-HISTORIA COMPLETA- Alessandro Ferrari se había obsesionado con Leticia, aun sabiendo que estaba a punto de casarse. La persiguió de un modo incansable hasta que ella sucumbió a sus encantos llevándola a cometer traición. Aun así, Leticia siguió con sus planes de matrimonio y Alessandro no lo podía creer. A pesar de que era extremadamente rico, poderoso y atractivo, ella no lo escogió a él. Furioso, fue a la iglesia para comprobar con sus propios ojos que había perdido, siendo testigo de la boda de la mujer que quería para él. En ese instante se había jurado que algún día ella sería suya y le haría probar en carne propia el desprecio que él experimentó. Cinco años después, encontró la oportunidad perfecta para cobrarse aquel trago amargo. Sin embargo, las cosas no resultarían para nada como ambos esperaban y Leticia debía tomar una importante decisión: seis meses fingiendo ser la perfecta prometida de Alessandro o su padre iría a la cárcel. Lo que ella no sabía, era que todo había sido un engaño para ocultar su propio pasado.
Leer másUN MES DESPUÉSLETICIA—¿Entonces qué voy decirle? —le preguntó su padre.—Nada —contesté sorbiendo mi café, sosteniendo la taza como una barrera.Había llegado a Madrid hace un mes y me había refugiado en una pequeña casita en las afueras de la ciudad. No quería que Alessandro me encontrara sin antes superar mi desilusión.—De acuerdo —dijo mi padre—. Pero al menos deberías tener el valor de decírselo a la cara en lugar de huir y esconderte.Me mordí el labio inferior. Dolía que mi padre apoyara a Alessandro.—¿Estás embarazada? —preguntó de repente y lo miré asombrada.—¿Qué?—Alessandro pensó que tal vez lo estabas...—No estoy embarazada…—Pues tienes muy mal aspecto. Has perdido mucho peso.No dije nada al respecto, y la verdad era que no podía sacarme de la cabeza la imagen del hombre que amaba con la mujer que me había advertido que no me quería.—Cada vez que Alessandro me llama me siento peor —insistió mi padre—. Sabe que estamos en contacto. Él sabe que sé dónde estás.Bufé
Apoyé la barbilla en la mano y reflexioné largo rato. En parte, era cierto que no debí haber montado tal escena, pero no lo pude evitar.Alessandro se hallaba sometido a una fuerte presión en su trabajo y no era momento de hablar del asunto de su madrastra cuando el solo quería hacerme el amor. Era una tonta que desaproveché el único momento que tenía a solas con mi marido.Además, esa mujer sólo estaba tratando de crear problemas, y no podía permitirle interponerse en mi relación con Alessandro con tanta facilidad.Tragando con fuerza, salí de la cama decidida a buscar a mi marido y pedirle que regresara al dormitorio para terminar lo que ni siquiera había empezado. Me puse la bata y caminé por los pasillos iluminados de la silenciosa casa. Me dirigí directamente a su estudio y abrí la puerta con suavidad, esperando sorprender a Alessandro. Sin embargo, cuando terminé de abrir la puerta, cada músculo de mi cuerpo se tensó dolorosamente y sentí que me faltaba el aire, que iba a desmaya
LETICIA—¿Adónde vas Leticia? —me increpó cuando ya me perdía por el pasillo.—¡La próxima vez que quieras verme, pide una cita! —espeté sin voltear a verlo.—Prometo que te veré esta noche… —prometió Alessandro en tono suavemente divertido.—¿Siempre va a ser así? —pregunté con repentina desesperación.—No, pero llevará tiempo restaurar la calma. Mi padre mantenía un estricto control sobre sus negocios. Hasta el final trabajó incansablemente y la verdad, preciosa, es que no esperé que esta transición fuera tan pesada.Alessandro se veía agotado y me di cuenta de que el hombre que conocí y con quien me había casado, ya no era dueño de sí mismo. Mi pequeña felicidad, se había esfumado tal y como había llegado y estaba segura que no había un lugar para mí en su nueva vida.En aquellos momentos, sentía que mi posición era muy precaria, y eso hería mi orgullo. No me agradaba la idea de estar constantemente pendiente de que Alessandro me asegurara que quería que me quedara. Además, si resul
LETICIAAtenas, Grecia…Días después…Se me estremeció el cuerpo a pesar del calor. El entierro de Kostas se acababa de llevar a cabo, en el mismo sitio donde descansaban los restos de sus padres. El funeral fue exclusivamente familiar, pero la prensa se hallaba justo a la salida del cementerio, como una manada de lobos hambrientos contenidos tan sólo por la fuerte presencia de escoltas y seguridad local.—Es hora de irnos… —me susurró Adara, quien se apoyó en mí para levantarse—. No sabía que lo echaría tanto de menos… —susurró, moviendo la cabeza—. Pero lo cierto es que me he pasado la vida con él, oyéndole decirme constantemente lo que debía hacer y ahora me siento perdida.Adara no era la única que se sentía perdida; yo, además de sentirme perdida, me sentía completamente abandonada por Alessandro. Durante días me había repetido que no debía ser infantil y egoísta, que no debía esperar que Alessandro tuviera tiempo para mí cuando su presencia y atención eran constantemente requeri
