Capitulo cuarenta.

—Antes de que emprendan su viaje, ¿por qué no tomamos un poco de té? Les ayudará a relajarse y descansar un poco —dijo Elowen con una sonrisa.

—Está bien —Ylva y Ethan asintieron mientras se sientan.

Mientras Elowen se movía con la gracia de una anfitriona, Maris levantó una mano y con suaves movimientos hizo que las hojas de los árboles cercanos que estaban en el suelo comenzaron a moverse, doblándose y girando como si tuvieran vida propia. En cuestión de segundos, las hojas formaron pequeñas bandejas que llevaban delicadas tazas y una tetera con té humeante. Las hojas flotaron hasta cada uno de ellos, sirviendo el té con precisión y elegancia.

Ylva observó toda la escena, completamente anonadada, sin apartar los ojos del espectáculo.

Maris, notando su expresión, arqueó una ceja con diversión mientras se sentaba tranquilamente. Hacía mucho tiempo que no tenían un visitante que se asombrara de todo lo que pueden hacer.

—¿Aún estás sorprendida? —preguntó, con una sonrisa que delataba
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