CELINA
La fiesta de cumpleaños de Laura estaba en su punto más animado. El local alquilado en el tercer piso del restaurante conocido brillaba con luces tenues y decoraciones elegantes. Las ventanas de piso a techo ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con las risas y los murmullos de los invitados. Yo estaba sentada en una de las mesas cerca de la barra, observando discretamente a Martín, quien parecía distraído conversando con algunos invitados. Sabía que mi misión era vigilarlo, pero mi mente estaba en otro lugar.
Pensaba en todo lo que había pasado últimamente, cómo las cosas entre Laura y Bryan se complicaban y la tensión que se acumulaba entre todos. Pero, de repente, la voz suave y familiar de Joshiel me sacó de mis pensamientos.
—¿Pensando en mí? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía sonrojar.
Lo miré y, como siempre, su mirada penetrante me hizo sentir como si el mundo se redujera a ese instante.
—Joshiel —respondí, tratando de mantener la compostura, aunque era difícil. No podía evitarlo. Mi corazón latía un poco más rápido al verlo tan cerca—. No, no estaba pensando en ti. Estaba... vigilando.
—¿Vigilando, eh? —se sentó a mi lado, acercándose lo suficiente para que nuestros hombros se rozaran. Ese gesto casual, pero tan cercano, me hizo sentir un cosquilleo en la piel—. Parece un trabajo muy aburrido. ¿No crees que mereces un descanso?
Lo miré de reojo, intentando no sonreír. Estaba claro que Joshiel no tenía la menor intención de dejarme en paz, y, de alguna forma, eso me hacía sentir... bien.
—No puedo descuidarme —respondí, desviando la mirada hacia Martín, que aún estaba conversando con un grupo de amigos. Martín es impredecible, y si se acerca a Laura y Bryan, podría arruinar todo.
Joshiel siguió mi mirada y, con un ligero movimiento de cabeza, señaló la pista de baile, un suspiro involuntario escapó de mis labios.
—Tal vez tengas razón —admití, sintiendo que podía relajarme por un momento—. Pero eso no significa que deba bajar la guardia.
Joshiel sonrió, pero su mirada se volvió más intensa, como si intentara leer cada rincón de mi alma.
—Celina, siempre estás pensando en los demás. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en ti?
Sus palabras fueron suaves, pero me hicieron detenerme. Mi mente comenzó a reflexionar sobre eso. Cuando había sido la última vez que me puse a mí misma como prioridad. La respuesta me sorprendió.
—No lo sé —dije, sin poder ocultar la tristeza en mi voz—. Supongo que no tengo tiempo para eso.
Joshiel tomó mi mano con suavidad, y un escalofrío recorrió mi espalda al sentir el calor de su contacto. Cada vez que me tocaba, sentía como si todas mis defensas se desmoronaran sin remedio.
—Pues deberías —dijo, con firmeza—. Porque tú también mereces ser feliz.
Lo miré, sin palabras, pero con la certeza de que sus palabras tenían un peso que no podía ignorar. Siempre había estado tan centrada en todo lo que sucedía a mi alrededor que había olvidado lo que realmente me hacía sentir viva. Y, por alguna razón, Joshiel me lo estaba recordando.
—Joshiel... —susurré, sin saber cómo seguir.
—Celina —respondió él, inclinándose ligeramente hacia mí, sus ojos fijos en los míos—. Sabes lo que siento por ti, ¿verdad?
Asentí lentamente, mi corazón latía con fuerza, casi como si quisiera escapar de mi pecho. Era un sentimiento que había estado oculto, pero que ahora se alzaba con toda su fuerza.
—Yo también siento lo mismo —confesé, mirándolo fijamente a los ojos—. Pero...
—No hay "peros" —interrumpió él con una sonrisa tierna, dejando escapar una risa suave—. Solo nosotros. Y este momento.
Las palabras de Joshiel fueron como un bálsamo para mi alma. En ese instante, la tensión se desvaneció, y el mundo a nuestro alrededor perdió todo su peso. Ya no importaba nada más. Solo estábamos nosotros dos, en ese instante perfecto.
—¿Bailas conmigo? —preguntó Joshiel, extendiendo su mano hacia mí.
Lo miré un momento, dudando, pero luego tomé su mano y me levanté. Un sentimiento cálido y reconfortante invadió mi pecho.
—Sí —respondí, sonriendo de una forma que hacía tiempo no lo hacía. Mi rostro se iluminó de inmediato.
Joshiel me guió hacia la pista de baile, donde las luces eran más suaves y la música envolvía el ambiente. La canción que sonaba era lenta y romántica, la perfecta para nosotros. Cuando llegó el momento, Joshiel me tomó en sus brazos, colocando su mano en mi cintura y la otra en mi mano, tirando de mí hacia su cuerpo. Sentí cómo mi corazón se calmaba y mi cuerpo se relajaba, apoyando mi cabeza en su hombro.
—¿Sabes cuánto tiempo he esperado para bailar contigo así? —susurró, su aliento cálido contra mi piel.
—No tanto como yo —respondí, levantando la vista para mirarlo—. Siempre he querido esto, pero... nunca me atreví a decírtelo.
Joshiel sonrió y acarició mi mejilla con dulzura.
—No hace falta que digas nada —dijo, su voz suave y llena de ternura—. Lo sé. Lo he sabido desde el primer día que te vi.
Su sonrisa era sincera, cálida, y por un momento, mi mundo se deshizo de todo lo que me rodeaba. Solo existía él. Solo existíamos nosotros dos. Y el amor que había florecido entre nosotros.
—Eres increíble, Joshiel —susurré, sintiendo cómo una lágrima se asomaba en mi ojo.
—Y tú eres todo lo que siempre he querido —respondió, inclinándose para besarme suavemente en la frente.
Nos quedamos allí, bailando bajo las luces que iluminaban la ciudad, sumidos en nuestro propio mundo. La música, las risas y los murmullos de la fiesta ya no existían. Solo éramos nosotros dos, y el amor que nos unía.
LAURAConfiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la
LAURACierro los ojos al sentir su cercanía. Su aliento roza mi rostro, y mi mente se llena de un grito mudo de terror. No quiero esto, pero sé que no puedo detenerlo.Sus labios apenas tocan los míos en un roce breve, un beso que parece una sentencia. Luego, siento su boca en mi frente, cálida y posesiva.—Te amo —dice con una certeza que me desarma—. No voy a robarte un beso. Quiero que me los entregues. Porque voy a hacer que me ames.Su voz es baja, casi un susurro, pero la promesa en sus palabras me deja temblando.Martín no dijo nada durante el resto de la velada, pero sus ojos no dejaron de seguirme. Su mirada era un peso constante, y Bryan, por su parte, lucía incómodo, como si la culpa y la vergüenza lo consumieran.Horas después, llegamos a casa. Mientras la familia entraba, aproveché el momento para despedirme de mi amado bajo la luz tenue del portal.—¿Estarás bien? —preguntó Bryan, su tono preocupado mientras sus dedos jugaban con los míos.—No te preocupes por nada —le r
LAURAAnte su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperaba
LAURAVolvimos a reír. Pero entonces, un pensamiento me atravesó el alma. ¿Qué pasaría si decidiera exponer a Martín y su enfermizo amor? ¿Me apoyarían o simplemente aceptarían un romance con él? Para todos, él es un partido perfecto: un modelo de hijo y hermano, un hombre inteligente, respetuoso, lleno de valores y virtudes. Es prácticamente impecable, y su fastidio hacia Bryan es algo que se minimiza, se justifica.—¡Hermana! ¿Estás bien? De repente te quedaste perdida en el espacio —dice Celina.—No es nada, solo que... No sé. Pensaba en Martín y en lo molesto que es con mi relación.—Te confieso algo tonto, hermana, sin que te burles, pero desde hace algunos años he estado celosa de ti. No solo porque puedes estar con el hombre que amas, sino porque Martín te quiere más a ti. Al principio fue duro saber que ya no era la hermana preferida, me sentí apartada. Pero luego entendí que el amor se puede compartir, y que Martín sigue siendo mi hermano, y nos quiere por igual. —Dijo, un to
