LAURA
Ante su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.
—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.
Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.
—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.
Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.
—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?
—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.
—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.
—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.
—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperabas, ¿o me equivoco?
—Pues te equivocas —le tiré una almohada en la cara, divertida pero avergonzada—. Aún no entiendo en qué momento te volviste tan pervertida.
—Culpa de los libros de literatura —se dejó caer sobre la cama, abriendo los brazos como si fuera una víctima de la sociedad.
—O diría que son esas novelas adultas que lees y escuchas cuando piensas que nadie te ve.
—De alguna manera, se debe aprender de la vida sexual —suspiró, con aire soñador—. Y esas novelas son candentes, te transportan a un mundo diferente, perfecto, donde todo es posible. ¡Puedes pensar que los hombres perfectos la tienen de 25 cm!
—¡Por Dios Santo! Eso ya es de actor porno, y ellos la agrandan para las cámaras.
—Pues esos sí la tienen más grande —se carcajeó, como si lo supiera de primera mano.
—Bueno, no voy a hablar de tamaños de pene. No soy una experta en eso —dije, cruzándome de brazos.
—Tú no la necesitas, pues ya tienes a Bryan. Ese moreno debe tenerla enorme, y no es que me dé curiosidad, pero se le nota a simple vista.
—¡Ya! Dejemos los penes para otro momento, ¿sí? Estamos hablando de mi novio.
—Pero no vas a negar que la tiene más grande de lo normal. Y por esa cara de perversa que acabas de poner, estoy segura de que ya has probado ese enorme chocolate.
Solo cubrí mi cara con las manos, riendo entre dientes. No iba a negar que, bueno, la polla de Bryan probablemente pasaba los 16 cm, pero no quería hablar de eso con Celina.
—¡Dios! ¿Podríamos dejar a Bryan fuera de esta absurda conversación? —dije, mi rostro ardiendo de nuevo.
—No sientas pena por ser tan afortunada —respondió, tomando los aretes y corriendo hasta el espejo para colocárselos—. ¿No te importa, verdad?
—Para nada, úsalos si gustas —dije, levantándome y acercándome a ella.
—Pero no tanto como a ti, hermana —dijo, poniéndolos cerca de mi oreja, mirando su reflejo en el espejo. Luego se giró hacia mí, sorprendida—. ¡No puede ser! Estos aretes fueron hechos para ti, se te ven divinos. ¡Por favor, póntelos!
Me miró con una carita de súplica, un brillo en los ojos que me hizo sonreír.
—Está bien, está bien —dije, cediendo a su encanto—. ¡Los usaré!
—¡Yay! —exclamó, abrazándome de inmediato—. ¡Te verás espectacular!
Al ver cómo Celina se alegraba tanto, no pude evitar sentirme feliz por ella, aunque mi mente seguía dando vueltas a las últimas palabras que había dicho.
Me coloqué todo el juego de aretes y pulsera, y me envolví en ese exquisito perfume.
—No tanto, me estoy ahogando —le dije, moviendo la cabeza hacia atrás para evitar el exceso de fragancia.
—¡Dios! Este perfume es tan delicioso —aspiró profundamente, disfrutando del aroma a mi alrededor—. Le pediré a Martín uno para mi cumpleaños.
—Cambiando de tema, Celina, ¿qué era eso tan importante que querías tratar?
—Bueno... —me guió suavemente de vuelta a la cama y se sentó junto a mí—. Me gusta Joshiel, en verdad me trae de un ala. Estoy locamente enamorada de ese hermoso moreno.
—Entiendo —dije, desviando la mirada, no sabiendo cómo reaccionar.
—Como comprenderás, el problema es enorme. Sé que Martín odia a Bryan y no sé cómo va a reaccionar cuando se entere de que su hermana de sangre tiene una relación con el hermano del hombre que más odia.
—Martín no lo odia —dije, intentando suavizar esa animosidad evidente—, solo es... muy...
—Odioso, celoso, y no le agrada nadie que no sea igual a él. No le veo nada de malo a Bryan, a todos nos cae súper bien.
—¿Y él qué siente por ti?
—El sentimiento es mutuo —dijo Celina, su rostro iluminándose con una sonrisa—. ¡Ay, Laura! Te juro que ese chico me derrite. No somos novios oficiales, pero ya nos hemos besado. —Se mordió el labio inferior y dejó escapar un largo suspiro mientras se tumbaba en la cama, mirando el techo—. Tengo miedo de lo que pueda pasar cuando me decida a dar ese paso decisivo en mi vida.
—¿Están saliendo o solo son amigos con derecho?
—Por el momento creo que somos amigos cariñosos —dijo, cambiando a un tono más juguetón—. No hemos ido más allá que unos besos de fuego.
—¿Y qué opina Joshiel de esto?
—Me ha confesado que me ama, pero no quiere insistir en una relación formal hasta que yo esté lista para eso. Piensa que aún soy inmadura y temerosa de dar el siguiente paso. Y no puedo decírselo, pero parte de mi miedo es por mi hermano. Cuando estoy con él, siento que el Jesús en la boca, pensando que Martín puede aparecer en cualquier momento y golpearme.
—Jamás lo haría, ya eres mayor de edad y puedes decidir a quién amar.
—Pero mientras viva bajo este techo, él se considera con el poder de tomar decisiones en mi vida. Ya quiero irme de aquí, lo juro. No quiero que me separe de él.
—Habla con tu madre y con Ramiro sobre lo que sientes, estoy segura de que mi padre apoyará lo que decidas. Y en cuanto a Martín... que se vaya a la m****a con sus prejuicios sociales.
Celina suspiró, claramente dividida entre el amor que sentía por Joshiel y el miedo que le provocaba la relación con su hermano. Aunque no lo dijera, se veía en sus ojos lo mucho que le costaba tomar una decisión.
LAURAVolvimos a reír. Pero entonces, un pensamiento me atravesó el alma. ¿Qué pasaría si decidiera exponer a Martín y su enfermizo amor? ¿Me apoyarían o simplemente aceptarían un romance con él? Para todos, él es un partido perfecto: un modelo de hijo y hermano, un hombre inteligente, respetuoso, lleno de valores y virtudes. Es prácticamente impecable, y su fastidio hacia Bryan es algo que se minimiza, se justifica.—¡Hermana! ¿Estás bien? De repente te quedaste perdida en el espacio —dice Celina.—No es nada, solo que... No sé. Pensaba en Martín y en lo molesto que es con mi relación.—Te confieso algo tonto, hermana, sin que te burles, pero desde hace algunos años he estado celosa de ti. No solo porque puedes estar con el hombre que amas, sino porque Martín te quiere más a ti. Al principio fue duro saber que ya no era la hermana preferida, me sentí apartada. Pero luego entendí que el amor se puede compartir, y que Martín sigue siendo mi hermano, y nos quiere por igual. —Dijo, un to
LAURA—¿Me amenazas, señorita? — pregunto risueña— Vamos, solo los he visto en mi imaginación, en las novelas perversas que leo, y he tocado solo el de Joshiel. Pero sé que el de Bryan es mágico.— Está dentro de los estándares normales. ¡Ok! ¡Satisfecha!— ¿Solo así? Creí que me lo describirías de arriba abajo. ¿Sabes? En mi opinión, lo importante de un pene es a quién va pegado. Qué tan sexy es el portador. No es lo mismo hacerle el amor a Bryan que a uno de sus parientes o a un desconocido. Se puede disfrutar del sexo, incluso teniendo un pitito, un pepino o uno de esos extraños medio torcidos, ¿verdad? Pero siempre terminas disfrutando más cuando existe amor y esa atracción que te acalambra todo con solo verlo —se estremece y suspira.Me quedo en silencio, sorprendida por su descaro, pero al mismo tiempo, algo fascinada por su visión tan abierta y sin tabúes.— Parece que sabes mucho de esto — le digo.— Bueno, estudio medicina y tengo que investigar —se ríe—. Aunque en este camp
LAURAÉl se acerca, sus labios rozan mi nuca, y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su lengua la acaricia. Un suspiro escapa de mis labios, y trago saliva, luchando por recuperar el control que ya siento desvanecerse. ¿Cómo puedo resistirme a esto? ¿Por qué quiero que no lo haga?La verdad es que no quiero que se detenga, pero mi mente grita que debo ponerle freno. Mi respiración se acelera, y un calor indescriptible recorre mi piel. Pero algo en él, algo en esa calma inquietante, me hace sentir más atrapada, más perdida. No quiero pensar en las consecuencias, no ahora, no con él tan cerca, tan real.—Te deseo tanto, Laura, pero no voy a romper las reglas —susurra con suavidad, y esas palabras, aunque dulces, me hacen temblar aún más. Toma mi mentón con delicadeza, obligándome a mirarlo. Su mirada no se aparta de la mía—. Deja de resistirte, me deseas tanto como yo a ti. Tu cuerpo lo sabe, y no puedes evitar que responda como ahora lo hace —afirma, deslizando su mano izqu
LAURA—Solo pídelo —susurra Martín, y sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco, una tentación que no puedo ignorar. —No, no, no —gimo, pero no es un grito de negación, sino de placer. Su lengua desciende a mi sexo, y en un instante, pierdo el control. —¡Dios mío! No puedo más. Un gemido escapa de mis labios, y los muerdo con fuerza, tratando de ahogar las palabras que no debería decir, las palabras que podrían traicionarme. Él vuelve a subir, acercándose a mi boca, y sus ojos me miran con un deseo tan intenso que me quema por dentro. —Nos deseamos, Laura —dice, su voz cargada de pasión—. Deseo tanto amarte. Sus labios se encuentran con los míos, y esta vez no me resisto. Lo beso con una vehemencia que me sorprende, arqueando mi espalda mientras sus dedos se mueven dentro de mí, siguiendo un ritmo que me hace perder la cabeza. —¡No! —grito, pero no es un grito de placer. Es un grito de angustia, de desesperación. Y de repente, despierto. Estoy agitada, con el corazón latie
LAURASe acerca a mis labios, y antes de que pueda rozarlos, una chispa de determinación atraviesa mi mente. Levanto mi rodilla con toda la fuerza que puedo reunir y ¡zas!, lo golpeo en la entrepierna.Un gemido de dolor lo obliga a soltarme, y retrocede tambaleándose.—Nunca más vuelvas a tocarme —digo, con voz firme y la respiración agitada.—Llegará el día en que te tome entre mis brazos y te haga el amor de una manera tan intensa que jamás querrás a otro hombre en tu vida.Sus palabras caen como un golpe y, antes de pensarlo, mi mano cruza su rostro con una bofetada cargada de rabia.—Estás enfermo. ¡Mírate! Ya no eres mi héroe de infancia. Ahora eres el monstruo bajo la cama que no quiero encontrar.Él apenas parpadea, como si mi rechazo no tuviera peso alguno. Da un paso hacia mí, y yo retrocedo instintivamente. Antes de darme cuenta, mi espalda toca la fría pared, atrapándome sin salida.—Seré el hombre que te haga gritar de placer —dice, colocando sus manos a los lados, cercán
Celina se pone nerviosa.—Buenos días, hermano.—Eso está mejor. —Martín sale de la habitación con pasos firmes, visiblemente enfadado.Celina entra justo después, y mi mente queda en blanco mientras intento encontrar una excusa coherente. Todo parece ir en cámara lenta mientras la veo cruzar el umbral.—¿Qué hacía aquí ese grosero? —pregunta con curiosidad.—Eh… Martín estaba ejercitándose, como siempre, ya sabes… —respondo con nerviosismo, buscando algo creíble. Entonces veo mi laptop encendida en el escritorio y la inspiración llega—. Al bajar a la cocina, lo encontré tomando agua y le pedí que me ayudara con un problema en mi computadora. Tengo un examen y no encontraba un archivo importante. Resulta que lo había eliminado sin darme cuenta. —Sonrío débilmente, intentando sonar convincente.Celina me mira con una media sonrisa, dudando.—En eso es un experto. El mejor. —comenta, y no sé si ha creído mi excusa o está jugando conmigo.—Sí, lo es. —Intento desviar la conversación—. ¿Y
LAURAPor ahora, no me molesta del todo. Mi prioridad era obtener la aprobación para salir de casa, y eso ya lo logré. Si Martín tiene sus planes, yo tengo los míos. Veremos quién se sale con la suya al final.Unas horas más tarde, camino a la universidad, Celina permaneció en silencio. Supongo que mi decisión de irme la tomó por sorpresa. Aunque me brindó su apoyo, el pensar que estará sola la entristece profundamente. Desde hace diez años soy más que su hermana: su compañera, su amiga, su cómplice en locuras. Ahora, la idea de que me aleje la atormenta.Por otro lado, para Ramiro, mi partida es la oportunidad perfecta para romper las reglas que hasta ahora lo han mantenido a raya. Llegamos al estacionamiento de la prestigiosa Pontificia Universidad Javeriana, y el ambiente se siente algo tenso.—Desde que salimos de casa, no has dicho nada —le digo a Celina al bajar del auto, intentando romper el hielo.—Es que todavía estoy asimilando tu ausencia —admite, con un tono apenado.—No m
LAURAMi silencio solo aumenta su preocupación. Las palabras se atragantan en mi garganta. No sé cómo explicar lo que realmente está ocurriendo sin desatar una tormenta.—Hoy en la mañana… —empiezo, con la mirada clavada en el suelo. Luego levanto los ojos hacia él, buscando el valor para continuar—. Él dijo cosas que… no puedo repetir. Solo te diré que no está dispuesto a dejarme ser feliz con otro hombre.—¡Joder! —exclama, apretando los puños con furia contenida.—Está obsesionado con… mi virginidad, supongo. Por eso yo quería que tú y yo… —mi voz se quiebra mientras las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.—Amor… —susurra, levantando mi mentón con una ternura que contrasta con la tormenta en sus ojos—. No voy a dejar que te toque. Lo juro. Te amo más que a mi propia vida, y no tienes por qué tener miedo.—Hablé con mi padre sobre dejar la casa. No habrá problema con ello.—Entonces buscaré un departamento en Cali —responde con determinación—. Te ayudaré con tus prácticas,