Capítulo 2

LAURA

El trayecto se siente eterno. Mientras Martín conduce, mi mente no deja de darle vueltas a las palabras y a su comportamiento. Su mirada... Esa forma de observarme atravesó mi corazón como un cuchillo. No estaba equivocada respecto a sus sentimientos. Por más que intentara ignorarlo, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.

Cuando éramos niños, me sentía protegida bajo sus cuidados. Adoraba cómo me defendía de los chicos que se atrevían a molestarme. Íbamos al cine juntos, planeábamos travesuras... Martín siempre fue alguien importante en mi vida, pero jamás pensé en él de otra manera. Para mí, siempre fue algo normal. Sin embargo, ahora su mirada es distinta, peligrosa. Me observa a través del espejo retrovisor con una intensidad que me incomoda, mientras Bryan, ajeno a todo, no deja de ser cariñoso.

—Sigues tensa, amor —susurra Bryan, tomando mis manos y acariciándolas con ternura.

—No es nada, solo estoy ansiosa por esta fiesta —miento, desviando la mirada. Los ansiados diecinueve me abren las puertas a otras cosas —añado con picardía, buscando distraerme.

Bryan sonríe y se inclina hacia mí, susurrando al oído:

—No me tientes, que soy débil.

Antes de que pueda responder, siento el roce de sus dientes en el lóbulo de mi oreja. Un escalofrío exquisito recorre mi cuerpo, haciendo que mi corazón lata con fuerza y un calor inesperado se concentre en mi vientre. Me río nerviosa, intentando recuperar la compostura.

A pesar de todo, Martín sigue mirándome. Su atención constante me pesa, pero decido ignorarlo. En lugar de eso, me inclino hacia Bryan y sello mis labios con los suyos, buscando refugio en su dulzura. Sus besos siempre me han recordado a chocolate, cálidos y adictivos, como Celina lo describió una vez.

El tiempo parece volar cuando estoy entre sus brazos, como si el mundo desapareciera por completo. En esos momentos, soy infinitamente feliz.

—Llegamos, tortolitos —interrumpe Martín, con un tono cargado de desagrado. Sé que verlo ahora le duele más que nunca.

Salimos del auto, y mientras me arreglo rápidamente, Martín camina delante de nosotros, echando chispas. Bryan me ofrece su brazo, y juntos entramos al local, ignorando la tormenta que se esconde en la mirada de Martín.

Mi familia había preparado una hermosa recepción. Todo parecía sacado de un cuento de hadas. Por unas horas, me sentí como una princesa. Fue, sin duda, la mejor noche de mi vida. Martín, para mi sorpresa, no hizo nada para opacar a Bryan y se comportó a la altura de la situación.

Sin embargo, al momento de la foto grupal, ocurrió algo inesperado. Mientras posábamos, sentí su mano deslizarse por mi cintura. Antes de que pudiera reaccionar, me dio un apretón firme, tan fuerte que me dejó sin aliento. Un cosquilleo recorrió mi vientre, descendiendo como un rayo hasta mi entrepierna, donde la humedad traicionera de mi cuerpo me hizo sentir expuesta y vulnerable.

Y como si eso no fuera suficiente, durante los abrazos finales, Martín se inclinó hacia mi oído y susurró:

—Te amo más que a mi vida.

Antes de que pudiera procesar sus palabras, dejó un beso suave en mi mejilla, un gesto tan íntimo que me hizo temblar.

Mi corazón latía con fuerza, pero no era de emoción, sino de miedo y confusión. Aquel apretón, su confesión... Todo estaba mal. Y lo peor de todo era que mi cuerpo, traidor, parecía responder a él de una manera que no podía controlar ni comprender. A partir de ahora, debía ser consciente de que cada acción suya buscaría una oportunidad conmigo. Pero no la tiene. Amo a Bryan, y esta relación con Martín nunca podrá ser. Ante los ojos del mundo, este amor es prohibido. En su mente quizá exista una posibilidad de amarme, pero no en esta vida.

Martín es el tipo de hombre que cualquier chica desearía tener en su cama: sumamente atractivo, alto, de piel clara, ojos color avellana y cabello castaño ondulado. Su físico, resultado de su disciplina con el ejercicio diario, es imposible de ignorar. No es que sea ciega, pero verlo entrenar en casa, con el torso desnudo y esos pantalones cortos que dejan poco a la imaginación, lo convierte en una visión que podría debilitar la voluntad de cualquiera.

—¡Amor! —la voz cálida y dulce de Bryan me sacó de esos pensamientos intrusivos. Sus ojos marrones me buscaron con ternura—. ¿Estás bien? Desde hace unos minutos estás como ida.

—No es nada —respondí rápidamente—. Es solo que esta noche ha sido tan perfecta que aún no puedo creer que sigamos aquí, todos juntos, sonriendo… y sin querer matarnos.

—Sé que Martín es muy sobreprotector, pero ya sabe que nuestro amor es verdadero. Terminará aceptándome del todo.

—Nunca esperes que lo haga.

—Dale tiempo. Sé que te quiere mucho y…

—¡No lo menciones! —lo interrumpí con un tono que delataba mi incomodidad.

—¿Qué sucede?

—En otro momento te lo diré. Lo prometo.

—Está bien. Pero ya deja de pensar en eso y sonríe un poco. Es tu fiesta.

—Quisiera estar en otro lugar contigo —confesé con picardía.

—¿En una playa desierta, de noche, junto a una fogata, besándonos sobre unas sábanas blancas? —Se inclinó hacia mi oído, su voz un susurro cargado de deseo—. Desnudos, acariciándonos, recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos con la lengua.

Su descripción me desarmó por completo.

—¡Joder! —balbuceé, sintiendo cómo el calor ascendía por mi cuerpo—. Sabes lo que me provocas en este instante… Ir al baño y follar como dos dementes.

—Me adelantaré —respondió con una sonrisa traviesa, levantándose de la mesa y caminando hacia los baños.

Mientras lo veía alejarse, Celina, que nos observaba a lo lejos, se acercó.

—Adoro verlos así —dijo con una sonrisa pícara.

—¿Así cómo?

—Tan ardientes. No pueden disimular lo mucho que desean follar.

—Cuida ese vocabulario, señorita.

—¡Ay, por favor! No soy una niña, Laura. Estoy pensando en perder mi virginidad antes de los dieciocho.

—No lo hagas solo por una tendencia universitaria. Hazlo porque lo sientas, porque sea especial.

—Tú y Bryan aún no se entregan al fuego de su pasión, ¿verdad?

—No —respondí con una sonrisa nerviosa.

—¿Piensas llegar virgen a la iglesia o qué?

—Quizás.

—¡Anda! Ve por él. Te está esperando. Yo te cubro —dijo con un guiño.

—Por nada del mundo permitas que Martín me siga.

—Entendido, capitana —respondió, llevándose la mano a la frente en un gesto teatral—. Ve y diviértete.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP