MARTINLos días pasaron rápido. Gracias a Montenegro, pude mantener la cordura y controlar la ansiedad. Él me mantenía informado sobre el avance del caso, la recuperación de Laura y la evolución de nuestro bebé.Lo mejor de estos meses fue verla, aunque fuera a través de un video. Ver a Laura. Ver a nuestro hijo.Sus ojos estaban cansados, pero llenos de vida. Sonreía con dulzura mientras sostenía una pequeña manta blanca en sus brazos.—Aquí está nuestro pequeño guerrero —susurró en el video—. Lucha cada día… igual que tú.Mi visión se nubló por las lágrimas. Aún tan pequeño, luchando con cada latido. Su fragilidad me desgarraba el alma, pero también me daba fuerzas. Si él estaba peleando, yo también lo haría.Montenegro vino a verme antes de la sentencia. La sala de visitas era fría y lúgubre, pero su presencia imponía respeto. Se sentó frente a mí, con una carpeta en la mano.—No es el peor escenario, Martín. Podría haber sido mucho peor.—¿Qué me espera? —pregunté sin rodeos.Mont
MARTINEl tiempo no cura todas las heridas, pero nos da la oportunidad de aprender a vivir con ellas. Habían pasado meses desde aquel día en la corte. La sentencia que recibí fue justa, pero lo más importante es que me dio la posibilidad de salir con la cabeza en alto. Sabía que había cometido errores, que había actuado con imprudencia y había puesto en peligro a las personas que amaba, pero también sabía que, al final, todo valía la pena por ellos.El día de mi liberación llegó mucho más rápido de lo que imaginé. Me despedí de aquellos que, en el reclusorio, se habían convertido en una especie de familia temporal. No todos tenían la suerte que yo tenía de tener alguien esperando al otro lado de los barrotes.Al salir, lo primero que vi fue a Laura. Se veía hermosa, con su cabello recogido y una sonrisa nerviosa en los labios. Pero lo que realmente me dejó sin aire fue Gabriel en sus brazos. Mi hijo. Tan pequeño y frágil, pero tan fuerte a la vez. Casi no podía creer que, después de ta
LAURAPara mi cumpleaños número 19, papá organizó una cena en un lujoso restaurante del centro. Decidí invitar a Bryan y a su familia, sin mencionar nada a Martín, pensando que sería una sorpresa agradable. Mientras todos se preparaban para salir y acomodarse en los autos, subí a mi habitación para buscar mi bolso. No tenía idea de que, al bajar, me encontraría completamente sola con Martín en la sala. —Vendrás conmigo. Tu novio ya está en el auto —dijo Martín, su sonrisa apenas visible, pero con una calma que me hizo sentir incómoda. —Perfecto —respondí, tratando de ocultar la molestia que su presencia siempre me provocaba. Me adelanté hacia la puerta, pero antes de dar un paso, sentí su mano aferrándose a mi brazo con una fuerza inesperada. —¡Mientras vivas bajo este techo, él no pondrá un pie dentro! ¿Me oíste, Laura? —su voz, dura y autoritaria, me paralizó por un momento. No podía creer lo que escuchaba. —¡Suéltame, imbécil! —grité, apartándome de su agarre con fuerza—. ¿Quié
LAURAEl trayecto se siente eterno. Mientras Martín conduce, mi mente no deja de darle vueltas a las palabras y a su comportamiento. Su mirada... Esa forma de observarme atravesó mi corazón como un cuchillo. No estaba equivocada respecto a sus sentimientos. Por más que intentara ignorarlo, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.Cuando éramos niños, me sentía protegida bajo sus cuidados. Adoraba cómo me defendía de los chicos que se atrevían a molestarme. Íbamos al cine juntos, planeábamos travesuras... Martín siempre fue alguien importante en mi vida, pero jamás pensé en él de otra manera. Para mí, siempre fue algo normal. Sin embargo, ahora su mirada es distinta, peligrosa. Me observa a través del espejo retrovisor con una intensidad que me incomoda, mientras Bryan, ajeno a todo, no deja de ser cariñoso.—Sigues tensa, amor —susurra Bryan, tomando mis manos y acariciándolas con ternura.—No es nada, solo estoy ansiosa por esta fiesta —miento, desviando la mirada. Los ansiados
CELINALa fiesta de cumpleaños de Laura estaba en su punto más animado. El local alquilado en el tercer piso del restaurante conocido brillaba con luces tenues y decoraciones elegantes. Las ventanas de piso a techo ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con las risas y los murmullos de los invitados. Yo estaba sentada en una de las mesas cerca de la barra, observando discretamente a Martín, quien parecía distraído conversando con algunos invitados. Sabía que mi misión era vigilarlo, pero mi mente estaba en otro lugar.Pensaba en todo lo que había pasado últimamente, cómo las cosas entre Laura y Bryan se complicaban y la tensión que se acumulaba entre todos. Pero, de repente, la voz suave y familiar de Joshiel me sacó de mis pensamientos.—¿Pensando en mí? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía sonrojar.Lo miré y, como siempre, su mirada penetrante me hizo sentir como si el mundo se redujera a ese insta
LAURAConfiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la
LAURACierro los ojos al sentir su cercanía. Su aliento roza mi rostro, y mi mente se llena de un grito mudo de terror. No quiero esto, pero sé que no puedo detenerlo.Sus labios apenas tocan los míos en un roce breve, un beso que parece una sentencia. Luego, siento su boca en mi frente, cálida y posesiva.—Te amo —dice con una certeza que me desarma—. No voy a robarte un beso. Quiero que me los entregues. Porque voy a hacer que me ames.Su voz es baja, casi un susurro, pero la promesa en sus palabras me deja temblando.Martín no dijo nada durante el resto de la velada, pero sus ojos no dejaron de seguirme. Su mirada era un peso constante, y Bryan, por su parte, lucía incómodo, como si la culpa y la vergüenza lo consumieran.Horas después, llegamos a casa. Mientras la familia entraba, aproveché el momento para despedirme de mi amado bajo la luz tenue del portal.—¿Estarás bien? —preguntó Bryan, su tono preocupado mientras sus dedos jugaban con los míos.—No te preocupes por nada —le r
LAURAAnte su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperaba