LAURA
El trayecto se siente eterno. Mientras Martín conduce, mi mente no deja de darle vueltas a las palabras y a su comportamiento. Su mirada... Esa forma de observarme atravesó mi corazón como un cuchillo. No estaba equivocada respecto a sus sentimientos. Por más que intentara ignorarlo, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.
Cuando éramos niños, me sentía protegida bajo sus cuidados. Adoraba cómo me defendía de los chicos que se atrevían a molestarme. Íbamos al cine juntos, planeábamos travesuras... Martín siempre fue alguien importante en mi vida, pero jamás pensé en él de otra manera. Para mí, siempre fue algo normal. Sin embargo, ahora su mirada es distinta, peligrosa. Me observa a través del espejo retrovisor con una intensidad que me incomoda, mientras Bryan, ajeno a todo, no deja de ser cariñoso.
—Sigues tensa, amor —susurra Bryan, tomando mis manos y acariciándolas con ternura.
—No es nada, solo estoy ansiosa por esta fiesta —miento, desviando la mirada. Los ansiados diecinueve me abren las puertas a otras cosas —añado con picardía, buscando distraerme.
Bryan sonríe y se inclina hacia mí, susurrando al oído:
—No me tientes, que soy débil.
Antes de que pueda responder, siento el roce de sus dientes en el lóbulo de mi oreja. Un escalofrío exquisito recorre mi cuerpo, haciendo que mi corazón lata con fuerza y un calor inesperado se concentre en mi vientre. Me río nerviosa, intentando recuperar la compostura.
A pesar de todo, Martín sigue mirándome. Su atención constante me pesa, pero decido ignorarlo. En lugar de eso, me inclino hacia Bryan y sello mis labios con los suyos, buscando refugio en su dulzura. Sus besos siempre me han recordado a chocolate, cálidos y adictivos, como Celina lo describió una vez.
El tiempo parece volar cuando estoy entre sus brazos, como si el mundo desapareciera por completo. En esos momentos, soy infinitamente feliz.
—Llegamos, tortolitos —interrumpe Martín, con un tono cargado de desagrado. Sé que verlo ahora le duele más que nunca.
Salimos del auto, y mientras me arreglo rápidamente, Martín camina delante de nosotros, echando chispas. Bryan me ofrece su brazo, y juntos entramos al local, ignorando la tormenta que se esconde en la mirada de Martín.
Mi familia había preparado una hermosa recepción. Todo parecía sacado de un cuento de hadas. Por unas horas, me sentí como una princesa. Fue, sin duda, la mejor noche de mi vida. Martín, para mi sorpresa, no hizo nada para opacar a Bryan y se comportó a la altura de la situación.
Sin embargo, al momento de la foto grupal, ocurrió algo inesperado. Mientras posábamos, sentí su mano deslizarse por mi cintura. Antes de que pudiera reaccionar, me dio un apretón firme, tan fuerte que me dejó sin aliento. Un cosquilleo recorrió mi vientre, descendiendo como un rayo hasta mi entrepierna, donde la humedad traicionera de mi cuerpo me hizo sentir expuesta y vulnerable.
Y como si eso no fuera suficiente, durante los abrazos finales, Martín se inclinó hacia mi oído y susurró:
—Te amo más que a mi vida.
Antes de que pudiera procesar sus palabras, dejó un beso suave en mi mejilla, un gesto tan íntimo que me hizo temblar.
Mi corazón latía con fuerza, pero no era de emoción, sino de miedo y confusión. Aquel apretón, su confesión... Todo estaba mal. Y lo peor de todo era que mi cuerpo, traidor, parecía responder a él de una manera que no podía controlar ni comprender. A partir de ahora, debía ser consciente de que cada acción suya buscaría una oportunidad conmigo. Pero no la tiene. Amo a Bryan, y esta relación con Martín nunca podrá ser. Ante los ojos del mundo, este amor es prohibido. En su mente quizá exista una posibilidad de amarme, pero no en esta vida.
Martín es el tipo de hombre que cualquier chica desearía tener en su cama: sumamente atractivo, alto, de piel clara, ojos color avellana y cabello castaño ondulado. Su físico, resultado de su disciplina con el ejercicio diario, es imposible de ignorar. No es que sea ciega, pero verlo entrenar en casa, con el torso desnudo y esos pantalones cortos que dejan poco a la imaginación, lo convierte en una visión que podría debilitar la voluntad de cualquiera.
—¡Amor! —la voz cálida y dulce de Bryan me sacó de esos pensamientos intrusivos. Sus ojos marrones me buscaron con ternura—. ¿Estás bien? Desde hace unos minutos estás como ida.
—No es nada —respondí rápidamente—. Es solo que esta noche ha sido tan perfecta que aún no puedo creer que sigamos aquí, todos juntos, sonriendo… y sin querer matarnos. —Sé que Martín es muy sobreprotector, pero ya sabe que nuestro amor es verdadero. Terminará aceptándome del todo. —Nunca esperes que lo haga. —Dale tiempo. Sé que te quiere mucho y… —¡No lo menciones! —lo interrumpí con un tono que delataba mi incomodidad. —¿Qué sucede? —En otro momento te lo diré. Lo prometo. —Está bien. Pero ya deja de pensar en eso y sonríe un poco. Es tu fiesta. —Quisiera estar en otro lugar contigo —confesé con picardía. —¿En una playa desierta, de noche, junto a una fogata, besándonos sobre unas sábanas blancas? —Se inclinó hacia mi oído, su voz un susurro cargado de deseo—. Desnudos, acariciándonos, recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos con la lengua.Su descripción me desarmó por completo.
—¡Joder! —balbuceé, sintiendo cómo el calor ascendía por mi cuerpo—. Sabes lo que me provocas en este instante… Ir al baño y follar como dos dementes. —Me adelantaré —respondió con una sonrisa traviesa, levantándose de la mesa y caminando hacia los baños.Mientras lo veía alejarse, Celina, que nos observaba a lo lejos, se acercó.
—Adoro verlos así —dijo con una sonrisa pícara. —¿Así cómo? —Tan ardientes. No pueden disimular lo mucho que desean follar. —Cuida ese vocabulario, señorita. —¡Ay, por favor! No soy una niña, Laura. Estoy pensando en perder mi virginidad antes de los dieciocho. —No lo hagas solo por una tendencia universitaria. Hazlo porque lo sientas, porque sea especial. —Tú y Bryan aún no se entregan al fuego de su pasión, ¿verdad? —No —respondí con una sonrisa nerviosa. —¿Piensas llegar virgen a la iglesia o qué? —Quizás. —¡Anda! Ve por él. Te está esperando. Yo te cubro —dijo con un guiño. —Por nada del mundo permitas que Martín me siga. —Entendido, capitana —respondió, llevándose la mano a la frente en un gesto teatral—. Ve y diviértete.CELINALa fiesta de cumpleaños de Laura estaba en su punto más animado. El local alquilado en el tercer piso del restaurante conocido brillaba con luces tenues y decoraciones elegantes. Las ventanas de piso a techo ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con las risas y los murmullos de los invitados. Yo estaba sentada en una de las mesas cerca de la barra, observando discretamente a Martín, quien parecía distraído conversando con algunos invitados. Sabía que mi misión era vigilarlo, pero mi mente estaba en otro lugar.Pensaba en todo lo que había pasado últimamente, cómo las cosas entre Laura y Bryan se complicaban y la tensión que se acumulaba entre todos. Pero, de repente, la voz suave y familiar de Joshiel me sacó de mis pensamientos.—¿Pensando en mí? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía sonrojar.Lo miré y, como siempre, su mirada penetrante me hizo sentir como si el mundo se redujera a ese insta
LAURAConfiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la
LAURACierro los ojos al sentir su cercanía. Su aliento roza mi rostro, y mi mente se llena de un grito mudo de terror. No quiero esto, pero sé que no puedo detenerlo.Sus labios apenas tocan los míos en un roce breve, un beso que parece una sentencia. Luego, siento su boca en mi frente, cálida y posesiva.—Te amo —dice con una certeza que me desarma—. No voy a robarte un beso. Quiero que me los entregues. Porque voy a hacer que me ames.Su voz es baja, casi un susurro, pero la promesa en sus palabras me deja temblando.Martín no dijo nada durante el resto de la velada, pero sus ojos no dejaron de seguirme. Su mirada era un peso constante, y Bryan, por su parte, lucía incómodo, como si la culpa y la vergüenza lo consumieran.Horas después, llegamos a casa. Mientras la familia entraba, aproveché el momento para despedirme de mi amado bajo la luz tenue del portal.—¿Estarás bien? —preguntó Bryan, su tono preocupado mientras sus dedos jugaban con los míos.—No te preocupes por nada —le r
