Capítulo 6

LAURA

Ante su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.

—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.

Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.

—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.

Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.

—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?

—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.

—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.

—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.

—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperabas, ¿o me equivoco?

—Pues te equivocas —le tiré una almohada en la cara, divertida pero avergonzada—. Aún no entiendo en qué momento te volviste tan pervertida.

—Culpa de los libros de literatura —se dejó caer sobre la cama, abriendo los brazos como si fuera una víctima de la sociedad.

—O diría que son esas novelas adultas que lees y escuchas cuando piensas que nadie te ve.

—De alguna manera, se debe aprender de la vida sexual —suspiró, con aire soñador—. Y esas novelas son candentes, te transportan a un mundo diferente, perfecto, donde todo es posible. ¡Puedes pensar que los hombres perfectos la tienen de 25 cm!

—¡Por Dios Santo! Eso ya es de actor porno, y ellos la agrandan para las cámaras.

—Pues esos sí la tienen más grande —se carcajeó, como si lo supiera de primera mano.

—Bueno, no voy a hablar de tamaños de pene. No soy una experta en eso —dije, cruzándome de brazos.

—Tú no la necesitas, pues ya tienes a Bryan. Ese moreno debe tenerla enorme, y no es que me dé curiosidad, pero se le nota a simple vista.

—¡Ya! Dejemos los penes para otro momento, ¿sí? Estamos hablando de mi novio.

—Pero no vas a negar que la tiene más grande de lo normal. Y por esa cara de perversa que acabas de poner, estoy segura de que ya has probado ese enorme chocolate.

Solo cubrí mi cara con las manos, riendo entre dientes. No iba a negar que, bueno, la polla de Bryan probablemente pasaba los 16 cm, pero no quería hablar de eso con Celina.

—¡Dios! ¿Podríamos dejar a Bryan fuera de esta absurda conversación? —dije, mi rostro ardiendo de nuevo.

—No sientas pena por ser tan afortunada —respondió, tomando los aretes y corriendo hasta el espejo para colocárselos—. ¿No te importa, verdad?

—Para nada, úsalos si gustas —dije, levantándome y acercándome a ella.

—Pero no tanto como a ti, hermana —dijo, poniéndolos cerca de mi oreja, mirando su reflejo en el espejo. Luego se giró hacia mí, sorprendida—. ¡No puede ser! Estos aretes fueron hechos para ti, se te ven divinos. ¡Por favor, póntelos!

Me miró con una carita de súplica, un brillo en los ojos que me hizo sonreír.

—Está bien, está bien —dije, cediendo a su encanto—. ¡Los usaré!

—¡Yay! —exclamó, abrazándome de inmediato—. ¡Te verás espectacular!

Al ver cómo Celina se alegraba tanto, no pude evitar sentirme feliz por ella, aunque mi mente seguía dando vueltas a las últimas palabras que había dicho.

Me coloqué todo el juego de aretes y pulsera, y me envolví en ese exquisito perfume.

—No tanto, me estoy ahogando —le dije, moviendo la cabeza hacia atrás para evitar el exceso de fragancia.

—¡Dios! Este perfume es tan delicioso —aspiró profundamente, disfrutando del aroma a mi alrededor—. Le pediré a Martín uno para mi cumpleaños.

—Cambiando de tema, Celina, ¿qué era eso tan importante que querías tratar?

—Bueno... —me guió suavemente de vuelta a la cama y se sentó junto a mí—. Me gusta Joshiel, en verdad me trae de un ala. Estoy locamente enamorada de ese hermoso moreno.

—Entiendo —dije, desviando la mirada, no sabiendo cómo reaccionar.

—Como comprenderás, el problema es enorme. Sé que Martín odia a Bryan y no sé cómo va a reaccionar cuando se entere de que su hermana de sangre tiene una relación con el hermano del hombre que más odia.

—Martín no lo odia —dije, intentando suavizar esa animosidad evidente—, solo es... muy...

—Odioso, celoso, y no le agrada nadie que no sea igual a él. No le veo nada de malo a Bryan, a todos nos cae súper bien.

—¿Y él qué siente por ti?

—El sentimiento es mutuo —dijo Celina, su rostro iluminándose con una sonrisa—. ¡Ay, Laura! Te juro que ese chico me derrite. No somos novios oficiales, pero ya nos hemos besado. —Se mordió el labio inferior y dejó escapar un largo suspiro mientras se tumbaba en la cama, mirando el techo—. Tengo miedo de lo que pueda pasar cuando me decida a dar ese paso decisivo en mi vida.

—¿Están saliendo o solo son amigos con derecho?

—Por el momento creo que somos amigos cariñosos —dijo, cambiando a un tono más juguetón—. No hemos ido más allá que unos besos de fuego.

—¿Y qué opina Joshiel de esto?

—Me ha confesado que me ama, pero no quiere insistir en una relación formal hasta que yo esté lista para eso. Piensa que aún soy inmadura y temerosa de dar el siguiente paso. Y no puedo decírselo, pero parte de mi miedo es por mi hermano. Cuando estoy con él, siento que el Jesús en la boca, pensando que Martín puede aparecer en cualquier momento y golpearme.

—Jamás lo haría, ya eres mayor de edad y puedes decidir a quién amar.

—Pero mientras viva bajo este techo, él se considera con el poder de tomar decisiones en mi vida. Ya quiero irme de aquí, lo juro. No quiero que me separe de él.

—Habla con tu madre y con Ramiro sobre lo que sientes, estoy segura de que mi padre apoyará lo que decidas. Y en cuanto a Martín... que se vaya a la m****a con sus prejuicios sociales.

Celina suspiró, claramente dividida entre el amor que sentía por Joshiel y el miedo que le provocaba la relación con su hermano. Aunque no lo dijera, se veía en sus ojos lo mucho que le costaba tomar una decisión.

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