Capítulo 111

MARTIN

Los días pasaron en una neblina de dolor y desesperación. La habitación del hospital se sentía como una prisión, no solo por las esposas que me mantenían atado a la cama, sino por la culpa que se aferraba a mi pecho como un peso imposible de levantar.

Entonces, mi madre vino.

Su rostro estaba cansado, con esas ojeras que delataban noches enteras sin dormir. Se sentó a mi lado y tomó mi mano entre las suyas. Eran cálidas, temblorosas.

—Hijo… —su voz se quebró—. Te amo. Y deseo con todo mi corazón que todo esto hubiera sido diferente.

Bajé la mirada.

—No puedes hacer nada, ¿verdad? —murmuré.

Ella suspiró, con sus ojos llenos de tristeza.

—He intentado todo… pero Rodrigo… él…

—Convéncelo —le interrumpí, con urgencia—. Convéncelo de mi inocencia. Tú sabes que yo no quise que esto pasara.

—Lo sé, hijo —susurró, acariciando mi mejilla—. Pero a veces, saberlo no es suficiente.

Apreté los puños.

—Quizás cometí errores. Hice las cosas mal. Traté de mejorar… Pero Laura quería estar conmi
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