LAURA
Para mi cumpleaños número 19, papá organizó una cena en un lujoso restaurante del centro. Decidí invitar a Bryan y a su familia, sin mencionar nada a Martín, pensando que sería una sorpresa agradable. Mientras todos se preparaban para salir y acomodarse en los autos, subí a mi habitación para buscar mi bolso. No tenía idea de que, al bajar, me encontraría completamente sola con Martín en la sala.
—Vendrás conmigo. Tu novio ya está en el auto —dijo Martín, su sonrisa apenas visible, pero con una calma que me hizo sentir incómoda.
—Perfecto —respondí, tratando de ocultar la molestia que su presencia siempre me provocaba. Me adelanté hacia la puerta, pero antes de dar un paso, sentí su mano aferrándose a mi brazo con una fuerza inesperada.
—¡Mientras vivas bajo este techo, él no pondrá un pie dentro! ¿Me oíste, Laura? —su voz, dura y autoritaria, me paralizó por un momento. No podía creer lo que escuchaba.
—¡Suéltame, imbécil! —grité, apartándome de su agarre con fuerza—. ¿Quién te crees que eres para mandarme? ¡No eres nadie! Haré lo que se me dé la gana, y si Bryan quiere pasar la noche conmigo, no vas a impedirlo.
—¡Claro que lo impediré! —respondió, empujándome contra la pared con un impulso tan violento que casi me hizo perder el equilibrio.
—¿Por qué? —mi voz salió rota, llena de rabia y confusión, mientras lo miraba, desafiante, a los ojos.
—¡Porque te amo, m*****a sea! —gritó, y sus palabras me dejaron completamente paralizada—. Te amo con una desesperación que jamás creí posible. Me vuelves loco, ¿acaso no te has dado cuenta?
Un silencio pesado se instaló entre nosotros. Mi mente quedó en blanco, como si un puñal me hubiera atravesado, dejándome sin aire, sin palabras. Sus ojos, tan intensos, me atravesaban como si pudieran leer todos mis secretos. El mundo se desvaneció por un segundo eterno. Aunque había soltado mi brazo, mis pies parecían pegados al suelo, como si no pudiera moverme. Sentí sus ojos fijos en mí, tan ardientes que me quemaban, como si estuviera ardiendo en el infierno.
Entonces, dio un paso hacia mí, y mi cuerpo reaccionó instintivamente. Retrocedí, pero fue inútil. No podía escapar de su presencia.
Mi espalda chocó contra la pared, y él aprovechó para acorralarme. Lo miré aterrada mientras una sensación indescriptible se apoderaba de mi cuerpo: una mezcla de miedo y vulnerabilidad que me paralizaba.
—Te amo —confesó, con su voz quebrada por la intensidad de sus emociones—. Te amo, desde hace cuatro años he luchado contra esto, contra estos sentimientos, pero no puedo. Es imposible no amarte más con cada día que pasa.
Su declaración me dejó sin aliento.
—Estás enfermo —dije, con un hilo de voz que apenas ocultaba mi pánico—. No puedes amarme.
—En el corazón no se manda, Laura —replicó con un tono cargado de desesperación—. He intentado destruir este sentimiento, aplastarlo, arrancarlo, pero no puedo. Cada día crece más, se hace más grande, más incontrolable. ¿Por qué no puedes entenderlo?
Su voz se elevó en un grito entre dientes, y con un movimiento rápido colocó sus manos contra la pared, atrapándome entre su cuerpo y la fría superficie. Su proximidad me sofocaba. El calor que irradiaba me quemaba como si estuviera envuelta en llamas.
—Nunca pasará nada entre nosotros —logré responder, bajando la mirada, incapaz de enfrentar la dulzura ardiente de sus ojos que intentaban devorarme.
—Lo sé —dijo, con una amargura que retumbó en el espacio—. No tienes que repetirlo.
Golpeó la pared con un manotazo, el ruido seco resonando como un eco de su frustración.
Se acercó más, pegando su cuerpo al mío. Su respiración golpeaba mi rostro, su perfume inundaba mis fosas nasales, y mi miedo se hizo insoportable. Mi cuerpo comenzó a temblar, y mi respiración se volvió errática. Intenté girar la cara, desesperada por escapar de esa cercanía asfixiante. Entonces, lo sentí.
Su erección rozó mi vestido, enviando un escalofrío de pánico por todo mi ser. Giré el rostro con fuerza, buscando una salida, cualquier cosa que me liberara de esa situación.
Y entonces lo oí: “Se hace tarde, Laura.” Era Bryan. Su voz, fuerte y segura, se acercaba desde la entrada. En ese momento, Martín se apartó de mí, su expresión era una mezcla de furia y resignación.
Aproveché la oportunidad para escapar. Caminé con pasos rápidos hacia la puerta y la abrí, sintiendo el aire fresco como un alivio que llenaba mis pulmones. A pocos metros estaba Bryan, esperándome con su cálida sonrisa.
—¡Bryan! —grité, corriendo hacia sus brazos.