LAURAAnte su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperaba
LAURAVolvimos a reír. Pero entonces, un pensamiento me atravesó el alma. ¿Qué pasaría si decidiera exponer a Martín y su enfermizo amor? ¿Me apoyarían o simplemente aceptarían un romance con él? Para todos, él es un partido perfecto: un modelo de hijo y hermano, un hombre inteligente, respetuoso, lleno de valores y virtudes. Es prácticamente impecable, y su fastidio hacia Bryan es algo que se minimiza, se justifica.—¡Hermana! ¿Estás bien? De repente te quedaste perdida en el espacio —dice Celina.—No es nada, solo que... No sé. Pensaba en Martín y en lo molesto que es con mi relación.—Te confieso algo tonto, hermana, sin que te burles, pero desde hace algunos años he estado celosa de ti. No solo porque puedes estar con el hombre que amas, sino porque Martín te quiere más a ti. Al principio fue duro saber que ya no era la hermana preferida, me sentí apartada. Pero luego entendí que el amor se puede compartir, y que Martín sigue siendo mi hermano, y nos quiere por igual. —Dijo, un to
LAURA—¿Me amenazas, señorita? — pregunto risueña— Vamos, solo los he visto en mi imaginación, en las novelas perversas que leo, y he tocado solo el de Joshiel. Pero sé que el de Bryan es mágico.— Está dentro de los estándares normales. ¡Ok! ¡Satisfecha!— ¿Solo así? Creí que me lo describirías de arriba abajo. ¿Sabes? En mi opinión, lo importante de un pene es a quién va pegado. Qué tan sexy es el portador. No es lo mismo hacerle el amor a Bryan que a uno de sus parientes o a un desconocido. Se puede disfrutar del sexo, incluso teniendo un pitito, un pepino o uno de esos extraños medio torcidos, ¿verdad? Pero siempre terminas disfrutando más cuando existe amor y esa atracción que te acalambra todo con solo verlo —se estremece y suspira.Me quedo en silencio, sorprendida por su descaro, pero al mismo tiempo, algo fascinada por su visión tan abierta y sin tabúes.— Parece que sabes mucho de esto — le digo.— Bueno, estudio medicina y tengo que investigar —se ríe—. Aunque en este camp
LAURAÉl se acerca, sus labios rozan mi nuca, y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su lengua la acaricia. Un suspiro escapa de mis labios, y trago saliva, luchando por recuperar el control que ya siento desvanecerse. ¿Cómo puedo resistirme a esto? ¿Por qué quiero que no lo haga?La verdad es que no quiero que se detenga, pero mi mente grita que debo ponerle freno. Mi respiración se acelera, y un calor indescriptible recorre mi piel. Pero algo en él, algo en esa calma inquietante, me hace sentir más atrapada, más perdida. No quiero pensar en las consecuencias, no ahora, no con él tan cerca, tan real.—Te deseo tanto, Laura, pero no voy a romper las reglas —susurra con suavidad, y esas palabras, aunque dulces, me hacen temblar aún más. Toma mi mentón con delicadeza, obligándome a mirarlo. Su mirada no se aparta de la mía—. Deja de resistirte, me deseas tanto como yo a ti. Tu cuerpo lo sabe, y no puedes evitar que responda como ahora lo hace —afirma, deslizando su mano izqu
LAURA—Solo pídelo —susurra Martín, y sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco, una tentación que no puedo ignorar. —No, no, no —gimo, pero no es un grito de negación, sino de placer. Su lengua desciende a mi sexo, y en un instante, pierdo el control. —¡Dios mío! No puedo más. Un gemido escapa de mis labios, y los muerdo con fuerza, tratando de ahogar las palabras que no debería decir, las palabras que podrían traicionarme. Él vuelve a subir, acercándose a mi boca, y sus ojos me miran con un deseo tan intenso que me quema por dentro. —Nos deseamos, Laura —dice, su voz cargada de pasión—. Deseo tanto amarte. Sus labios se encuentran con los míos, y esta vez no me resisto. Lo beso con una vehemencia que me sorprende, arqueando mi espalda mientras sus dedos se mueven dentro de mí, siguiendo un ritmo que me hace perder la cabeza. —¡No! —grito, pero no es un grito de placer. Es un grito de angustia, de desesperación. Y de repente, despierto. Estoy agitada, con el corazón latie