Sonaba Dream On, de Aerosmith. El chico se hallaba sentado en el balcón, sin camisa, mirando el perfil nocturno de la ciudad. Hubo un acercamiento a sus ojos y pudo verse el reflejo de la silueta de los edificios. Luego se vio una mochila, algunas armas y una libreta con algunos nombres, en su cama.
Un celular vibró en su escritorio. Era una llamada. Adrián Barbero, ese era el nombre que aparecía en la pantalla.
El aparato no se hizo escuchar por encima de la música, dejó de vibrar y luego se apagó, al instante se encendió y apareció un mensaje.
Adrián Barbero
Cómo no aparezcas, la mataré a ella.
La música acabó y el tipo entró a su habitación. Enseguida sonó Knockin’ on Heaven’s Door, de Gun´s N Roses. Fue a su escritorio y tomó su celular, mirando la llamada perdida y el mensaje. Se hizo un acercamiento a su rostro y sonrió lobunamente, no dijo nada. Miró las armas en su cama, la libreta y su mochila.
Tomó una camiseta de su ropero y la funda para la pierna y un cinturón para cartuchos y granadas. Luego de alistarse, se puso la gabardina, dejando todo oculto.
La voz de Axl Rose lo hizo tararear por lo bajo la canción.
—Deseo un escocés justo ahora, me vería bien diciendo esa frase de Michael Fassbender, Hay un lugar en el infierno para los que desperdician un buen escocés —se dijo mientras apuntaba con su arma a un blanco en la puerta—. Y ya que estamos por tocar esa puerta, ¡Qué buen escocés, señor! —apretó el gatillo.
Continuará…
—¡Noooo! Ahora tendré que esperar otra semana para ver en qué termina, ¡Maldición! —soltó la chica al ver los créditos en la televisión, mientras de fondo sonaba Chop Suey!, de System of a Down.
Aparecían imágenes del programa en cuestión, algunas mostrando al chico que había aparecido al final del episodio sosteniendo sus armas, así como apuntando y corriendo a través de tiroteos, mientras aparecían otros personajes y sus nombres.
Luego de los créditos, los cuales vio hasta el final, se quedó hasta ver aparecer el nombre del programa: Otherside.
Y apareció otra escena. El chico de la gabardina había salido de su casa, iba hacia su auto, pero cuando estaba cerrando la puerta de su casa, se fijó que había alguien ahí. La cámara se posicionó detrás de esa persona, mostrando solo parte de su cabeza, dejando ver mechones de cabello largo y rojizo y entonces habló:
—¿Vas a ir por ella? —preguntó aquella persona con una voz de mujer.
—Sí.
—No puedo dejarte ir.
—Tendrás que matarme.
—No quiero hacerlo y… sabes que no tienes opción.
—Pues tendremos que averiguarlo, o tendrás que acompañarme.
La mujer sonrió.
—Supongo que… tendré que aceptar la oferta —contestó la mujer, haciéndose a un lado para dejarle libre el camino hacia la puerta del piloto.
El chico sonrió, luego la pantalla cambió a negro y entonces aparecieron los comerciales.
—¡Joder! ¡Es que no pueden dejarme así! ¡Quiero saber si mi amorcito muere o vive salvando a su amada, por el amor a Cristo! —reaccionó la chica.
—¡Fraaaaanciiiiiis! —escuchó que alguien la llamó fuera de su habitación, la voz venía debajo de ella.
—¡Dime, madreeee! —respondió ella.
—¡Ya está la cena! —gritó su madre, Francis solo golpeó el suelo dos veces.
—Bueno, ni modo, a comer, tendré que esperar otra semana para saber en qué acabas, Dante Parker —dijo a la televisión, apagándola, mirándose de pronto en el reflejo oscuro de la misma. Se evaluó y asintió, le parecía que tenía buen porte, algo esbelta, quizás le hacía falta algo de ejercicio, pero se sentía bien consigo misma.
Fue así como salió de su habitación.
Bajó y se encontró a su madre sirviéndose su comida para luego ir a sentarse en el sofá de la sala a ver la televisión, mientras ella se iba a sentar a la mesa.