Me envolvió con su calor, girándome con entusiasmo. Su abrazo debería haberme reconfortado, pero la angustia seguía aferrada a mi pecho como un peso imposible de ignorar.
—¿Estás bien? Te veo pálida —dijo, preocupado, apartando los cabellos que cubrían mi rostro.
—No es nada, amor —mentí, estampando un beso en sus labios para disimular mi temblor—. Solo vi una rata horrible salir de mi habitación y me espanté.
—¡Ay, cariño! —respondió con dulzura, acomodándome el cabello mientras reía suavemente—. Todo estará bien. Yo mismo me encargaré de ese animal cuando pueda entrar a tu recámara —susurró, intentando tranquilizarme.
Sonreí débilmente, pero por dentro, mi mente seguía reviviendo lo ocurrido. Las palabras de Martín, su mirada desesperada, su proximidad invasiva... Todo estaba grabado en mi memoria, y sabía que, aunque estuviera en los brazos de Bryan, no sería tan fácil borrar ese instante de mi vida.
Instantes después, Martín pasa por nuestro lado, adelantándose con pasos firmes.
—¡Ya es tarde, tortolitos! ¡Vámonos! —grita mientras abre la puerta del auto, su tono cargado de impaciencia.
Bryan suspira y murmura en mi oído:
—Sigo sin agradarle a tu Martín.
—Debe valerte m****a lo que él piense —respondo, encogiéndome de hombros.
—Y parece que a ti tampoco te agrada del todo.
—Tenemos nuestras diferencias, por obvias razones —contesto mientras camino hacia el vehículo.
—Me las contarás algún día.
—Tal vez —digo, dejando escapar un pequeño suspiro antes de mirarlo y regalarle una sonrisa que oculta más de lo que revela.
LAURAEl trayecto se siente eterno. Mientras Martín conduce, mi mente no deja de darle vueltas a las palabras y a su comportamiento. Su mirada... Esa forma de observarme atravesó mi corazón como un cuchillo. No estaba equivocada respecto a sus sentimientos. Por más que intentara ignorarlo, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.Cuando éramos niños, me sentía protegida bajo sus cuidados. Adoraba cómo me defendía de los chicos que se atrevían a molestarme. Íbamos al cine juntos, planeábamos travesuras... Martín siempre fue alguien importante en mi vida, pero jamás pensé en él de otra manera. Para mí, siempre fue algo normal. Sin embargo, ahora su mirada es distinta, peligrosa. Me observa a través del espejo retrovisor con una intensidad que me incomoda, mientras Bryan, ajeno a todo, no deja de ser cariñoso.—Sigues tensa, amor —susurra Bryan, tomando mis manos y acariciándolas con ternura.—No es nada, solo estoy ansiosa por esta fiesta —miento, desviando la mirada. Los ansiados
CELINALa fiesta de cumpleaños de Laura estaba en su punto más animado. El local alquilado en el tercer piso del restaurante conocido brillaba con luces tenues y decoraciones elegantes. Las ventanas de piso a techo ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con las risas y los murmullos de los invitados. Yo estaba sentada en una de las mesas cerca de la barra, observando discretamente a Martín, quien parecía distraído conversando con algunos invitados. Sabía que mi misión era vigilarlo, pero mi mente estaba en otro lugar.Pensaba en todo lo que había pasado últimamente, cómo las cosas entre Laura y Bryan se complicaban y la tensión que se acumulaba entre todos. Pero, de repente, la voz suave y familiar de Joshiel me sacó de mis pensamientos.—¿Pensando en mí? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que siempre me hacía sonrojar.Lo miré y, como siempre, su mirada penetrante me hizo sentir como si el mundo se redujera a ese insta
LAURAConfiando en la vigilancia de Celina, me apresuro en ir al baño. Cuando llego, Bryan me sorprendió al tomarme del brazo y arrastrarme al baño de hombres. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se apoderaron de los míos con una pasión desbordante. Mi cuerpo respondió de inmediato, temblando de deseo. Sin palabras, dejé que sus manos guiaran el momento.Me empujó suavemente contra la pared, sus labios descendiendo por mi cuello, mientras sus dedos deslizaban las tiras de mi vestido rojo, dejando al descubierto mis pechos.—¡Oh, Dios! —jadeé cuando su boca encontró mis pezones, alternando entre chuparlos y mordisquearlos con una delicadeza que me arrancaba gemidos.Su mano descendió lentamente por mis muslos, acariciando mi piel con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. Cuando sus dedos se deslizaron bajo mi ropa interior, encontrando mi humedad, mi respiración se aceleró.—Eres mía, solo mía —murmuró contra mi piel antes de girarme y presionarme contra la
