Capítulo 3

CELINA

La fiesta de cumpleaños de Laura estaba en su punto más animado. El local alquilado en el tercer piso del restaurante conocido brillaba con luces tenues y decoraciones elegantes. Las ventanas de piso a techo ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con las risas y los murmullos de los invitados. Yo estaba sentada en una de las mesas cerca de la barra, observando discretamente a Martín, quien parecía distraído conversando con algunos invitados. Sabía que mi misión era vigilarlo, pero mi mente estaba en otro lugar.

Pensaba en todo lo que había pasado últimamente, cómo las cosas entre Laura y Bryan se complicaban y la tensión que se acumulaba entre todos. Pero, de repente, la voz suave y familiar de Joshiel me sacó de mis pensamientos.

—¿Pensando en mí? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía sonrojar.

Lo miré y, como siempre, su mirada penetrante me hizo sentir como si el mundo se redujera a ese instante.

—Joshiel —respondí, tratando de mantener la compostura, aunque era difícil. No podía evitarlo. Mi corazón latía un poco más rápido al verlo tan cerca—. No, no estaba pensando en ti. Estaba... vigilando.

—¿Vigilando, eh? —se sentó a mi lado, acercándose lo suficiente para que nuestros hombros se rozaran. Ese gesto casual, pero tan cercano, me hizo sentir un cosquilleo en la piel—. Parece un trabajo muy aburrido. ¿No crees que mereces un descanso?

Lo miré de reojo, intentando no sonreír. Estaba claro que Joshiel no tenía la menor intención de dejarme en paz, y, de alguna forma, eso me hacía sentir... bien.

—No puedo descuidarme —respondí, desviando la mirada hacia Martín, que aún estaba conversando con un grupo de amigos. Martín es impredecible, y si se acerca a Laura y Bryan, podría arruinar todo.

Joshiel siguió mi mirada y, con un ligero movimiento de cabeza, señaló la pista de baile, un suspiro involuntario escapó de mis labios.

—Tal vez tengas razón —admití, sintiendo que podía relajarme por un momento—. Pero eso no significa que deba bajar la guardia.

Joshiel sonrió, pero su mirada se volvió más intensa, como si intentara leer cada rincón de mi alma.

—Celina, siempre estás pensando en los demás. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en ti?

Sus palabras fueron suaves, pero me hicieron detenerme. Mi mente comenzó a reflexionar sobre eso. Cuando había sido la última vez que me puse a mí misma como prioridad. La respuesta me sorprendió.

—No lo sé —dije, sin poder ocultar la tristeza en mi voz—. Supongo que no tengo tiempo para eso.

Joshiel tomó mi mano con suavidad, y un escalofrío recorrió mi espalda al sentir el calor de su contacto. Cada vez que me tocaba, sentía como si todas mis defensas se desmoronaran sin remedio.

—Pues deberías —dijo, con firmeza—. Porque tú también mereces ser feliz.

Lo miré, sin palabras, pero con la certeza de que sus palabras tenían un peso que no podía ignorar. Siempre había estado tan centrada en todo lo que sucedía a mi alrededor que había olvidado lo que realmente me hacía sentir viva. Y, por alguna razón, Joshiel me lo estaba recordando.

—Joshiel... —susurré, sin saber cómo seguir.

—Celina —respondió él, inclinándose ligeramente hacia mí, sus ojos fijos en los míos—. Sabes lo que siento por ti, ¿verdad?

Asentí lentamente, mi corazón latía con fuerza, casi como si quisiera escapar de mi pecho. Era un sentimiento que había estado oculto, pero que ahora se alzaba con toda su fuerza.

—Yo también siento lo mismo —confesé, mirándolo fijamente a los ojos—. Pero...

—No hay "peros" —interrumpió él con una sonrisa tierna, dejando escapar una risa suave—. Solo nosotros. Y este momento.

Las palabras de Joshiel fueron como un bálsamo para mi alma. En ese instante, la tensión se desvaneció, y el mundo a nuestro alrededor perdió todo su peso. Ya no importaba nada más. Solo estábamos nosotros dos, en ese instante perfecto.

—¿Bailas conmigo? —preguntó Joshiel, extendiendo su mano hacia mí.

Lo miré un momento, dudando, pero luego tomé su mano y me levanté. Un sentimiento cálido y reconfortante invadió mi pecho.

—Sí —respondí, sonriendo de una forma que hacía tiempo no lo hacía. Mi rostro se iluminó de inmediato.

Joshiel me guió hacia la pista de baile, donde las luces eran más suaves y la música envolvía el ambiente. La canción que sonaba era lenta y romántica, la perfecta para nosotros. Cuando llegó el momento, Joshiel me tomó en sus brazos, colocando su mano en mi cintura y la otra en mi mano, tirando de mí hacia su cuerpo. Sentí cómo mi corazón se calmaba y mi cuerpo se relajaba, apoyando mi cabeza en su hombro.

—¿Sabes cuánto tiempo he esperado para bailar contigo así? —susurró, su aliento cálido contra mi piel.

—No tanto como yo —respondí, levantando la vista para mirarlo—. Siempre he querido esto, pero... nunca me atreví a decírtelo.

Joshiel sonrió y acarició mi mejilla con dulzura.

—No hace falta que digas nada —dijo, su voz suave y llena de ternura—. Lo sé. Lo he sabido desde el primer día que te vi.

Su sonrisa era sincera, cálida, y por un momento, mi mundo se deshizo de todo lo que me rodeaba. Solo existía él. Solo existíamos nosotros dos. Y el amor que había florecido entre nosotros.

—Eres increíble, Joshiel —susurré, sintiendo cómo una lágrima se asomaba en mi ojo.

—Y tú eres todo lo que siempre he querido —respondió, inclinándose para besarme suavemente en la frente.

Nos quedamos allí, bailando bajo las luces que iluminaban la ciudad, sumidos en nuestro propio mundo. La música, las risas y los murmullos de la fiesta ya no existían. Solo éramos nosotros dos, y el amor que nos unía.

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