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La habitación del hospital estaba en calma, con solo el suave pitido del monitor cardíaco rompiendo el silencio. Simón estaba sentado en la cama, todavía procesando la visita de su hijo, cuando Natalia entró de nuevo. Su expresión era seria, pero había una determinación en sus ojos que no pasaba desapercibida.

—Isabella fue aprehendida esta tarde —anunció sin rodeos, cerrando la puerta detrás de ella—. La acusaron de robar un auto.

Simón la miró incrédulo.

—¿Qué? —soltó, aunque su tono no era tanto de sorpresa como de resignación—. No debería sorprenderme, pero... ¿robar un auto? ¿De verdad?

Natalia esbozó una sonrisa tensa, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en el borde de la ventana.

—Todavía no has visto nada —respondió, sus palabras cargadas de un sarcasmo que no pasó desapercibido.

Simón sintió una inquietud creciendo en su pecho. Sabía que las cosas con Isabella siempre habían sido complicadas, pero últimamente parecía que cada nuevo capítulo traía una revelación aún pe
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