LAURACierro los ojos al sentir su cercanía. Su aliento roza mi rostro, y mi mente se llena de un grito mudo de terror. No quiero esto, pero sé que no puedo detenerlo.Sus labios apenas tocan los míos en un roce breve, un beso que parece una sentencia. Luego, siento su boca en mi frente, cálida y posesiva.—Te amo —dice con una certeza que me desarma—. No voy a robarte un beso. Quiero que me los entregues. Porque voy a hacer que me ames.Su voz es baja, casi un susurro, pero la promesa en sus palabras me deja temblando.Martín no dijo nada durante el resto de la velada, pero sus ojos no dejaron de seguirme. Su mirada era un peso constante, y Bryan, por su parte, lucía incómodo, como si la culpa y la vergüenza lo consumieran.Horas después, llegamos a casa. Mientras la familia entraba, aproveché el momento para despedirme de mi amado bajo la luz tenue del portal.—¿Estarás bien? —preguntó Bryan, su tono preocupado mientras sus dedos jugaban con los míos.—No te preocupes por nada —le r
LAURAAnte su insistencia de Celina, no tuve más remedio que ceder. Quité el papel regalo con cuidado, casi con temor. Mi corazón se aceleraba más y más mientras abría la pequeña caja. Y entonces, ahí estaba: un delicado perfume acompañado de un juego de aretes, cadena, pulsera.—¡Vaya sorpresa! —murmuré, sin saber qué pensar.Celina, en cambio, soltó un largo silbido de admiración.—¡Dios mío! —grita Celina, su emoción palpable—. ¡Están hermosos! Te juro que jamás pensé que Martín tuviera un gusto tan exquisito.Celina no podía dejar de sonreír, completamente emocionada. Pero luego notó mi expresión y su tono cambió.—¿Qué te pasa? Estás pálida. ¿No te gusta el regalo?—Es que no me esperaba esto —respondí, todavía un poco sorprendida.—¡Ay, claro! Pensaste que te regalaría una tanga o un gran consolador, ¿verdad? —se soltó a carcajadas.—¡Qué cosas dices, loca! —respondí, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de mi rostro.—Diría que, por esa cara roja, es exactamente lo que esperaba
LAURAVolvimos a reír. Pero entonces, un pensamiento me atravesó el alma. ¿Qué pasaría si decidiera exponer a Martín y su enfermizo amor? ¿Me apoyarían o simplemente aceptarían un romance con él? Para todos, él es un partido perfecto: un modelo de hijo y hermano, un hombre inteligente, respetuoso, lleno de valores y virtudes. Es prácticamente impecable, y su fastidio hacia Bryan es algo que se minimiza, se justifica.—¡Hermana! ¿Estás bien? De repente te quedaste perdida en el espacio —dice Celina.—No es nada, solo que... No sé. Pensaba en Martín y en lo molesto que es con mi relación.—Te confieso algo tonto, hermana, sin que te burles, pero desde hace algunos años he estado celosa de ti. No solo porque puedes estar con el hombre que amas, sino porque Martín te quiere más a ti. Al principio fue duro saber que ya no era la hermana preferida, me sentí apartada. Pero luego entendí que el amor se puede compartir, y que Martín sigue siendo mi hermano, y nos quiere por igual. —Dijo, un to
LAURA—¿Me amenazas, señorita? — pregunto risueña— Vamos, solo los he visto en mi imaginación, en las novelas perversas que leo, y he tocado solo el de Joshiel. Pero sé que el de Bryan es mágico.— Está dentro de los estándares normales. ¡Ok! ¡Satisfecha!— ¿Solo así? Creí que me lo describirías de arriba abajo. ¿Sabes? En mi opinión, lo importante de un pene es a quién va pegado. Qué tan sexy es el portador. No es lo mismo hacerle el amor a Bryan que a uno de sus parientes o a un desconocido. Se puede disfrutar del sexo, incluso teniendo un pitito, un pepino o uno de esos extraños medio torcidos, ¿verdad? Pero siempre terminas disfrutando más cuando existe amor y esa atracción que te acalambra todo con solo verlo —se estremece y suspira.Me quedo en silencio, sorprendida por su descaro, pero al mismo tiempo, algo fascinada por su visión tan abierta y sin tabúes.— Parece que sabes mucho de esto — le digo.— Bueno, estudio medicina y tengo que investigar —se ríe—. Aunque en este camp
LAURAÉl se acerca, sus labios rozan mi nuca, y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su lengua la acaricia. Un suspiro escapa de mis labios, y trago saliva, luchando por recuperar el control que ya siento desvanecerse. ¿Cómo puedo resistirme a esto? ¿Por qué quiero que no lo haga?La verdad es que no quiero que se detenga, pero mi mente grita que debo ponerle freno. Mi respiración se acelera, y un calor indescriptible recorre mi piel. Pero algo en él, algo en esa calma inquietante, me hace sentir más atrapada, más perdida. No quiero pensar en las consecuencias, no ahora, no con él tan cerca, tan real.—Te deseo tanto, Laura, pero no voy a romper las reglas —susurra con suavidad, y esas palabras, aunque dulces, me hacen temblar aún más. Toma mi mentón con delicadeza, obligándome a mirarlo. Su mirada no se aparta de la mía—. Deja de resistirte, me deseas tanto como yo a ti. Tu cuerpo lo sabe, y no puedes evitar que responda como ahora lo hace —afirma, deslizando su mano izqu