Capítulo veintidós.

Desde esa noche, Ylva comenzó a tener sueños intensos y recurrentes. Sueños que giraban en torno a un hermoso reino y sobre todo, a Ethan y su loba Luna. Estos sueños eran tan vívidos que, al despertar, sentía como si hubiera estado realmente allí, corriendo bajo la luz plateada de la luna.

A medida que pasaban los días, Ylva empezó a notar cambios en su cuerpo. Sentía un calor abrasador que surgía de la nada, su respiración se aceleraba y su pulso se descontrolaba cada vez que el aroma de Ethan invadía sus fosas nasales. El olor a madera y especias de su piel se volvía irresistible, haciéndola perder la concentración.

Cada vez que Ethan estaba ocupado con sus tareas, Ylva se adentra más al bosque, tratando de encontrar alivio y respuestas. Al transformarse en loba, una mañana, notó que sus garras habían crecido y sus colmillos se alargaban. La sensación de poder y libertad era embriagadora, pero también aterradora.

—¿Qué me está pasando? —se preguntaba en su mente, mientras corría a
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