LAURA—¿Me amenazas, señorita? — pregunto risueña— Vamos, solo los he visto en mi imaginación, en las novelas perversas que leo, y he tocado solo el de Joshiel. Pero sé que el de Bryan es mágico.— Está dentro de los estándares normales. ¡Ok! ¡Satisfecha!— ¿Solo así? Creí que me lo describirías de arriba abajo. ¿Sabes? En mi opinión, lo importante de un pene es a quién va pegado. Qué tan sexy es el portador. No es lo mismo hacerle el amor a Bryan que a uno de sus parientes o a un desconocido. Se puede disfrutar del sexo, incluso teniendo un pitito, un pepino o uno de esos extraños medio torcidos, ¿verdad? Pero siempre terminas disfrutando más cuando existe amor y esa atracción que te acalambra todo con solo verlo —se estremece y suspira.Me quedo en silencio, sorprendida por su descaro, pero al mismo tiempo, algo fascinada por su visión tan abierta y sin tabúes.— Parece que sabes mucho de esto — le digo.— Bueno, estudio medicina y tengo que investigar —se ríe—. Aunque en este camp
LAURAÉl se acerca, sus labios rozan mi nuca, y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su lengua la acaricia. Un suspiro escapa de mis labios, y trago saliva, luchando por recuperar el control que ya siento desvanecerse. ¿Cómo puedo resistirme a esto? ¿Por qué quiero que no lo haga?La verdad es que no quiero que se detenga, pero mi mente grita que debo ponerle freno. Mi respiración se acelera, y un calor indescriptible recorre mi piel. Pero algo en él, algo en esa calma inquietante, me hace sentir más atrapada, más perdida. No quiero pensar en las consecuencias, no ahora, no con él tan cerca, tan real.—Te deseo tanto, Laura, pero no voy a romper las reglas —susurra con suavidad, y esas palabras, aunque dulces, me hacen temblar aún más. Toma mi mentón con delicadeza, obligándome a mirarlo. Su mirada no se aparta de la mía—. Deja de resistirte, me deseas tanto como yo a ti. Tu cuerpo lo sabe, y no puedes evitar que responda como ahora lo hace —afirma, deslizando su mano izqu
LAURA—Solo pídelo —susurra Martín, y sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco, una tentación que no puedo ignorar. —No, no, no —gimo, pero no es un grito de negación, sino de placer. Su lengua desciende a mi sexo, y en un instante, pierdo el control. —¡Dios mío! No puedo más. Un gemido escapa de mis labios, y los muerdo con fuerza, tratando de ahogar las palabras que no debería decir, las palabras que podrían traicionarme. Él vuelve a subir, acercándose a mi boca, y sus ojos me miran con un deseo tan intenso que me quema por dentro. —Nos deseamos, Laura —dice, su voz cargada de pasión—. Deseo tanto amarte. Sus labios se encuentran con los míos, y esta vez no me resisto. Lo beso con una vehemencia que me sorprende, arqueando mi espalda mientras sus dedos se mueven dentro de mí, siguiendo un ritmo que me hace perder la cabeza. —¡No! —grito, pero no es un grito de placer. Es un grito de angustia, de desesperación. Y de repente, despierto. Estoy agitada, con el corazón latie
LAURASe acerca a mis labios, y antes de que pueda rozarlos, una chispa de determinación atraviesa mi mente. Levanto mi rodilla con toda la fuerza que puedo reunir y ¡zas!, lo golpeo en la entrepierna.Un gemido de dolor lo obliga a soltarme, y retrocede tambaleándose.—Nunca más vuelvas a tocarme —digo, con voz firme y la respiración agitada.—Llegará el día en que te tome entre mis brazos y te haga el amor de una manera tan intensa que jamás querrás a otro hombre en tu vida.Sus palabras caen como un golpe y, antes de pensarlo, mi mano cruza su rostro con una bofetada cargada de rabia.—Estás enfermo. ¡Mírate! Ya no eres mi héroe de infancia. Ahora eres el monstruo bajo la cama que no quiero encontrar.Él apenas parpadea, como si mi rechazo no tuviera peso alguno. Da un paso hacia mí, y yo retrocedo instintivamente. Antes de darme cuenta, mi espalda toca la fría pared, atrapándome sin salida.—Seré el hombre que te haga gritar de placer —dice, colocando sus manos a los lados, cercán