Luego de pasar la tarde con sus amigos y escuchar como Raúl se quejaba de que el entrenador los estaba explotando para el juego del fin de semana, se despidió de ellos diciéndoles que se cuidaran y que no hicieran cosas malas que parecieran buenas, ni cosas buenas que parecieran malas.
Volvió a casa con un pensamiento en mente, ese que tenía que ver con lo que Melisa le había comentado durante el receso. Le había parecido extraño, mientras caminaba, no dejaba de preguntarse por qué ella había llegado a pensar esas cosas. Había dicho que lo había pensado luego de leer El Retrato de Dorian Gray. Le pareció normal, aunque curioso, a ella también le pasaba que tenía curiosidades asociadas.
Pero no creyó del todo común que la conversación terminara de esa manera, con una pregunta casi como si estuvieran pactando algo. Parecía sacado de una película de fantasía, en donde el héroe da algo a cambio de otra cosa, sin saber a lo que se está enfrentando.
Apartó esos pensamientos y trató de sentirse Richard Ashcroft, caminando por alguna calle de Londres mientras cantaba Bitter Sweet Symphony.
El camino a casa duró poco, aunque el instituto quedaba a unos dos kilómetros de casa a pie, le gustaba tomar ese paseo con tranquilidad. No temía porque algo fuera a sucederle, la ciudad era “sana”, y aunque el índice de criminalidad era bajo, andaba por terrenos conocidos.
Llegó a casa faltando minutos para las seis de la tarde. El sol estaba en ese punto en donde ya se ha ocultado en el horizonte, pero aun ilumina al mundo con parte de su luz que se curva a través de la tierra.
Dejó sus cosas en el sofá y fue al baño. Al cabo de unos minutos, salió y fue a la cocina a buscar algo que comer. Tomó una manzana, algunos dulces y luego fue a su habitación.
En cuanto entró, encendió el estéreo, vinculó su celular y dejó que la música sonara.
Whiplash, de la banda sonora de la película del mismo nombre, se hizo escuchar en aquella habitación. Fue a su computadora, disfrutando el sonido en cada músculo de su cuerpo. Encendió la máquina y dejó que esta cargara unos instantes mientras disfrutaba de la música y su manzana.
Después de un rato, la computadora estaba lista para usarse. Miró los archivos que tenía en el escritorio, sorprendiéndose al ver tantos y preguntándose cuándo iba a terminar alguno. Incluso tenía una carpeta cuyo nombre decía “Novelas Inconclusas”, pero no le prestó atención a ello, estaba ahí por otra razón.
Abrió el navegador, mirando la palabra G****E en un fondo blanco y se dispuso a buscar algo que la tenía bastante extrañada.
Corazón de Tinta fue lo primero que buscó.
Se encontró con que era una película del año 2008 que relataba la historia de un hombre y su hija, que podían traer personajes a la vida con solo leer las líneas de los libros en voz alta. Investigó sobre el tema y se dio cuenta que la película estaba basada en una novela del mismo nombre, perteneciente al género de fantasía.
—Y en la fantasía puede ocurrir de todo, sí lo deseas, ¿No, Francis? Y este es el mundo real, en el mundo real no ocurren esas cosas.
El Retrato de Dorian Gray fue lo siguiente.
Los resultados arrojados por el buscador mostraban el artículo de Wikipedia y otros más. Había leído el libro hacía poco, pero quería corroborar ciertas cosas. En el artículo encontró que, Dorian Gray, encantado por las palabras de Lord Henry y viéndose a sí mismo, hermoso, en el cuadro que su amigo Basil le ha pintado, desea quedarse así, como su apariencia del cuadro, cumpliéndose su deseo de una manera mágica.
No encontró nada más al respecto, salvo que los mismos personajes de la novela creían que Dorian había hecho algún pacto con el diablo, pero este en ningún momento lo hizo, solamente pidió quedarse así, joven y bello para siempre. No hizo más, lo demás en la novela ya lo conocía, por eso no quiso seguir leyendo al respecto.
—Entonces un deseo puro de corazón, supongo —dijo a sí misma, recostándose en la silla mientras miraba la computadora—. ¿Tendría que pedir un deseo puro y de corazón para traer a Dante Parker a la vida? —y entrecerró los ojos al pensar en eso—. JA, JA, JA, JA, sí serás estúpida, Francis, ¿Cómo van a pasar esas cosas? Deberías preguntarle a Melisa dónde compró lo que se fumó, porque en serio que andaba volando al decirte eso —agregó, continuando con su investigación.
El Último Gran Héroe.
Según la información en Wikipedia, era una película de Arnold Schwarzenegger, donde interpreta a un personaje llamado Jack Slater y hay un chico que ve estas películas.
El chico, por medio de un ticket dorado que tiene poderes mágicos, entra en las películas del personaje y pasa una serie de aventuras interesantes, las cuales culminan con él volviendo a la realidad, donde Jack debe salvarlo a toda costa del enemigo de su película.