—¿Qué tal te fue hoy? —preguntó su madre desde el sofá, el cual estaba delante de la mesa, Francis estaba detrás de ella, miraba lo que su madre estaba mirando: una novela.
—Pues, lo de siempre.
—¿Qué es lo de siempre?
—¿Qué puede ser lo de siempre en la vida de una chica de dieciocho años, madre? Ir al instituto, tratar de terminarlo con buenas notas para luego entrar en la universidad, intentar volver a casa con vida, pero antes disfrutar el tiempo con sus amigas y amigos en el instituto…
—¿Y conocer a un chico?
—¿Qué?
—Conocer a un chico, ya sabes, lo normal para una chica de dieciocho, “lo de siempre…”
—No creo, Dante Parker no va al mismo instituto al que voy —contestó Francis.
—Vuelve con lo mismo, ¿Cuándo te vas a enamorar de alguien del mundo real, Francis?
—Cuando se enfrenten al mundo por mí, ahí, justo ahí, o cuando alguien me diga que lo he hechizado en cuerpo y alma.
—¡Ay, Dios! ¡Ya vas a empezar!
La chica carraspeó.
—¿Qué me decías de Mario Cimarro la otra vez?
—Cuidadito, con ese hombre no te vayas a meter.
—¿O era Ben Affleck?
—¿De dónde te apagas?
—Si sabes cómo soy, ¿Para qué me das cuerda?
Su madre sonrió ante eso.
—¿Eso fue una sonrisa? —preguntó Francis sonriendo, mientras comía, desde la mesa. Su madre meneó la cabeza, intentando mantener la calma.
—Al menos sé que te fue bien.
—Pues sí, es lo bueno, ¿Y a ti?
—Pues, no hicimos mucho este día, solo nos tocó atender el caso del señor Sander, sí que la tiene fea, pero, al menos pudimos llegar a un acuerdo.
—El señor Sander es el de la hortaliza, ¿No?
—Exacto, ese mismo.
—¿Cuál era su problema? ¿No tenía solvencia?
—Algo así, es que el banco ya no quiere seguir prestándole, porque lo que pide no es ganancia para ellos, porque el señor Sander paga antes de tiempo, sin embargo, ha pedido un préstamo más grande y temen que, por la edad o por su solvencia, no pueda pagarlo y terminen perdiendo el dinero.
—¿Por qué es que quiere el préstamo más grande? —preguntó Francis tomando su plato para ir a sentarse junto a su madre.
—Dice que quiere remodelar su casa, y tiene su derecho, a pesar de todo, ha sido un buen cliente, tal vez pierden en los intereses, pero les paga lo que les pide, se mantiene, sin embargo, esta vez no es para invertir en su negocio, la venta de verduras y frutas, sino para algo más personal, y el banco rara vez favorece así a la gente.
—¿Y qué fue lo que hicieron?
—Simple, le dijimos que, si no paga la cuenta, iríamos a cobrar el valor de lo que queda del préstamo, solo del préstamo, no sus intereses, de lo que encontremos en su casa, para no afectarlo económicamente a él, y tampoco vernos como los malos, hace un tiempo el banco tuvo un problema similar y casi pierde una demanda contra la alcaldía.
Francis frunció el ceño y asintió, al tiempo que comía.
—Bueno, al menos sé que te fue bien —contestó Francis.
—Así es.
—¿Cómo le estará yendo a papá?
—Segura que bien, es un roble, siempre le va bien.
—Jum, no lo sé, aunque sea un roble, temo por su vida, también por la tuya.
Su madre la miró y sonrió.
—Estará bien, tranquila, dijo que volvería en una semana, hablé con él hace poco, dijo que te llamaría mañana por la mañana.
—Bueno, al menos te llamó y está bien, hablaré con él mañana, estaré pendiente —respondió y ambas se quedaron mirando la novela, comentándola.
Acabaron su cena y Francis lavó los trastes, después fue a su habitación y sacó uno de los libros de su librero. El Teorema Katherine era esta vez. Le gustaba Colin Singleton, el chico prodigio que había descubierto una fórmula para predecir quién terminaría dejando a quien en una relación y en cuánto tiempo.
