Juguetes en el Desván

Toc, toc, toc.

—Francis, hija, ¿Ya estás dormida?

—¡Mi madre! —soltó Francis en un grito ahogado.

—Atiéndela, ya veré qué hago —dijo Dante, empujándola hacia la puerta.

—P-p-pero… ¿Qué vas a hacer?

—¡Solo hazlo! —gritó el chico en susurros.

—¡Voy! —contestó ella molesta.

Caminó hacia la puerta mientras su mamá tocaba una vez más. Francis escuchó un pequeño sonido y al girarse, Dante ya no estaba. Confundida y extrañada, abrió y miró a su madre ya con ropa de dormir.

—¿Qué pasa?

—Quería saber cómo estabas, mañana iremos con el psicólogo.

—Estoy bien… —Francis se mostró desilusionada.

—¿Segura?

—Sí.

—Has estado encerrada desde que viniste.

—Tenía tareas.

—Te dije que…

—Lo sé, solo quería… estar sola un rato —contestó la chica alzando los hombros, dejando pasar a su madre mientras ella se iba a sentar en la orilla de su cama.

Su madre miró su

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