Lawrence de Arabia dijo una vez que, aquellos que sueñan despiertos, son los que ven sus sueños hechos realidad. Y sí, ¿De pronto esto fuera cierto y tus sueños salieran de tu cabeza? Francis es una chica con una vida acelerada, y todo eso cambia cuando sus sueños comienzan a entretejerse con la realidad, dudando de todo lo que cree conocer. Una conexión con su pasado podría darle las respuestas a su realidad, pero una vez comienzas a dudar de todo, ¿Cómo puedes asegurar que lo que conoces es la verdad? Solo te queda estar al borde del abismo... ¿Y después? Después queda la locura.
Leer másEntró al recinto cargando una cámara en el hombro. De su cuello colgaba una identificación con el nombre de Arthur Peck, camarógrafo para el canal Telesat. Los guardias y los policías lo dejaron pasar sin más, vestía una playera del canal, vaqueros y una gorra que ocultaba parte de su rostro. Llevaba un maletín donde guardaba su arma.Escuchó por el radio que debía tomar su posición enseguida y que, en una hora más o menos, estaría comenzando el evento y que después le sería difícil avanzar entre el gentío.Llegó hasta la tercera planta, donde instaló la cámara y desde ahí poder mirar el panorama de todo el centro de convenciones.—En posición —dijo por radio.—Listo, ve a tomarte un descanso, después vuelves con eso —dijo la otra persona.—En
Era un consultorio común, había un sillón en donde los pacientes se recostaban para hablar de sus problemas, dos sofás unipersonales junto a una de las ventanas y un escritorio en una esquina, con una silla al frente, y varios libreros detrás.En ese escritorio, Francis vio una placa que rezaba Dr. John Fulton. La chica suspiró; lo miró a él, era un señor de cabellos canos, bien arreglado, unos anteojos colgaban de su cuello y un bolígrafo se asomaba por el bolsillo de la camisa. Sus facciones eran las de un señor tranquilo, no parecía tan viejo, pero si podía verse la inteligencia y astucia en sus ojos.—Tiempo sin verte —dijo el doctor.—Digo lo mismo, aunque… me parece extraño —dijo Francis sin dejar de pensar en la puerta y lo familiar que le resultaba, aunque no sabía por qué.—¿Qué
El plan de su madre era llevarla al psicólogo, después ella podía ir al centro de convenciones y si se portaba bien, iría al juego de su amigo Raúl.—Sería un demás que no fuéramos —contestó Francis.—Bueno, no tardes mucho, a las nueve y media nos vamos —dijo su madre antes de salir de su habitación.Francis miró su reloj y luego fue a la ventana. Dante estaba vestido con la ropa del póster y la miraba desde abajo, como un transeúnte más.—¿Ya se fue? —preguntó cubriendo sus ojos por el resplandor del sol.—Sí —respondió ella sin alzar mucho la voz.—Bien, ya llego ahí —contestó el joven y la chica vio cómo, sin que nadie lo viese, subió al techo del primer piso, luego se agarró del balcón y, en cuestión de se
Lo primero que vio fue el cielo. Estaba a punto de atardecer. Lo segundo que pasó, fue el sonido de algo quemándose, lo tercero fue el olor de algo en llamas y lo cuarto fue el dolor agudo en su estómago y parte de su cuerpo. Soltó un quejido y se sentó poco a poco, sorprendiéndose al ver el auto y el camión en llamas. Miró a su alrededor para saber qué más había pasado y no vio nada, no vio a nadie, o así creyó hasta que vio a un hombre tirado a orillas de la carretera y a la chica asiática, parada junto a él. —¡Oh, despertaste! —dijo la chica con alegría. —¿Q-qué…? —Qué despertaste —la asiática caminó tranquilamente hacia ella—. Veo que te golpeaste, pero no es mucho, no para ti —agregó, tendiéndole la mano para ayudarla a ponerse de pie. Le dio la mano y pronto estaba arriba. —¿Qué pasó? —preguntó a la chica. —Ah, un accidente, el conductor casi queda atrapado entre las llamas y le ayudé a salir y lo puse a salvo, está incon
