. No puedes irte, Natalia —apretó los dientes con frustración—. No te lo voy a permitir.

Natalia esbozó una sonrisa amarga, era una mezcla de incredulidad y frustración. De pronto lo señaló con un dedo tembloroso.

—¿Y cómo piensas impedirlo? —preguntó, con sarcasmo—. Si dependes de un respirador para mantenerte vivo.

Supo al instante que sus palabras eran crueles, pero no pudo evitarlo. La rabia mezclada con la culpa era demasiado.

Sin embargo, Simón no parecía inmutarse. Sus ojos brillaban con una intensidad que Natalia reconocía demasiado bien.

—No importa lo que tenga que hacer —dijo con voz firme—. Si t
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