Se encontraba en la parte en donde se hallaba describiendo la fórmula, luego de haber conocido a Lindsey Lee Wells, la chica del pueblo perdido que tenía al Archiduque Francisco Fernando, cuya muerte representó el inicio de la Primera Guerra Mundial.
—Sin duda, eso me gustaría en un chico, alguien que supiera de cosas, de esto y aquello, pero que no fuera pedante, sino que soltara su conocimiento a cuentagotas, a pulso, en el momento exacto e indicado… —se dijo mientras leía sobre Colin Singleton.
Las horas avanzaron, el reloj en la mesita de noche junto a su cama era testigo de ello. Y mientras el tiempo corría, la habitación fue descubriéndose, mostrando pancartas pegadas en las paredes de su cuarto, algunas de bandas de rock, otras de integrantes de estas bandas. Se vio su ropero, lleno de ropa de estilos variados, desde faldas y pantaloncillos cortos, hasta pantalones de tela y camisas de tela a cuadros.
Estaban sus zapatos, desde los tacones, hasta botas negras y altas. Había un rifle en una esquina y un premio también, el cual rezaba: Tercer Lugar, Tiro de Larga Distancia, Campamento de Verano, Año 2019.
Y luego estaba su escritorio, donde descansaba una computadora, con varios archivos en la pantalla, algunos eran textos de Word con nombres de historias, y por último estaba su librero con cientos de libros. Era de al menos tres metros de altura, y no solo había libros, también había discos, películas, había historias, cientos, miles de historias.
Ella era la chica que tenía una galaxia en su cabeza, y cuando el reloj tocó las dos de la madrugada, ella dormía plácidamente en su cama mientras, de fondo, en algún lugar del vecindario, sonaba Kiss From a Rose, de Seal.
Y en lo alto de su techo, una fotografía de Dante Parker la miraba de vuelta, parecía esperar algo de ella, pero solo era una fotografía, no podía mostrar expresiones así de nítidas.
—¿Escuchaste las noticias de esta semana? —preguntó una chica que se le acercaba por la espalda. Caminaban por un pasillo en el instituto. Había estudiantes recibiendo clases en algunos salones, había otros en las bancas junto a la cancha a un lado del pasillo y en las distintas cafeterías.—¿Cuáles? ¿Las del gobernador y de que lo encontraron con una tipa haciéndole…?—¿Entonces eso sí era cierto? —preguntó la chica parándose a su lado, sorprendida por la noticia.—Pues, según las fuentes, es cierto, dicen que todo parecía de película pornográfica.—¡Rayos! Eso es estar a otro nivel —agregó un chico mulato que se sumó a la charla. La chica que había venido siguiéndola, usaba anteojos.—Bueno, supongo que sí, no lo sé, la cu
Luego de pasar la tarde con sus amigos y escuchar como Raúl se quejaba de que el entrenador los estaba explotando para el juego del fin de semana, se despidió de ellos diciéndoles que se cuidaran y que no hicieran cosas malas que parecieran buenas, ni cosas buenas que parecieran malas.Volvió a casa con un pensamiento en mente, ese que tenía que ver con lo que Melisa le había comentado durante el receso. Le había parecido extraño, mientras caminaba, no dejaba de preguntarse por qué ella había llegado a pensar esas cosas. Había dicho que lo había pensado luego de leer El Retrato de Dorian Gray. Le pareció normal, aunque curioso, a ella también le pasaba que tenía curiosidades asociadas.Pero no creyó del todo común que la conversación terminara de esa manera, con una pregunta casi como si estuvieran pactando algo. Parecía sacado d
Al día siguiente, los rayos de sol entraron por su ventana y la claridad la despertó, minutos después estaba saliendo para el instituto.En el camino iba escuchando un programa de radio de la estación local. Los locutores hablaban sobre el hecho de que grabaran parte del último episodio de la temporada de Otherside en la ciudad, específicamente en el Instituto King, al que Francis asistía. Mencionaron que muchas personas estaban interesadas en ello, especialmente la juventud que seguía las peripecias del aprendiz del crimen, Dante Parker, quien, según los locutores, se había visto envuelto con los carteles de la droga de su ciudad de la manera más irónica posible.—¿Cómo crees que vaya a terminar la serie, Fernando? —preguntó un locutor al otro.—No lo sé, según lo visto en el último episodio, Dante estaba decidido a ir
