LAURA
Confiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.
Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.
—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.
—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la pared.Su lengua recorrió el camino de mis glúteos hasta mi sexo, explorándome con movimientos expertos que me hicieron perder el control. Con cada caricia, cada beso, me acercaba más al límite, dejando que el placer me consumiera por completo.
Me transporto al cielo, los sonidos del mundo exterior se desvanecen, dejando solo los latidos de mi corazón y la agitación de mi pecho. Estoy lista para entregarme, para perder mi virginidad en estas estrechas cuatro paredes.
—No te detengas —suplico, casi sin aliento, con los ojos cerrados y el cuerpo ardiendo de anticipación. Ansío el momento en que él me haga suya por completo.Siento su respiración cálida en mi nuca, seguida de suaves besos que incendian mi piel. La punta de su miembro roza mi entrada, explorando con una caricia que me desarma. Justo cuando está a punto de penetrarme, un golpe fuerte e impetuoso en la puerta me paraliza.
—¡BRYAN! ¡Maldito imbécil, voy a matarte!
La voz seca y furiosa de Martín detiene todo. Mi corazón se congela. Bryan se aparta de inmediato, arreglándose con prisa mientras yo permanezco inmóvil, en estado de shock.
—¡ABRE LA PUERTA O JURO QUE LA TIRARÉ! —grita Martín, su tono tan intimidante que siento un nudo en la garganta.
Bryan, sin opción, abre la puerta justo cuando Martín está a punto de embestirla. Sin pensarlo, Martín lo golpea en el rostro, haciéndolo tambalearse. Dejo escapar un pequeño grito. Sin perder tiempo, Martín lo levanta del suelo agarrándolo por el cuello de la camisa y lo estampa contra la pared junto al inodoro.—¡No, Martín! —grito desesperada, sujetando su brazo en un intento inútil de detenerlo. Mi fuerza no es nada comparada con su ira, pero no puedo quedarme quieta—. ¡No lo lastimes!
—No me pidas eso —responde con un tono gélido, pero cargado de rabia—. Un hombre que te ama y respeta no te arrastraría a un baño maloliente para follarte.
—¡Juro que no hicimos nada! —murmura Bryan, apenas capaz de hablar mientras Martín aumenta la presión en su cuello.
—¡Por favor, Martín! —suplico, tirando con todas mis fuerzas de su brazo—. ¡Déjalo! No pasó nada, te lo juro.
—¿Nada? —refuta, girando su mirada ardiente hacia mí—. Este desgraciado te trata como si fueras una cualquiera. No puedo permitirlo.
Sus ojos, llenos de odio, se clavan en Bryan.
—Voy a desenmascararte frente a todos. Esta relación llegará a su fin. ¿Me oíste, maldito negro?
—¡Por favor! —grito de nuevo, mi voz quebrándose—. Hablemos primero, Martín. Por favor, antes de que tomes una decisión.
Martín me mira durante unos segundos, su respiración agitada. Finalmente, afloja el agarre y deja caer a Bryan al suelo.
—¡Lárgate! —ordena sin mirarlo.
—Laura, yo… —Trata de hablar Bryan.
—¡Dije que te fueras! —Martín alza la voz, apuntándolo con el dedo—. ¡Vete antes de que me arrepienta de dejarte salir de aquí entero!
Bryan duda un instante, pero al final obedece, lanzándome una última mirada antes de salir por la puerta.
Cuando Martín vuelve a mirarme, sus ojos reflejan una mezcla de furia y algo más... algo que no alcanzo a descifrar.
—No pasó nada —repito, intentando calmarlo.
—¿Cómo permites que te trate de esa manera? —su voz es dura, cargada de reproche—. No eres una cualquiera para encerrarte en un baño a follar.
Da un paso hacia mí, y sin darme cuenta, retrocedo.
—Me equivoqué, Martín, no volverá a pasar —digo, nerviosa, con las palabras atropellándose en mi boca—. Fue… fue la emoción del momento.
—¿Emoción? —se burla, con una sonrisa amarga—. O ganas de arruinar tu vida.
Se acerca más, invadiendo mi espacio personal.
—Bryan no tiene la culpa —me atrevo a decir, aunque mi voz apenas se sostiene.
—Deja de defender a ese negro asqueroso —espetó, su tono más oscuro que nunca—. La próxima vez que se atreva a tocarte cerca de mí, le arrancaré el pito y se lo meteré por el culo.
—¡No hicimos nada! —exclamo entre sollozos, cubriendo mi rostro con las manos—. ¡Te lo juro!
—¿Nada? —dice con incredulidad—. La posición en la que los encontré dice lo contrario. No intentes mentir para salvar a ese degenerado.
—Las apariencias engañan, Martín —trato de explicarle, mis palabras apresuradas—. No voy a negar que… que estábamos calientes, pero no pasó nada.
Sus ojos se oscurecen, reflejando algo entre dolor y rabia.
—¿Sabes cuánto te amo? ¿Y aún así haces esto? —su voz se quiebra ligeramente, pero vuelve a endurecerse—. Sin importar lo mucho que me duela.
—No hicimos nada —insisto, mi voz temblando.
—Estás mintiendo —sentencia—. Cuando le diga a Rodrigo lo que pasó…
—¡Por favor, Martín! —suplico desesperada—. No le digas nada. No puedes hacer un escándalo por algo que no sucedió.
—¿Por qué debería callarme algo tan importante? —pregunta con frialdad—. Si dejo que pase esta vez, ¿qué será la próxima? ¿Te encontraré follando en plena calle?
—Te juro que no volverá a suceder —respondo, mi voz rota—. Fue el alcohol, la música, el lugar… Todo se mezcló, la adrenalina… Es fácil equivocarse.
Mis lágrimas caen libres por mis mejillas, y trato de mantenerme en pie mientras siento cómo el peso de sus palabras me aplasta.
—Está bien —suspira finalmente, con un tono más calmado.
Limpia mis lágrimas con suavidad, sus dedos acariciando mis mejillas.
—Gracias —digo en un susurro quebrado, el miedo aún atrapado en mi pecho.
—Pero no te garantizo mi silencio eterno —murmura, inclinándose hacia mí.
LAURACierro los ojos al sentir su cercanía. Su aliento roza mi rostro, y mi mente se llena de un grito mudo de terror. No quiero esto, pero sé que no puedo detenerlo.Sus labios apenas tocan los míos en un roce breve, un beso que parece una sentencia. Luego, siento su boca en mi frente, cálida y posesiva.—Te amo —dice con una certeza que me desarma—. No voy a robarte un beso. Quiero que me los entregues. Porque voy a hacer que me ames.Su voz es baja, casi un susurro, pero la promesa en sus palabras me deja temblando.Martín no dijo nada durante el resto de la velada, pero sus ojos no dejaron de seguirme. Su mirada era un peso constante, y Bryan, por su parte, lucía incómodo, como si la culpa y la vergüenza lo consumieran.Horas después, llegamos a casa. Mientras la familia entraba, aproveché el momento para despedirme de mi amado bajo la luz tenue del portal.—¿Estarás bien? —preguntó Bryan, su tono preocupado mientras sus dedos jugaban con los míos.—No te preocupes por nada —le r
LAURAAnte su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperaba
LAURAVolvimos a reír. Pero entonces, un pensamiento me atravesó el alma. ¿Qué pasaría si decidiera exponer a Martín y su enfermizo amor? ¿Me apoyarían o simplemente aceptarían un romance con él? Para todos, él es un partido perfecto: un modelo de hijo y hermano, un hombre inteligente, respetuoso, lleno de valores y virtudes. Es prácticamente impecable, y su fastidio hacia Bryan es algo que se minimiza, se justifica.—¡Hermana! ¿Estás bien? De repente te quedaste perdida en el espacio —dice Celina.—No es nada, solo que... No sé. Pensaba en Martín y en lo molesto que es con mi relación.—Te confieso algo tonto, hermana, sin que te burles, pero desde hace algunos años he estado celosa de ti. No solo porque puedes estar con el hombre que amas, sino porque Martín te quiere más a ti. Al principio fue duro saber que ya no era la hermana preferida, me sentí apartada. Pero luego entendí que el amor se puede compartir, y que Martín sigue siendo mi hermano, y nos quiere por igual. —Dijo, un to
LAURA—¿Me amenazas, señorita? — pregunto risueña— Vamos, solo los he visto en mi imaginación, en las novelas perversas que leo, y he tocado solo el de Joshiel. Pero sé que el de Bryan es mágico.— Está dentro de los estándares normales. ¡Ok! ¡Satisfecha!— ¿Solo así? Creí que me lo describirías de arriba abajo. ¿Sabes? En mi opinión, lo importante de un pene es a quién va pegado. Qué tan sexy es el portador. No es lo mismo hacerle el amor a Bryan que a uno de sus parientes o a un desconocido. Se puede disfrutar del sexo, incluso teniendo un pitito, un pepino o uno de esos extraños medio torcidos, ¿verdad? Pero siempre terminas disfrutando más cuando existe amor y esa atracción que te acalambra todo con solo verlo —se estremece y suspira.Me quedo en silencio, sorprendida por su descaro, pero al mismo tiempo, algo fascinada por su visión tan abierta y sin tabúes.— Parece que sabes mucho de esto — le digo.— Bueno, estudio medicina y tengo que investigar —se ríe—. Aunque en este camp
LAURAÉl se acerca, sus labios rozan mi nuca, y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su lengua la acaricia. Un suspiro escapa de mis labios, y trago saliva, luchando por recuperar el control que ya siento desvanecerse. ¿Cómo puedo resistirme a esto? ¿Por qué quiero que no lo haga?La verdad es que no quiero que se detenga, pero mi mente grita que debo ponerle freno. Mi respiración se acelera, y un calor indescriptible recorre mi piel. Pero algo en él, algo en esa calma inquietante, me hace sentir más atrapada, más perdida. No quiero pensar en las consecuencias, no ahora, no con él tan cerca, tan real.—Te deseo tanto, Laura, pero no voy a romper las reglas —susurra con suavidad, y esas palabras, aunque dulces, me hacen temblar aún más. Toma mi mentón con delicadeza, obligándome a mirarlo. Su mirada no se aparta de la mía—. Deja de resistirte, me deseas tanto como yo a ti. Tu cuerpo lo sabe, y no puedes evitar que responda como ahora lo hace —afirma, deslizando su mano izqu
LAURA—Solo pídelo —susurra Martín, y sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco, una tentación que no puedo ignorar. —No, no, no —gimo, pero no es un grito de negación, sino de placer. Su lengua desciende a mi sexo, y en un instante, pierdo el control. —¡Dios mío! No puedo más. Un gemido escapa de mis labios, y los muerdo con fuerza, tratando de ahogar las palabras que no debería decir, las palabras que podrían traicionarme. Él vuelve a subir, acercándose a mi boca, y sus ojos me miran con un deseo tan intenso que me quema por dentro. —Nos deseamos, Laura —dice, su voz cargada de pasión—. Deseo tanto amarte. Sus labios se encuentran con los míos, y esta vez no me resisto. Lo beso con una vehemencia que me sorprende, arqueando mi espalda mientras sus dedos se mueven dentro de mí, siguiendo un ritmo que me hace perder la cabeza. —¡No! —grito, pero no es un grito de placer. Es un grito de angustia, de desesperación. Y de repente, despierto. Estoy agitada, con el corazón latie
LAURASe acerca a mis labios, y antes de que pueda rozarlos, una chispa de determinación atraviesa mi mente. Levanto mi rodilla con toda la fuerza que puedo reunir y ¡zas!, lo golpeo en la entrepierna.Un gemido de dolor lo obliga a soltarme, y retrocede tambaleándose.—Nunca más vuelvas a tocarme —digo, con voz firme y la respiración agitada.—Llegará el día en que te tome entre mis brazos y te haga el amor de una manera tan intensa que jamás querrás a otro hombre en tu vida.Sus palabras caen como un golpe y, antes de pensarlo, mi mano cruza su rostro con una bofetada cargada de rabia.—Estás enfermo. ¡Mírate! Ya no eres mi héroe de infancia. Ahora eres el monstruo bajo la cama que no quiero encontrar.Él apenas parpadea, como si mi rechazo no tuviera peso alguno. Da un paso hacia mí, y yo retrocedo instintivamente. Antes de darme cuenta, mi espalda toca la fría pared, atrapándome sin salida.—Seré el hombre que te haga gritar de placer —dice, colocando sus manos a los lados, cercán
Celina se pone nerviosa.—Buenos días, hermano.—Eso está mejor. —Martín sale de la habitación con pasos firmes, visiblemente enfadado.Celina entra justo después, y mi mente queda en blanco mientras intento encontrar una excusa coherente. Todo parece ir en cámara lenta mientras la veo cruzar el umbral.—¿Qué hacía aquí ese grosero? —pregunta con curiosidad.—Eh… Martín estaba ejercitándose, como siempre, ya sabes… —respondo con nerviosismo, buscando algo creíble. Entonces veo mi laptop encendida en el escritorio y la inspiración llega—. Al bajar a la cocina, lo encontré tomando agua y le pedí que me ayudara con un problema en mi computadora. Tengo un examen y no encontraba un archivo importante. Resulta que lo había eliminado sin darme cuenta. —Sonrío débilmente, intentando sonar convincente.Celina me mira con una media sonrisa, dudando.—En eso es un experto. El mejor. —comenta, y no sé si ha creído mi excusa o está jugando conmigo.—Sí, lo es. —Intento desviar la conversación—. ¿Y