Capitulo 4

LAURA

Confiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.

Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.

—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.

Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.

—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la pared.

Su lengua recorrió el camino de mis glúteos hasta mi sexo, explorándome con movimientos expertos que me hicieron perder el control. Con cada caricia, cada beso, me acercaba más al límite, dejando que el placer me consumiera por completo.

Me transporto al cielo, los sonidos del mundo exterior se desvanecen, dejando solo los latidos de mi corazón y la agitación de mi pecho. Estoy lista para entregarme, para perder mi virginidad en estas estrechas cuatro paredes.

—No te detengas —suplico, casi sin aliento, con los ojos cerrados y el cuerpo ardiendo de anticipación. Ansío el momento en que él me haga suya por completo.

Siento su respiración cálida en mi nuca, seguida de suaves besos que incendian mi piel. La punta de su miembro roza mi entrada, explorando con una caricia que me desarma. Justo cuando está a punto de penetrarme, un golpe fuerte e impetuoso en la puerta me paraliza.

—¡BRYAN! ¡Maldito imbécil, voy a matarte!

La voz seca y furiosa de Martín detiene todo. Mi corazón se congela. Bryan se aparta de inmediato, arreglándose con prisa mientras yo permanezco inmóvil, en estado de shock.

—¡ABRE LA PUERTA O JURO QUE LA TIRARÉ! —grita Martín, su tono tan intimidante que siento un nudo en la garganta.

Bryan, sin opción, abre la puerta justo cuando Martín está a punto de embestirla. Sin pensarlo, Martín lo golpea en el rostro, haciéndolo tambalearse. Dejo escapar un pequeño grito. Sin perder tiempo, Martín lo levanta del suelo agarrándolo por el cuello de la camisa y lo estampa contra la pared junto al inodoro.

—¡No, Martín! —grito desesperada, sujetando su brazo en un intento inútil de detenerlo. Mi fuerza no es nada comparada con su ira, pero no puedo quedarme quieta—. ¡No lo lastimes!

—No me pidas eso —responde con un tono gélido, pero cargado de rabia—. Un hombre que te ama y respeta no te arrastraría a un baño maloliente para follarte.

—¡Juro que no hicimos nada! —murmura Bryan, apenas capaz de hablar mientras Martín aumenta la presión en su cuello.

—¡Por favor, Martín! —suplico, tirando con todas mis fuerzas de su brazo—. ¡Déjalo! No pasó nada, te lo juro.

—¿Nada? —refuta, girando su mirada ardiente hacia mí—. Este desgraciado te trata como si fueras una cualquiera. No puedo permitirlo.

Sus ojos, llenos de odio, se clavan en Bryan.

—Voy a desenmascararte frente a todos. Esta relación llegará a su fin. ¿Me oíste, maldito negro?

—¡Por favor! —grito de nuevo, mi voz quebrándose—. Hablemos primero, Martín. Por favor, antes de que tomes una decisión.

Martín me mira durante unos segundos, su respiración agitada. Finalmente, afloja el agarre y deja caer a Bryan al suelo.

—¡Lárgate! —ordena sin mirarlo.

—Laura, yo… —Trata de hablar Bryan.

—¡Dije que te fueras! —Martín alza la voz, apuntándolo con el dedo—. ¡Vete antes de que me arrepienta de dejarte salir de aquí entero!

Bryan duda un instante, pero al final obedece, lanzándome una última mirada antes de salir por la puerta.

Cuando Martín vuelve a mirarme, sus ojos reflejan una mezcla de furia y algo más... algo que no alcanzo a descifrar.

—No pasó nada —repito, intentando calmarlo.

—¿Cómo permites que te trate de esa manera? —su voz es dura, cargada de reproche—. No eres una cualquiera para encerrarte en un baño a follar.

Da un paso hacia mí, y sin darme cuenta, retrocedo.

—Me equivoqué, Martín, no volverá a pasar —digo, nerviosa, con las palabras atropellándose en mi boca—. Fue… fue la emoción del momento.

—¿Emoción? —se burla, con una sonrisa amarga—. O ganas de arruinar tu vida.

Se acerca más, invadiendo mi espacio personal.

—Bryan no tiene la culpa —me atrevo a decir, aunque mi voz apenas se sostiene.

—Deja de defender a ese negro asqueroso —espetó, su tono más oscuro que nunca—. La próxima vez que se atreva a tocarte cerca de mí, le arrancaré el pito y se lo meteré por el culo.

—¡No hicimos nada! —exclamo entre sollozos, cubriendo mi rostro con las manos—. ¡Te lo juro!

—¿Nada? —dice con incredulidad—. La posición en la que los encontré dice lo contrario. No intentes mentir para salvar a ese degenerado.

—Las apariencias engañan, Martín —trato de explicarle, mis palabras apresuradas—. No voy a negar que… que estábamos calientes, pero no pasó nada.

Sus ojos se oscurecen, reflejando algo entre dolor y rabia.

—¿Sabes cuánto te amo? ¿Y aún así haces esto? —su voz se quiebra ligeramente, pero vuelve a endurecerse—. Sin importar lo mucho que me duela.

—No hicimos nada —insisto, mi voz temblando.

—Estás mintiendo —sentencia—. Cuando le diga a Rodrigo lo que pasó…

—¡Por favor, Martín! —suplico desesperada—. No le digas nada. No puedes hacer un escándalo por algo que no sucedió.

—¿Por qué debería callarme algo tan importante? —pregunta con frialdad—. Si dejo que pase esta vez, ¿qué será la próxima? ¿Te encontraré follando en plena calle?

—Te juro que no volverá a suceder —respondo, mi voz rota—. Fue el alcohol, la música, el lugar… Todo se mezcló, la adrenalina… Es fácil equivocarse.

Mis lágrimas caen libres por mis mejillas, y trato de mantenerme en pie mientras siento cómo el peso de sus palabras me aplasta.

—Está bien —suspira finalmente, con un tono más calmado.

Limpia mis lágrimas con suavidad, sus dedos acariciando mis mejillas.

—Gracias —digo en un susurro quebrado, el miedo aún atrapado en mi pecho.

—Pero no te garantizo mi silencio eterno —murmura, inclinándose hacia mí.

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