Se hallaba en una de las cafeterías del instituto, mirando desde ahí a unos chicos jugar algo de fútbol en la cancha más cercana. Su mente estaba en calma, se sentía tranquila, nada parecía perturbarla, ni siquiera el bullicio de la gente o la música que sonaba alto en los parlantes de la cafetería, quizás se debía al hecho de que se hallaba vagando en el vacío cósmico de su imaginación.Hasta que, de pronto, alguien golpeó la mesa detrás de ella. Lo pudo sentir, porque su espalda recibió la onda de choque, se quitó uno de los audífonos y se giró, dándose cuenta de que era Raúl.—Hola —dijo el chico sentándose del otro lado de la mesa, mientras ella siguió mirando a los chicos jugar fútbol.—¿Qué tal? —respondió ella.—Pues, aquí des
Luego de que su hija se fuera a su habitación esa noche, se quedó mirando la televisión, tratando de aparentar estar tranquila para no llamar su atención. La vio partir, la escuchó subir y cerrar la puerta y luego sonar su música. Esperó algunos minutos y se fue.Caminó por el pasillo hasta su recámara y se encerró, fue a sus ventanas y corrió las cortinas, trató de que todo se quedara en esa habitación, como si ocultara algo importante.Fue hasta su cómoda, abrió la última gaveta y miró un montón de carpetas, removió algunas y encontró una roja con las palabras “Mente Abierta”. La sacó, sopló en ella para quitar el polvo de encima y fue a sentarse en la orilla de su cama.Suspiró mientras escuchaba desde la habitación de su hija Message In The Bottle, de The Police. Sonri&oac
—¿Y ahora qué haremos? —les preguntó Marcos mientras caminaban para salir del instituto, eran casi las cuatro de la tarde.—No lo sé, tengo tareas.—Yo también —respondió Raúl, siguiendo a Melisa.—¿Y tú, Francis? —preguntó Marcos a la chica.—También, pero no sé si quieren hacer algo antes de irnos a casa —les preguntó mirándolos a todos. Los chicos se miraron entre sí y luego miraron a Francis.—Por mí, no hay problema —dijo Raúl—. De todos modos, más no creo que suceda.—Pues, opino lo mismo —dijo Marcos—. Solo quedas tú, Melisa.—¿Y a dónde iremos? —preguntó Melisa mientras seguían caminando.—Pues… ¿Podemos ir al muelle? Hace un tiempo que no vo
Hacía un atardecer hermoso desde donde se hallaba, en lo alto de un acantilado. En la radio sonaba una canción extraña que parecía encajar con lo que estaba sintiendo.Echo de menos el sabor de una vida más dulce, echo de menos las conversaciones. Esta noche estoy buscando una canción, voy cambiando todas las emisoras, soltaba el cantante.Meneó la cabeza luego de sentir una pequeña brisa tranquilizadora, subió al auto y cerró la puerta, arrancó e hizo derrapar las llantas, montando de nuevo la marcha en la carretera.Me gustaba pensar que lo teníamos todo, dibujamos un mapa a un lugar mejor, pero en aquella carretera, pagué los platos rotos…El motor rugía al acelerar y cambiar de velocidad, al girar en una curva, al dejarse caer por la gravedad en aquella carretera cuesta abajo. Su mente era un hervidero de pensamientos, to
Despertó.Estaba sudando muchísimo, el corazón le palpitaba como una locomotora y su respiración era desenfrenada.Al encontrarse en su cama, en la calidez de su habitación, soltó un suspiro de alivio, llevándose las manos a la cabeza, soltando exhalaciones que denotaban el agradecimiento de que todo fuera una pesadilla.—¡Joder! —pasó la mano por su frente y luego por el cabello. Miró su computadora encendida, el televisor apagado y se preguntó qué había hecho antes de irse a dormir—. Creo que… ¿Estuve escribiendo?Salió de su cama y caminó hasta la computadora. Se sentó frente a la máquina y vio que había un archivo de Word abierto en la barra de tareas.Frunció el ceño, alzó una ceja y abrió el programa. Pronto, la ventana se desplegó y vio que había