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El juzgado tenía un aire pesado, como si las paredes mismas pudieran sentir el peso de los años de mentiras, traiciones y verdades que finalmente saldrían a la luz.

Natalia respiró profundamente mientras entraba del brazo de Keiden. Su vestido azul oscuro era sobrio y elegante, reflejando la seriedad de la ocasión, pero no pudo evitar mirar a su alrededor en busca de una cara familiar.

Simón no estaba por ningún lado.

Frunció el ceño, pero no dijo nada. Fue Keiden quien rompió el silencio con un comentario casual.

—Parece que este juicio será más tranquilo sin Simón rondando por aquí —dijo, con una sonrisa sardónica.

Natalia lo miró de reojo, con un leve reproche en su voz.

—Tal vez no se haya recuperado del todo —respondió, intentando sonar indiferente.

Keiden alzó una ceja, claramente divertido por su tono.

—¿Estás preocupada por él?

—Claro que no —respondió Natalia de inmediato, cruzando los brazos.

Keiden asintió, pero la miró con una expresión que indicaba que no
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