CAPITULO 40

LETICIA

—¡No es asunto tuyo! —repliqué con rabia—. Además, anoche quise conversar contigo sobre mi matrimonio y no quisiste escucharme. Es evidente que no soy la única que confía más en la palabra de Leah —reproché con sarcasmo—. ¿Por qué no vas a pedirle el maldito informe y te enteras de todo por ti mismo?

—Si tú no estás dispuesta a hablar, no dudes en que iré a pedírselo —replicó de mala gana y añadió con rabia—: Si es verdad... ¡temo que no seré responsable de mis actos! Pero, primero, bajemos a despedirnos de nuestros invitados —ordenó, en tanto sus dedos limpiaban mis lágrimas—. Ve a retocar tu maquillaje, cara… ¿qué pensarán nuestros padres si te ven así?

Solo asentí y fui al tocador a limpiarme el rostro y corregir las imperfecciones. Cuando bajamos, me costaba mantenerme en pie por el temblor de mis rodillas, producto de los nervios y la incertidumbre de lo que ocurría en nuestra conversación. Además, noté la tensión y el enojo en el rostro de Alessandro que no apartaba aque
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