Francis miró esto un tanto extrañada, había visto esa película con su padre hacía mucho tiempo, y en cierto momento le había parecido un tanto rara, buena en esencia, pero el elemento mágico era lo que le había quitado un poco la sensación de alegría al pensar que algo así pudiera pasar, puesto que, para ella, la magia quedaba relegada solamente a las historias, no al mundo real, no la magia como aparecía en las historias.
—Supongo que algo así no es posible, aunque lo intentemos —suspiró—. Pero, ¿Qué esperaba encontrar? La respuesta de la vida, ja, ja, ¡Qué tonta! Algo así no es posible y punto, repite después de mí, Francis, ¡No podemos sacar a nuestros personajes de nuestras historias!
Se levantó y se tiró en su cama, mirando al póster de Dante Parker pegado en el techo de su habitación. El chico estaba en una postura de perfil, con una pierna y la espalda arrimadas a la pared. Levantaba un arma con su diestra y miraba a Francis a los ojos, con esa mirada seria y cautivadora.
—Un deseo, un ticket, una lectura en voz alta, todo es magia, todo es irreal, todo está bajo el filtro de lo que deseamos y no podemos tener y lo inventamos para poder ser —sonrió ante eso, sin dejar de mirar a Dante Parker—. ¿Qué me dices tú, muchacho? ¿Podré traerte a este mundo con solo pensarlo? ¿Seré capaz de algo así?
Se quedó mirando un rato el póster. Era a tamaño real, denotando la estatura del chico.
—¿Cómo sería algo así en este mundo? ¿Sería paradójico? ¿Explotaría el mundo si te encontraras con tu yo de esta realidad, ese que hace películas y actúa en esta serie? ¿Qué me tienes que decir, Dante? ¿A dónde podemos ir? —preguntó sin dejar de mirarlo. Luego recordó algo—. Y me sucede como en ese filme de Woody Allen, donde la chica se mete tanto en la historia que le habla a la película, y el personaje dentro de la historia la escucha y sale de la pantalla para ir donde ella —en ese momento se paró en la cama, sin dejar de mirar a Dante a los ojos y quedó a unos cuantos centímetros de él—. ¿Acaso me estás escuchando, Dante? Dime, ¿Acaso me has escuchado todo este tiempo?
Miró el póster durante unos minutos, esperando a que el chico reaccionara, pero no lo hizo, aunque en cierto momento pensó ver un leve movimiento en la ceja derecho, no pasó nada, solo había sido su imaginación.
—Como lo pensé, realmente es imposible que algo así pueda suceder, mañana le contaré todo esto a Melisa —dijo bajando de su cama, mirando su computadora—. ¿Qué más tienes para mí? ¿Qué más quieres que esta mente curiosa busque por asociación? —preguntó a la computadora—. Solo dame un poco, dame una idea y déjame ver todos los secretos que guardas.
Suspiró y caminó hasta la misma y se sentó frente a ella. Estando ahí, pensó en todas las historias que tenía sin terminar, las que quería escribir, las historias por leer, el universo extraño en su cabeza del que todas formaban parte, pensó en ello mientras recordaba la charla con Melisa.
—¿A dónde habría llegado? ¿A dónde podré llegar con algo así? ¿Y si escribo una historia de este tipo? ¿Sería bueno escribir una historia de este tipo? ¿A quién tendría de protagonista? ¿A mí misma? Creo que son demasiadas preguntas, hasta para un personaje, solo quiero saber, bueno, recordar de qué va la historia de Dante Parker en Otherside, no lo sé, solo para al menos no olvidar y no estar en el aire con todo lo que va a pasar en el último episodio.
Y tras decir eso, se estiró la espalda y Days Of Thunder, de The Midnight comenzaba a sonar, mientras, una pequeña ráfaga de viento movía una de las esquinas del póster de Dante Parker, haciendo que su rostro moviera ligeramente sus cejas.