ALESSANDROEnterarme que Leticia no tuvo la intención de casarse por todo lo que ocurrió entre nosotros, me había llenado de cierta paz y calmado toda la rabia que guardé hacia ella en los últimos años. Por lo que decía, vivió una vida miserable, bajo aquel vil chantaje al que la sometió Luis, porque, aunque estuviera enfermo, era un acto egoísta lo que había hecho.—Soy tan tonta… —se reprendió Leticia a sí misma—. No quise aceptar todo lo que sentía por ti…—No es tu culpa; eras muy joven y yo muy arrogante —asumí—. No supe darme cuenta de cómo debiste sentirte aquel día. No podía creer que aún quisieras casarte con él. Dijiste que nunca pensé en el daño que estaba causando y tenías razón. Sólo me preocupaba salirme con la mía —expliqué.—¿Por qué estás siendo tan comprensivo? —inquirió, desconcertada.La obligué a sentarse frente a mí, para que pudiera verla a los ojos.—¿Por qué me mentiste, después de hacer el amor por primera vez? ¿Por qué lo hiciste, Leticia?Ella se ruborizó i
LETICIA—¡No es asunto tuyo! —repliqué con rabia—. Además, anoche quise conversar contigo sobre mi matrimonio y no quisiste escucharme. Es evidente que no soy la única que confía más en la palabra de Leah —reproché con sarcasmo—. ¿Por qué no vas a pedirle el maldito informe y te enteras de todo por ti mismo?—Si tú no estás dispuesta a hablar, no dudes en que iré a pedírselo —replicó de mala gana y añadió con rabia—: Si es verdad... ¡temo que no seré responsable de mis actos! Pero, primero, bajemos a despedirnos de nuestros invitados —ordenó, en tanto sus dedos limpiaban mis lágrimas—. Ve a retocar tu maquillaje, cara… ¿qué pensarán nuestros padres si te ven así?Solo asentí y fui al tocador a limpiarme el rostro y corregir las imperfecciones. Cuando bajamos, me costaba mantenerme en pie por el temblor de mis rodillas, producto de los nervios y la incertidumbre de lo que ocurría en nuestra conversación. Además, noté la tensión y el enojo en el rostro de Alessandro que no apartaba aque
LETICIAHabían transcurrido treinta minutos desde que Alessandro me dejó sola, y aun no regresaba. Me sentía nerviosa y algo me decía que la situación ue lo retenía, no sería de mi agrado. Comencé a ignorar a los invitados, no por falta de educación, sino porque no me sentía en condiciones de escuchar a nadie; todo había desaparecido a mi alrededor y mi único objetivo era encontrar a Alessandro.Cuando una de las empleadas de la casa pasó por mi lado, la detuve del brazo y le pregunté si no había visto a mi marido.—El señor está con la señora Leah, dentro de la casa —respondió y la tierra desapareció debajo de mis pies.Dudé por un momento, antes de ir a buscar a Alessandro. Temía ir y encontrarme con que mis sospechas jamás habían sido tan descabelladas como el propio Alessandro me había hecho creer y como mi corazón trataba de convencerme que no era.Entré por la cocina y vi a Alessandro salir de allí con una jarra con agua; quise hablarle, pero me ganó aquella parte irracional de
LETICIALa fiesta transcurrió de un modo ameno y se realizaron innumerables brindis. Sin embargo, estaba muriendo de celos porque no podía dejar pasar el hecho de que Alessandro no apartaba sus ojos de Leah.Frustrada, comencé a beber, mientras vigilaba las miradas disimuladas que mi esposo le dirigía a la esposa de su padre, quien, para mi pesar, lucia arrebatadora y a diferencia de cuando inicio la ceremonia, ahora se veía efervescente y brillaba como una antorcha.Se había vuelto el centro de atención de un grupo de hombres embobados, y me causaba asco ver que a Kostas no le importaba, pero que a mi marido sí.—Para los hombres, ella es irresistible… —Le dije a Adara.—Para los hombres como Kostas, sí —replicó—. Es como un coche de edición limitada que solo el más poderoso se puede permitir; los demás, solo pueden mirarlo con envidia. Para los hombres como tu suegro, no creas que tener ese coche lujoso es lo que les da felicidad o satisfacción, sino que, que deseen algo que él tien
LETICIAAlessandro y yo bailamos mientras los invitados nos contemplaban, curiosos. Era cierto que nunca había bailado antes con él y me sentí repentinamente dolida por la falta de aquella clase de pequeñas experiencias en nuestra relación, aunque tampoco podía darle ese mote a lo que teníamos en aquel momento, y, para ser franca, tampoco tenía la más pálida idea de qué éramos exactamente, porque todo surgió de un chantaje derivado a un trato, donde no había habido cortejo, ni nos habíamos citado nunca, y sin embargo, lo amaba con una pasión que parecía crecer más y más a cada momento.—¿Cuándo vas a empezar a hablarme otra vez? —susurré, en tanto nuestros pies se movían al son de la música.—Nunca dejé de hablarte, y lo más probable es que, o no me creas o no te interese escuchar lo que yo pueda decirte.—Pues, lo siento… —mascullé entre dientes, al hecho de creer en Leah y no confiar en él—. ¿Qué más quieres que haga? ¿Arrastrarme?—No es mala idea —admitió con sorna.—Entonces, de