Toc, toc, toc. —Francis, hija, ¿Ya estás dormida? —¡Mi madre! —soltó Francis en un grito ahogado. —Atiéndela, ya veré qué hago —dijo Dante, empujándola hacia la puerta. —P-p-pero… ¿Qué vas a hacer? —¡Solo hazlo! —gritó el chico en susurros. —¡Voy! —contestó ella molesta. Caminó hacia la puerta mientras su mamá tocaba una vez más. Francis escuchó un pequeño sonido y al girarse, Dante ya no estaba. Confundida y extrañada, abrió y miró a su madre ya con ropa de dormir. —¿Qué pasa? —Quería saber cómo estabas, mañana iremos con el psicólogo. —Estoy bien… —Francis se mostró desilusionada. —¿Segura? —Sí. —Has estado encerrada desde que viniste. —Tenía tareas. —Te dije que… —Lo sé, solo quería… estar sola un rato —contestó la chica alzando los hombros, dejando pasar a su madre mientras ella se iba a sentar en la orilla de su cama. Su madre miró su
Esa noche, Francis subió con un plato de comida un poco más cargado de lo debido, llevando oculto un plato debajo del que estaba servido. —¿Por qué tanta comida? —preguntó su mamá. —Dicen que, luego de un evento traumático, las víctimas suelen responder de diferentes maneras, desde dejar de comer y volverse algo locas, hasta volverse algo glotonas, supongo que es eso —contestó Francis desde arriba. Su madre frunció el ceño y luego asintió. —Ajá, ¿Tengo que preocuparme más de lo debido? —No lo creo, estoy bien y estoy sana, supongo que no, ¿O sí? —Bien, llamaré mañana al Dr. John Fulton. —¿En serio? Pero sí estoy bien. —Eso lo dirá el Dr. Fulton, ¿De acuerdo? —Ay, Dios, pero es que… ¿Para qué? No hace falta, desde hace cuatro años que no tengo ningún problema, ¿O sí? —Solo será para evaluación, ¿Bien? Lo llamaría ahora, pero es tarde, mejor mañana, así vamos si lo requiere, de todas formas, no tienes clas
Dante sonrió. —¿Y bien? —bajó el revólver y lo guardó en la funda de su pierna. —¿Por qué tan seguro de que vi lo que decías? —contestó la chica sin dejar de apuntarle. —Porque es obvio que lo que viste fue un póster vacío. Francis levantó el rifle con ambas manos, respiró y trató de mantenerse en pie a pesar de lo que estaba pasando, comenzaba a dolerle la cabeza. —¿Cómo? Dime, ¿Cómo es que saliste a este mundo? —preguntó la chica indicándole que se sentara en su cama. El chico frunció el ceño al no entender sus señales. —¿Qué? —¡Qué te sientes, carajo! —De acuerdo —Dante asintió, pronto estaba en la orilla de la cama. Ella caminó hasta quedar a unos metros frente a él. —¿Desde cuándo eres consciente de tu existencia? —¿Qué? —Qué… —suspiró tratando de mantener la calma— ¿Desde cuándo eres consciente de tu existencia? —¿Desde que nací? —Deja de hacerte el gracioso o te disparo —di
—Bien, ahí está mi casa, pero supongo que eso ya lo sabías —dijo Francis luego señalando una casa de dos pisos—. Y ese es el auto de mi madre.—¿Entonces?—Tendrás que subir por la ventana de mi cuarto para que no te vea, y espera ahí, no quiero preguntas sobre por qué he llevado un chico a mí casa.—¿Por qué? Sería lo normal, ¿No?—¿Normal? Sería lo anormal para mi madre, estoy casi segura de que piensa que me gustan las mujeres o algo.Dante abrió los ojos ante eso.—De acuerdo, entonces te espero en tu cuarto.Francis frunció el ceño ante eso, sintiendo que su corazón se aceleraba.—De acuerdo, punto número dos, evitemos decir cosas que tengan un posible doble sentido, ¿Bien?—¿Qué?—Qu&e
La gente corrió hacia las salidas, mientras Francis se agachaba para mantenerse a cubierto, viendo como aquel chico que decía ser Dante Parker, se quedaba de pie mirando al hombre del sombrero. Ambos estaban quietos a pesar del caos, como esperando una reacción el uno del otro.Francis vio el rostro del hombre. Era de ojos grises, llevaba gafas estilo aviador, claras. Y mientras el mundo corría despavorido, ella los observaba y se preguntaba por qué no reaccionaban, hasta que se fijó que el disparo lo había efectuado un chico vestido como Dante Parker.—¡Quiero ver a Henry Benet! —gritó mientras apuntaba a la gente y hacía más disparos al aire.Francis se mantuvo agachada, avanzando despacio hacia la salida, el chico seguía gritando. Se alejaba poco a poco del “falso” Dante Parker, tratando de cubrirse de todo.—¡Traigan a Henry Benet! &m