Al día siguiente, los rayos de sol entraron por su ventana y la claridad la despertó, minutos después estaba saliendo para el instituto.En el camino iba escuchando un programa de radio de la estación local. Los locutores hablaban sobre el hecho de que grabaran parte del último episodio de la temporada de Otherside en la ciudad, específicamente en el Instituto King, al que Francis asistía. Mencionaron que muchas personas estaban interesadas en ello, especialmente la juventud que seguía las peripecias del aprendiz del crimen, Dante Parker, quien, según los locutores, se había visto envuelto con los carteles de la droga de su ciudad de la manera más irónica posible.—¿Cómo crees que vaya a terminar la serie, Fernando? —preguntó un locutor al otro.—No lo sé, según lo visto en el último episodio, Dante estaba decidido a ir
Se hallaba en una de las cafeterías del instituto, mirando desde ahí a unos chicos jugar algo de fútbol en la cancha más cercana. Su mente estaba en calma, se sentía tranquila, nada parecía perturbarla, ni siquiera el bullicio de la gente o la música que sonaba alto en los parlantes de la cafetería, quizás se debía al hecho de que se hallaba vagando en el vacío cósmico de su imaginación.Hasta que, de pronto, alguien golpeó la mesa detrás de ella. Lo pudo sentir, porque su espalda recibió la onda de choque, se quitó uno de los audífonos y se giró, dándose cuenta de que era Raúl.—Hola —dijo el chico sentándose del otro lado de la mesa, mientras ella siguió mirando a los chicos jugar fútbol.—¿Qué tal? —respondió ella.—Pues, aquí des
Luego de que su hija se fuera a su habitación esa noche, se quedó mirando la televisión, tratando de aparentar estar tranquila para no llamar su atención. La vio partir, la escuchó subir y cerrar la puerta y luego sonar su música. Esperó algunos minutos y se fue.Caminó por el pasillo hasta su recámara y se encerró, fue a sus ventanas y corrió las cortinas, trató de que todo se quedara en esa habitación, como si ocultara algo importante.Fue hasta su cómoda, abrió la última gaveta y miró un montón de carpetas, removió algunas y encontró una roja con las palabras “Mente Abierta”. La sacó, sopló en ella para quitar el polvo de encima y fue a sentarse en la orilla de su cama.Suspiró mientras escuchaba desde la habitación de su hija Message In The Bottle, de The Police. Sonri&oac
—¿Y ahora qué haremos? —les preguntó Marcos mientras caminaban para salir del instituto, eran casi las cuatro de la tarde.—No lo sé, tengo tareas.—Yo también —respondió Raúl, siguiendo a Melisa.—¿Y tú, Francis? —preguntó Marcos a la chica.—También, pero no sé si quieren hacer algo antes de irnos a casa —les preguntó mirándolos a todos. Los chicos se miraron entre sí y luego miraron a Francis.—Por mí, no hay problema —dijo Raúl—. De todos modos, más no creo que suceda.—Pues, opino lo mismo —dijo Marcos—. Solo quedas tú, Melisa.—¿Y a dónde iremos? —preguntó Melisa mientras seguían caminando.—Pues… ¿Podemos ir al muelle? Hace un tiempo que no vo
Hacía un atardecer hermoso desde donde se hallaba, en lo alto de un acantilado. En la radio sonaba una canción extraña que parecía encajar con lo que estaba sintiendo.Echo de menos el sabor de una vida más dulce, echo de menos las conversaciones. Esta noche estoy buscando una canción, voy cambiando todas las emisoras, soltaba el cantante.Meneó la cabeza luego de sentir una pequeña brisa tranquilizadora, subió al auto y cerró la puerta, arrancó e hizo derrapar las llantas, montando de nuevo la marcha en la carretera.Me gustaba pensar que lo teníamos todo, dibujamos un mapa a un lugar mejor, pero en aquella carretera, pagué los platos rotos…El motor rugía al acelerar y cambiar de velocidad, al girar en una curva, al dejarse caer por la gravedad en aquella carretera cuesta abajo. Su mente era un hervidero de pensamientos, to
Despertó.Estaba sudando muchísimo, el corazón le palpitaba como una locomotora y su respiración era desenfrenada.Al encontrarse en su cama, en la calidez de su habitación, soltó un suspiro de alivio, llevándose las manos a la cabeza, soltando exhalaciones que denotaban el agradecimiento de que todo fuera una pesadilla.—¡Joder! —pasó la mano por su frente y luego por el cabello. Miró su computadora encendida, el televisor apagado y se preguntó qué había hecho antes de irse a dormir—. Creo que… ¿Estuve escribiendo?Salió de su cama y caminó hasta la computadora. Se sentó frente a la máquina y vio que había un archivo de Word abierto en la barra de tareas.Frunció el ceño, alzó una ceja y abrió el programa. Pronto, la ventana se desplegó y vio que había
—…como ya hemos mencionado, muchachos… —prosiguió la profesora frente a la clase. En la pizarra estaba la fotografía de un hombre británico con un turbante, la fotografía era vieja, y sobre esta se encontraba el nombre T. E. Lawrence—. En literatura, el cambio o la modificación que sufrió la figura del héroe, se la debemos a la historia de este hombre, “Lawrence de Arabia”, un hombre real, con emociones complejas que se enfrenta a la que, en su momento, fuera la guerra que acabaría con todas las guerras.—Pero, ¿Por qué un hombre real y no un personaje de ficción? —preguntó Melisa, quien se hallaba junto a Francis.—A lo largo de la historia, la figura del héroe siempre ha sido idealizada, muy pocas veces ha tomado referencias de la historia para conformar a un personaje que represente todas las facciones caracter&iacu
El centro comercial estaba lleno de personas, unas vestidas de forma casual y otros haciendo cosplayer. Había música sonando en algunos parlantes y gente regalando afiches de restaurantes.Vio a unos cuantos chicos vestidos de Dante, algunas chicas vestidas de Isabel y a alguien vestido como Adrián, el enemigo de Dante. Adrián se vestía con elegancia, como al estilo de los años cincuenta.—Así que la gente mostró todo —dijo Francis al caminar por ahí y ver el alboroto general—. Supongo que ya habrá llegado, ¿Dónde será la firma de autógrafos? —miró a su alrededor—. ¿Será en el estrado? Casi nunca es así.Había mucha gente, se parecía a esas convenciones de anime y comics que solían hacerse en Japón o en San Diego. Tropezó con algunas personas, chocó con otras