LETICIA—¿Adónde vas Leticia? —me increpó cuando ya me perdía por el pasillo.—¡La próxima vez que quieras verme, pide una cita! —espeté sin voltear a verlo.—Prometo que te veré esta noche… —prometió Alessandro en tono suavemente divertido.—¿Siempre va a ser así? —pregunté con repentina desesperación.—No, pero llevará tiempo restaurar la calma. Mi padre mantenía un estricto control sobre sus negocios. Hasta el final trabajó incansablemente y la verdad, preciosa, es que no esperé que esta transición fuera tan pesada.Alessandro se veía agotado y me di cuenta de que el hombre que conocí y con quien me había casado, ya no era dueño de sí mismo. Mi pequeña felicidad, se había esfumado tal y como había llegado y estaba segura que no había un lugar para mí en su nueva vida.En aquellos momentos, sentía que mi posición era muy precaria, y eso hería mi orgullo. No me agradaba la idea de estar constantemente pendiente de que Alessandro me asegurara que quería que me quedara. Además, si resul
Apoyé la barbilla en la mano y reflexioné largo rato. En parte, era cierto que no debí haber montado tal escena, pero no lo pude evitar.Alessandro se hallaba sometido a una fuerte presión en su trabajo y no era momento de hablar del asunto de su madrastra cuando el solo quería hacerme el amor. Era una tonta que desaproveché el único momento que tenía a solas con mi marido.Además, esa mujer sólo estaba tratando de crear problemas, y no podía permitirle interponerse en mi relación con Alessandro con tanta facilidad.Tragando con fuerza, salí de la cama decidida a buscar a mi marido y pedirle que regresara al dormitorio para terminar lo que ni siquiera había empezado. Me puse la bata y caminé por los pasillos iluminados de la silenciosa casa. Me dirigí directamente a su estudio y abrí la puerta con suavidad, esperando sorprender a Alessandro. Sin embargo, cuando terminé de abrir la puerta, cada músculo de mi cuerpo se tensó dolorosamente y sentí que me faltaba el aire, que iba a desmaya
UN MES DESPUÉSLETICIA—¿Entonces qué voy decirle? —le preguntó su padre.—Nada —contesté sorbiendo mi café, sosteniendo la taza como una barrera.Había llegado a Madrid hace un mes y me había refugiado en una pequeña casita en las afueras de la ciudad. No quería que Alessandro me encontrara sin antes superar mi desilusión.—De acuerdo —dijo mi padre—. Pero al menos deberías tener el valor de decírselo a la cara en lugar de huir y esconderte.Me mordí el labio inferior. Dolía que mi padre apoyara a Alessandro.—¿Estás embarazada? —preguntó de repente y lo miré asombrada.—¿Qué?—Alessandro pensó que tal vez lo estabas...—No estoy embarazada…—Pues tienes muy mal aspecto. Has perdido mucho peso.No dije nada al respecto, y la verdad era que no podía sacarme de la cabeza la imagen del hombre que amaba con la mujer que me había advertido que no me quería.—Cada vez que Alessandro me llama me siento peor —insistió mi padre—. Sabe que estamos en contacto. Él sabe que sé dónde estás.Bufé
Alessandro Ferrari se había obsesionado con Leticia, aun sabiendo que estaba a punto de casarse. La persiguió de un modo incansable hasta que ella sucumbió a sus encantos llevándola a cometer traición. Aun así, Leticia siguió con sus planes de matrimonio y Alessandro no lo podía creer. A pesar de que era extremadamente rico, poderoso y atractivo, ella no lo escogió a él. Furioso, fue a la iglesia para comprobar con sus propios ojos que había perdido, siendo testigo de la boda de la mujer que quería para él. En ese instante se había jurado que algún día ella sería suya y le haría probar en carne propia el desprecio que él experimentó. Cinco años después, encontró la oportunidad perfecta para cobrarse aquel trago amargo. Sin embargo, las cosas no resultarían para nada como ambos esperaban y Leticia debía tomar una importante decisión: seis meses fingiendo ser la perfecta prometida de Alessandro o su padre iría a la cárcel.
LETICIA ROIGMADRID, AÑO 2015Había salido con prisas de casa para llegar a tiempo a la tienda donde había encargado todo el ajuar de mi boda. Mi mejor amiga, Sara, prácticamente corría detrás de mí mientras caminaba a paso apresurado sobre la acera de la avenida principal.Faltaban menos de dos meses para mi boda con Luis y yo aún no tenía nada organizado, ya que a mi madre no le agradaba en absoluto la idea de que me casara tan joven y tenía la esperanza de que cambiara de opinión. Sin embargo, aquello era lo más improbable del mundo.Por algún motivo, me había quitado el anillo de compromiso ese día y lo dejé guardado en el pequeño joyero que tenía en mi mesa de noche.—¡Joder! —maldije en voz alta al darme cuenta que olvidé ponérmelo antes de salir.—¿Qué sucede? —inquirió Sara, trotando unos metros para alcanzarme—. ¡Ya para, niña! Que me dará un patatús con tu corredera… ¡Ni que te fueras a casar mañana!—Olvidé mi anillo en casa.—¿Y? Ni que Luis estuviera fiscalizando tu mano
LETICIA ROIGLos días siguientes fueron una tortura con el acoso sutil de Alessandro Ferrari, quien resultó ser nada más y nada menos, el dueño de la cadena de Hoteles cinco estrellas Ferrari.Mis padres estaban encantados y Luis estaba de viaje por lo que no me quedaba más remedio que tolerar su presencia en casa todas las veces que se le antojaba.A diario llegaban flores a casa y cada ramo iba acompañado de una tarjeta en la que simplemente aparecía la inicial A. hubieron invitaciones a cenar que por supuesto rechacé.Sin embargo, al tener a mi madre de cómplice, no pude evitar compartir unas cuantas comidas con él, en el restaurante de su hotel.A medida que pasaban los días, era como si Alessandro ya hubiera ensamblado su entrada a mi familia y a mi vida con una espectacular eficiencia y velocidad. Mi padre era dueño de pequeños hoteles situados en Madrid, Barcelona y otros puntos turísticos del país, pero estaba atravesando una crisis financiera fuerte y la desesperación de a po
LETICIA ROIGHorrorizada con lo que había pasado, llegué a casa devastada, sintiéndome una cualquiera, una mujer sin moral y sin palabra.Había pasado la noche llorando y pensando en todas las palabras tan acertadas de Alessandro, porque tenía razón: él me gustaba de un modo incomprensible, de una manera en la que nunca nadie me había gustado. Ni siquiera Luis, quien era mi mejor amigo.Ya al amanecer, decidí que después de tantas dudas, de tantos sentimientos encontrados, debía decírselo todo a mi prometido y terminar con mi compromiso. No podía seguir con la boda si mis sentimientos estaban tan revueltos.Cuando llegó a casa esa tarde, le pedí que subiera a mi alcoba porque debíamos conversar seriamente.—Me estás asustando, Leticia. ¿Qué sucede? ¿Estuviste llorando?—Luis… yo… yo no puedo casarme contigo —murmuré, rompiendo a llorar.—¡¿Qué?! —me tomó de los hombros y me guio hasta el borde de la cama para que nos sentáramos uno al lado del otro. Yo no podía dejar de llorar—. Falta
ALESSANDRO FERRARI CERDEÑA AÑO 2020 La usual sonrisa despreocupada que siempre me caracterizaba, desapareció por completo cuando el implacable Lucca Greco, padre de mi mejor amigo y socio comercial de mi progenitor, mencionó aquel maldito nombre. «Leticia, Leticia, Leticia…» Retumbaba en mi cabeza mientras el padre de Giulio me hacía una oferta que fui incapaz de rechazar. —Entonces… —entrelazó sus dedos y me vio saboreando de antemano su triunfo—. ¿Escogerás mi oferta o tu lealtad como amigo? El viejo me estaba probando. Quería que envolviera en una pequeña trampa a Julián, a fin de que por fin tomara una buena decisión y sentara cabeza con Luciana, y, aunque me sentía fatal por lo que ya había escogido, estaba seguro que mi amigo lo entendería. Me había puesto de pie y recorrí su despacho, pensando en la posibilidad que me estaba dando. —Sería un completo idiota si no aceptara tu oferta. —Tenemos un trato —zanjó. Me giré y vi por el rabillo cierto atisbo de decepción. Sin